Es la sensibilidad. La dulzura. A veces, también, la crudeza preñada de heroísmo.
Es el detalle. La pasión por el instante eterno.
Es la perfección en un clic. La gloria en el foco. El movimiento en un papel presumiblemente inerte.
Es la grandeza. La obsesión por el trabajo bien hecho. El mimo en cada imagen.
Es Javier Arroyo, Premio "Enrique Ponce" del Club Allard de Madrid en su categoría de Fotografía Taurina.
Es un sueño hecho realidad en una puerta grande que se cruza vestido de blanco y azabache.