Un cangrejo en el estómago

Publicado el 23 mayo 2013 por Jcbarona

Me gustan las ocurrencias hasta cuando son los demás los que las tienen. Pienso desde hace mucho tiempo que el día ha valido la pena si he tenido una sola ocurrencia y, aprovechando la amplitud del término, si me ha ocurrido alguna cosa digna de mención. En ocasiones tengo suerte y presencio o protagonizo sucesos y ocurrencias por la mañana y hasta por la tarde; cuando se me acumulan los días o las semanas en las que parece no pasar nada será.

Así sucede que conoce uno personas que siempre cuentan algo interesante o algo que uno encuentra interesante, incluso, esto es mejor, que son interesantes en sí mismas. A veces más interesantes de lo que ellas creen, de lo que pretenden, o por motivos distintos de los que ellos apuntarían. Esto nos pasa un poco a todos.
Me refiero a BOD, vive solo, lee mucho, investiga, indaga y luego lo va contando. Es de esos que parecen al cabo de las cosas que le da a uno cierto complejo de no estar enterándose de nada. Venía de estar con un amigo que no atraviesa su mejor momento, uno que dice que “sabe que nada va a pasar que vaya a mejorar su situación”, que eso le genera una angustia en la boca del estómago en forma de cangrejo que crece y crece y solo parece calmarse cuando bebe… joder, qué claro lo tiene.
Lo primero que habría que decirle al del cangrejo es que se equivoca, que la vida no te va anunciando con antelación todo lo que pasará. La vida improvisa según le parece, por más que sí haya actitudes, actos y decisiones que le marquen el camino. Cada cual va dándose y concediéndose la vida que es capaz con un rango de movimientos, como una ficha de ajedrez, acorde con su condición mental, física, económica y emocional, asumiendo que forma parte de un engranaje complejo compuesto por otras piezas con su rango correspondiente con las que interactúa para sí, para otros, para ambos y para la máquina que los contiene y que los usa que sería, pongamos por caso, la familia, la empresa y hasta la sociedad.
Es incluso un pecado de soberbia ese de creer que lo sabes, lo calculas y lo anticipas todo, lo malo parece ser, como los nubarrones en un cielo despejado, no hay que ser muy listo para vaticinar tormenta. La vida tiene la capacidad y hasta la voluntad de sorprendernos casi a cada momento, y muchas veces a la vuelta no de la siguiente esquina sino de la otra o de la otra, justo cuando te has perdido en el laberinto de tus propios, tediosos y penosos cálculos.
La soberbia del que se olvida de los demás. Admitamos que lo tienes chungo, que nada te va a mejorar a corto o medio plazo en ese espacio vital que te obstinas en ocupar tú solo, pero ¿y los demás?, ¿no has pensado en la falta que les puedes estar haciendo?, no da para tanto esa fabulosa percepción tuya… Tu familia, tus hijos, la gente que te rodea, las personas con las que te relacionas, tu amigo, ese que ha pasado cuatro días contigo tratando de matar de sed al cangrejo imaginario… 
Muchas veces la clave, la clave de ti, esta en el otro. 
No encuentras solución para lo tuyo justo porque eres la solución del prójimo.

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