Entre este tipo de personajes se encuentran líderes religiosos, feligreses o incluso cuidadores de animales aunque los últimos son promotores ya que el profeta acostumbra ser el animal. Un caso famoso fue el difunto pulpo Paul [de quien ya hablé en una ocasión] en el mundial de Sudáfrica, dos mil diez.
La necesidad de creer en algo o en alguien siempre ha acompañado la mentalidad humana a lo largo de su historia; bien sea porque no encuentra una explicación lógica [rápida, sencilla, simple] a un hecho o por buscar refugio.
Podríamos pensar que la idea es cosa del pasado pero por uno u otro motivo prevalecen aquellos que promueven o se auto proclaman tanto profetas como visores del futuro.
Asegura que cada semana, desde dos mil ocho, van a visitarlo esperando los pronósticos para con ellos presentar apuestas; algunos le han preguntado si pudiese hacerlo con números de la lotería.
Cada quien es libre de creer o no en lo que quiera o en quien quiera [siempre que no afecte a terceros] pero con casos como los del pulpo o la camella uno se queda sin palabras, al menos, los que intentamos aparentar que somos racionales.
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