Un cuento (o algo parecido) sobre un equipo que ha normalizado la excelencia

Publicado el 30 septiembre 2018 por Toni_delgado @ToniDelgadoG
La selección femenina de baloncesto alcanza en el Mundial de Tenerife su sexta medalla en los últimos seis campeonatos

Jugadoras, cuerpo técnico y el resto del equipo. Foto: FIBA Europe. 


El fotógrafo que retrate el momento tendrá la explicación a un oficio que es una pasión. A su protagonista, según confiesa, no le gustaría revivir ningún capítulo de su carrera deportiva, quizás porque ya los saborea al máximo. Alba Torrens abraza, casi acuna, la pelota y renuncia al último tiro del partido. Parece que esté sola en el patio del Sant Josep Obrer, donde creció su sueño de ser jugadora profesional. Durante décimas de segundo, Torrens parece olvidarse de que se encuentra en el pabellón Santiago Martín,
pero se une rápido a su grupo de amigas. Saltan y gritan. Cantan. Juntas, de nuevo, han vuelto a triunfar: sexta medalla consecutiva, esta vez en el Mundial de Tenerife, y tras arrebatarle el bronce a Bélgica (67-60). La excelencia como hábito. 

Torrens se abraza a Marta Xargay, puede que la jugadora más versátil de Europa y que se había quedado sin lágrimas ayer en semifinales ante Australia. No había sido su día y se sentía responsable. Igual que tras el partido de la primera fase contra Bélgica, cuando la última jugada, tan bien planificada por Philip Mestdagh como mal defendida, cambió el camino de la selección en los cruces. Laura Nicholls se añade al abrazo. La pívot cierra los ojos. Ante Canadá, en cuartos de final, tuvo un bajón de azúcar y hace un momento ha metido tres canastas decisivas convencida de que entrarían. Su abuela desde el cielo, le cuenta a Elena Jiménez en Teledeporte, le ha ayudado: "Es mi ángel de la guardia". Belén Arrojo tiene ángel y un apellido que la define. No ha saltado a la pista en los dos últimos partidos, pero ha jugado desde el banquillo animando. La granadina sabe ser líder, como lo demostró este curso en el Bàsquet Femení Sant Adrià, y asumir un rol más discreto sin dejar de exigirse lo máximo. Ética de trabajo que comparte con Laura Gil, que también maduró en la inagotable cantera del Segle XXI. Gil lleva una máscara para proteger su maltrecha nariz: aunque mucha gente no sepa quién es ni cómo se deja la piel en la pista, nadie ha ganado más medallas con la selección que ella (15). Ni Pau Gasol (14). A Laia Palau nunca le ha preocupado ser conocida. De hecho, según cuenta su excompañera Nieves Anula, hace años no era consciente de su potencial como jugadora y quizás tampoco se daba cuenta de que era una líder. Se dirige al grupo y levanta el puño arriba. Puede que haya sido el último partido con la selección de una capitana que ha dicho varias veces que lo deja, pero que no lo hace. Cualquiera que ame este deporte reza para que el momento no llegue todavía. Es el caso de una de las grandes seguidoras de Laia Palau y con la que ha compartido Mundial, Queralt Casas, tan competitiva y exigente consigo misma que no baja los brazos hasta que alcanza lo que persigue. Desde 2013 aspiraba a volver a jugar un gran torneo con la selección y ha justificado su presencia ofreciendo un rendimiento inmediato desde el banquillo. También cinco años llevaba aspirando a regresar Cristina Ouviña, un todoterreno físico y mental. Una directora y gestora de emociones. Con la aragonesa en pista España ha ganado por 15 puntos a Bélgica. Y con Silvia Domínguez, por nueve. Ha sido el mejor partido en el torneo de la base de Montgat, que no pudo jugar los últimos partidos de la preparación por problemas físicos. Su convocatoria quizás fue la más señalada. Más difícil sería encontrar a quien pusiese en duda la presencia de Astou Ndour, que llegó a Las Palmas con 14 años con el sueño de ser profesional, y se ha convertido, gracias a su trabajo constante y silencioso, en un ejemplo para las niñas que quieran emularla. Vital y la más regular del grupo, Ndour forma parte del quinteto inicial del torneo. El cometido de Anna Cruz no era alcanzar los números de la pívot nacionalizada. Ante Bélgica ha salido del banquillo para recomponer al grupo tras otro inicio errático. Anna Cruz ha dirigido bien a un equipo en el que todas se sienten importantes. El mejor ejemplo de ello es Bea Sánchez, casi inédita antes el partido de semifinales ante la Australia de Liz Cambage, una de las estrellas del Mundial. Una gigante de 2,03 metros a la que durante un rato pudo contener. A Bea Sánchez no le gustan las excusas. Más bien las odia.  Le pasa lo mismo a Leo Rodríguez, que se quedó a media uña de ir al Mundial de Tenerife tras una notable preparación y un muy buen año en su club, y que prometió animar a sus compañeras desde la distancia. El éxito también en suyo, como de las otras tres que no pasaron el corte definitivo. Es el éxito de Tamara Abalde, cuyo último gran torneo con la selección se remonta al Europeo de 2009 y que debutó en los Juegos Olímpicos de Pekín con 19 años. Si en el Valencia Basket repite un curso tan completo con el Stadium Casablanca, no sería extraño que Abalde dispute el Eurobasket del año que viene. María Araújo parece el futuro de la selección. Encaja en ese perfil de jugadora altruista, hambrienta y coral que busca el grupo. Puede que sea la deportista de la Liga Día que más ha progresado la última temporada. En el Wisla de Cracrovia Arúajo coincidirá con Leo Rodríguez y con María Conde, que en el Uni Girona ha ofrecido, de manera discontinua, la gran clase que atesora. Quizás le falte un poco más de recorrido para darse cuenta de que no tiene límites. No los tiene el seleccionador, Lucas Mondelo, capaz de pronunciar la palabra exacta en el momento adecuado a cada jugadora para reactivarla y reconducir, desde la pizarra, las situaciones más complejas. En Tenerife el técnico de l'Hospitalet de Llobregat se ha colgado su sexta medalla en seis campeonatos. Cogió al grupo en un momento complicado tras un Eurobasket horrible y lo clasificó para el siguiente, el de Francia de 2013. Oro. Entonces, Lucas ya contaba con César Rupérez e Isa Sánchez como ayudantes. Ambos se dejan los ojos analizando y buscando el más mínimo detalle de las rivales hasta altas horas de la madrugada, igual que el nuevo en la oficina, Nacho Martínez. Las manos de Juan Carlos Palacio, el fisioterapeuta, y Carmen León, la médico, cuidan a unas jugadoras que han convertido en hábito la excelencia y son mucho más visibles gracias al trabajo del departamento de prensa de la FEB, formado por Ibon Landa y compañía.