Un cuento del libro Cuentos del desván: Aquella Mujer.

Publicado el 08 enero 2014 por Arte Mas Plus Mirta Ester Castillo. @artemasplus

AQUELLA MUJER.

     Otra vez vi junto a su tumba a esa mujer, llorando en silencio, con esa serenidad en la mirada mezclada con dolor. Esperé a que se fuese para poder ir a visitar a mi padre. Su tumba estaba siempre prolija, con esas flores que ella le dejaba. Como siempre, sentí tanta ira por dentro que las tomé y las arrojé al tacho de basura más cercano para dejarle sólo las mías. No tenía derecho a invadir mi familia aún después de muerto él, ya bastante le había amargado los días a mi madre.
      Volví a casa. Por ser una adolescente tenía muy marcados los horarios y más por ser huérfana de padre. Él era el tipo más genial del mundo, me quería muchísimo y yo a él. Siempre fui muy apegada, era la novia de papá. Nunca sentí que hubiese una extraña en medio de la familia, que quisiese a alguien fuera de su esposa y de su hija hasta el día en que desapareció, después de un ataque cardíaco.
       En mi mente tengo muy presente cada detalle de ese día. Cuando llegamos al hospital y ya no había nada que hacer, ella se retiraba con lágrimas sin mirar a nadie. Mi madre la observó con un odio contenido, una imagen que duró pocos segundos, hasta que me vio y cambió la expresión para ir a recibir la noticia. En el velatorio, volvió a aparecer, con ese llanto calmo que conocí por primera vez. No sabía quién era, qué estaba haciendo allí. Sólo vi que mis abuelos paternos la abrazaron y le dijeron algo en el oído. Se acercó al cajón y dejó entre las manos de mi padre una flor, una simple nomeolvides chiquita y se retiró. Antes de cerrarlo, mi madre la tomó y la tiró. Delante de todos le gritó a los abuelos: "¡No, hoy, no, ya basta" y rompió en un llanto incontrolable como si fueran las lágrimas de toda una vida.
        Y fueron las lágrimas de toda una vida, ya que a partir de allí mi madre fue muriendo poco a poco. Comenzó a beber y a tratarme mal, a decirme esa historia que la amargaba y a mirarme, a veces, como a una extraña. Pero era su hija y tenía que vivir con ella. Cada vez que se ponía difícil me escapaba a la casa de mis abuelos para tener un poco del calor de papá cerca y poder sentirme amada de nuevo.
        En una ocasión, cuando llegué a casa me encontré con la policía en la puerta que no me dejaba entrar. Forcejeé con uno de ellos, pero al final salió mi abuelo y me abrazó; mamá se había suicidado. Es muy difícil entender que de pronto, a los dieciséis años, yo no se tiene padre ni madre, que mi madre había decidido abandonarme de un balazo.
        Ahora, estoy viviendo con mis abuelos. No estoy de lo mejor. Es todo muy reciente. Pero mi abuela, una vez, se sentó junto a mí y comenzó a contarme una historia, una historia de amor de un hombre y una mujer que se conocían de toda la vida y que el embarazo de la ex de él hizo que se quebrara con las consecuencias típicas de un casamiento forzado por la obligación de ser padre.
         Me enteré de que mi padre me amó toda la vida y que esa mujer siempre me dio prioridad más allá de su propia felicidad, también me quería porque era parte de él, aunque no hubiese salido de su vientre. Mi madre nunca pudo competir con ese amor tan franco, tan generoso, a pesar de lograr robar un esposo por medio de un embarazo.
          Con la historia en mi mente, volví a la tumba de mi padre y vi junto a ella a esa mujer. Lloraba en silencio, con ese llanto sereno y lleno de dolor. Me acerqué pero, cuando se dio cuenta de mi presencia, quiso huir. Le tomé la mano y le dije: "Gracias" en un susurro. Nos abrazamos y lloramos juntas.

El presente cuento pertenece al libro "Cuentos del desván", su autora Gladys Haydée Delgado tuvo la deferencia de regalármelo, a mí y a mi marido, al comienzo del año 2014, hermosa manera de empezar el nuevo año.
 Creativo lo  que esta alma inquieta y sensible es capaz de transmitir , en medio de su lucha diaria con los números y elementos nada poéticos, transcribo a continuación las palabras con las cuales nos presenta su libro:
"Siento cosas, pero no lo puedotranscribir a papel. Es como que la profundidad se diluye en la palabra muerta y queda un secreto silencioso"
Gracias Gladys por tu hermoso regalo...