El periódico matutino, junto con el café, me ha traído hoy un nuevo ramalazo de estulticia. En Francia hay orquestada una sonora polémica a costa del centenario del nacimiento del Premio Nobel de Literatura en 1957, Albert Camus, un hecho que se conmemorará el año entrante. En la localidad de Aix en Provence decidieron celebrar con una exposición la efeméride. A tal efecto, se nombró un comisario que al tiempo se largó (o lo largaron), por lo que se tuvo que designar a otro. Éste, por cierto, acaba de dimitir a través de una elocuente carta a un prestigioso diario nacional en la que califica la situación de “burdel y nido de locos”. Y como casi siempre, en medio de todo, el político de turno; en este caso, la alcaldesa de esa ciudad, conservadora, ligera de cultura y pizpireta, con su candidato a comisario, y una ministra que tenía el suyo propio, el mismo que dejó el proyecto en mayo pasado. Que si no es el mío, no hay dinero, vino a decir ésta última.
La carta que el comisario avalado por la alcaldesa envió a Le Monde renunciando al cargo tiene párrafos memorables en alusión a cuanto aborrecía el autor de La Peste. Un ejemplo: “Los egos sobredimensionados, las perrerías de la política politiquera, las patologías mentales, las intrigas de palacio, el compadreo de antiguos luchadores de izquierda reconvertidos al oportunismo socialdemócrata, la morgue de la impotencia universitaria, la ñoñería de una ministra que confunde el uso público del dinero con el castigo ideológico, la abulia de las instituciones culturales, el doble lenguaje de unos, la esquizofrenia de otros, el periodismo de París…”.
A mediados de octubre se decidirá qué se hace o qué no se hace. Y uno que creía que en el vecino país eran más consecuentes que en el nuestro para este tipo de cosas. La verdad es que, si esto hubiera ocurrido en España, casi nadie se hubiera extrañado. Pero en Francia… por favor.