Y es que, más que una verdadera reforma fiscal, se trata de una reducción del impuesto sobre la renta (IRPF), eliminando algunos tramos del mismo (de siete a cinco), que favorece fundamentalmente a las rentas más altas, pues salen claramente beneficiadas al soportar una menor presión fiscal. Ahí se produce la primera crítica de la reforma: pierde progresividad donde debía serlo con más rotundidad. Según técnicos del Ministerio de Hacienda, las rentas menores a 11.200 euros al año no gozarán de ninguna rebaja, mientras que los que perciben más de 150.000 euros conseguirán una sustancial reducción de sus impuestos.
Como queda dicho, las rentas más bajas de la tabla apenas detectarán ahorro alguno. Los “mileuristas” y los que cobran el salario mínimo, aunque formalmente cotizarán con un tipo menor (del 24,76 % al 20 %), la bajada se verá contrarrestada con los mínimos personales o con la posibilidad de no tener que presentar declaración de renta. El grupo más numeroso de contribuyentes, los que engrosan los tramos comprendidos entre los 12.450 hasta los 60.000 euros anuales de ingresos (tres tramos), pertenecientes a esas clases medias cada vez más machacadas y empobrecidas, sólo disfrutarán de una rebaja de 1 % de media. Es más, entre los 20.200 y 33.007 euros, el tipo será igual al actual e incluso aumentará en 2015 al 31 %. La gran recorte fiscal será para las rentas superiores, como hemos señalado, que verán reducir sus aportes a la Haciendapública del 52 % al 47 % en 2015, y al 45 % en 2016. ¡Menuda rebaja para los que más ganan!
Es el IRPF el que aporta más ingresos a la Hacienda pública, mucho más que las grandes empresas. Las más importantes del Ibex 35 sólo pagan el 18 % de su beneficio, un 5% los bancos, y los patrimonios de muchos dígitos, un 1 % si operan a través de una Sicav. Es decir, la financiación de los servicios públicos en España corre a cuenta de los asalariados, quienes contribuyen de manera directa e indirecta al sostenimiento tantas veces esgrimido en su mantenimiento. No sólo aportan la mayor parte de los recursos para su sostén con impuestos directos, sino que además participan a través deimpuestos indirectos sumamente injustos, como el IVA, que han de pagarse sin importar el nivel de renta.
Reducir los tramos de renta en el IRPF en beneficio de las más altas evidencia la “música” de esta última reforma fiscal del Gobierno, ya que la pérdida de progresividad del impuesto reducirá la aportación de los más ricos, quienes menos necesitan de los servicios públicos y, por tanto, no se sienten concernidos a colaborar en la financiación de los mismos. Ello incidirá en su deterioro o en un mayor coste, vía copagos y repagos, cuando no en la deseada privatización tan apetecida por la iniciativa privada, que hace cargar los gastos al usuario, a pesar de que sigan pagando simultáneamente sus impuestos.
Así que el año que viene, con este caramelito, vaya usted a votar, si se deja engañar. Y prepárese para cuando vengan nuevos recortes después de las elecciones, no se vaya atragantar con el caramelito.