Un país en el que se selecciona a los profesores entre el 10% de los graduados universitarios más brillantes, y a partir de ahí los forman para que logren ser excelentes docentes, ya que la única forma de mejorar los resultados es mejorando la instrucción. Hay muchos más aspirantes que plazas (1/10), por lo que el proceso para convertirse en profesor es muy exigente y selectivo. Los salarios son razonablemente buenos, y el prestigio social, muy grande, lo que atrae a más y mejores candidatos a la profesión docente. Todo un círculo virtuoso.
El sistema educativo de este país -cuyo nombre no voy a decir- tiene mecanismos de apoyo específicos para lograr que todos los niños sean capaces de obtener el máximo beneficio de una instrucción excelente. Esto es crítico. Debe ser así, pues una cuarta parte de sus alumnos están sistemáticamente en los niveles superiores en las escalas de rendimiento de los estudios PISA, y tan solo un 5-6% en los niveles inferiores. Para poner estas cifras en contexto, baste decir que, en España, los porcentajes para estos dos extremos son los contrarios: Muchos alumnos con niveles muy bajos y pocos en los niveles altos (4%). En este lugar hay muy poca burocracia, el liderazgo es estable y son muy pocos los cambios bruscos (la política deja en paz al sistema educativo). Los profesores utilizan metodologías tradicionales que conocen bien, sin hacer muchas concesiones a técnicas innovadoras, meramente por serlo. Eso sí, los alumnos están acostumbrados a comportarse responsablemente desde pequeños; atienden en clase y trabajan con seriedad. Con ello el tiempo efectivo dedicado a la tarea es muy alto. Todo el sistema se basa en la confianza; el ministerio de educación confía en sus profesores e instituciones, así que no hay inspectores; los profesores familia e instituciones confían en sus alumnos, así que no hay muchas evaluaciones ni tareas para la casa; todo mundo confía en el sistema educativo. A pesar de que a nivel mundial son los número uno en materia de educación, ciudadanía y calidad social, se siguen esforzando por avanzar en áreas que -desde su propio punto de vista- requieren mejorar. Finalmente, quiero recordar que hay un lugar en el mundo en el que a los estudiantes se les enseña a pensar y en el que los profesores lo hacen por verdadera vocación y no como una manera de ganarse la vida; y han logrado algo único en el mundo: Que ese alto nivel educativo llegue a cada estudiante del país.