Cuando una literatura comienza a explorar el género de la novela, los dos tipos de historias que trata son las picarescas y las amorosas. Esos temas presentan algunas ventajas. En primer lugar, raro es el folklore que no cuenta con historias picarescas y amorosas a las que sus primeros novelistas puedan recurrir. En segundo, ambas ofrecen soluciones fáciles a novelistas principiantes poco seguros de su técnica. En el caso de las novelas picarescas, a menudo basta con hilvanar una serie de anécdotas jocosas para que quede una novela aparente. En el de las novelas amorosas, es normal que el folklore cuente con alguna historia del tipo chico conoce chica, se aman, a pesar de los obstáculos puestos a su amor. Siguen diversas vicisitudes más o menos dramáticas a cuyo término triunfa el amor y fueron felices y comieron perdices.
La novela vietnamita moderna sigue este esquema. La que posiblemente sea su primera novela es una historia de amor. Se titula “Un corazón puro” (“To tam” en vietnamita). La escribió Hoang Ngoc Phach en 1922.
Hoang provenía de una familia de letrados confucianos y su padre había participado en el movimiento nacionalista Can Vuong (Apoyo al Rey), que buscaba expulsar a los franceses y reinstaurar al emperador. Hoang se formó en una tradición dual. Por un lado era capaz de leer la literatura tradicional, escrita con caracteres chinos. Por otro, recibió una educación moderna a la francesa e ingresó en la Escuela Normal. Así pues, es un hombre que estaba a caballo entre dos mundos, entre dos sistemas de valores.
Hoang escribió “Un corazón puro” con la idea de atacar esa extraña innovación occidental de casarse por amor. Esa misma innovación al letrado confuciano Nguyen Khuyen, que era dos generaciones más antiguo, le ponía de los nervios y le inspiró unos versos satíricos:
“Tan bien enseñada está esta generación de chicas,está decidida a entablar fiero combate con los franceses.Ondean sus trajes de tres piezas como banderas, tiran de sus faldas largas y se las anudan para el asalto.Oh tierra y cielo, tened piedad de los diablos blancos.En el mundo de las damas disfrutan del clímax.Qué decepcionados y rechazados se sienten los hombres de los tiempos de antaño;Qué bien enseñadas están las chicas listas de esta generación.”
El ideal, en palabras de Nguyen Tri, un letrado del siglo XV, era:
“Contempla a las mujeres virtuosas de castidad verdadera,Cuya voluntad de hierro las protege de los fuegos de la lujuria.Una hija piadosa y amable da a sus padres tranquilidad de mente,Trae elogios a su familia y mil años de continuidad.”
Hoang se embarca en la misma tarea que los anteriores, pero utilizando la nueva técnica de la novela. Su protagonista es Dam Thuy, un bachiller avanzado con el que probablemente se identificaba Hoang. Precisamente Dam estudiaba con aprovechamiento filosofía, psicología, ética, sociología, etc, con el fin de “compararlas y confrontarlas con el ideal asiático, y después utilizar el idioma nacional para formular una moral cuya enseñanza sería compatible con el temperamento vietnamita.” Sospecho que ése era también el objetivo de Hoang.
Estando de vacaciones, Dam pierde una cartera con documentos. Al ir a recogerla a casa de la viuda de un juez, conoce a sus hijos, Tan y Lan. Ambos han leído los escritos de Dam y le aprecian mucho. Tan enseguida lo considera como una especie de mentor. En cuanto a Lan, empieza a mojar las bragas cada vez que le ve. Sí, soy un basto y un vulgar, pero la novela es tan pacata que si no lo suelto, reviento.
Pronto Dam se da cuenta de que se han enamorado y, serio como es, le advierte, para que no se haga ilusiones, que sus padres le han concertado un matrimonio, que se celebrará en cuanto termine sus estudios. Esto da pie a una serie de pajas mentales por parte de Dam: “Con respecto a la persona que mis padres habían escogido para mí, no sentía más que estima, todavía no era amor, ya que ignoraba todavía su carácter; en cuanto a su fisonomía, apenas la había visto con claridad. La estima que sentía por ella provenía de la que me inspira mi familia, consideraba a la futura compañera de mis días como a una joya que mis padres iban a entregarme, pero en mi interior no sentía todavía nada comparable al amor; era para mí como una extraña. En cuanto a To Tam (es el seudónimo artístico que Dam le da a Lan), era yo mismo quien había descubierto su persona y su rostro, sabía cómo su corazón concordaba con mi espíritu, estaba a mi lado y me expresaba su apego…” Dam reconoce que el amor es algo inefable e irresistible y que por eso hasta un tío serio, aburrido y confuciano como él puede caer en sus redes. Aun así, intenta cumplir con su deber: “Mientras que el corazón estaba lleno de amor por To Tam, la razón me dictaba que la olvidase, me obligaba a distanciarla de sus sentimientos hacia mí para sustraerla a muchos inconvenientes futuros…”
El amor tiene razones que la razón confuciana no entiende y a pesar de todo, ambos inician una relación casta. Quien espere leer sobre polvos salvajes, ya puede ir cambiando de entrada, porque aquí nada de nada. Dam y To Tam tienen conversaciones comedidas y a veces pasean acompañados de Tam, a modo de carabina despistada, porque no parece que se entere de nada de lo que está pasando entre su hermana y su mentor.