Hay que ser muy fanático y estar muy podrido para sentirse orgulloso del espectáculo o de los contendientes. Es probable que sólo los enfermos de odio y los amigos del rencor y la violencia se sintieran a gusto. La política no es lo que los españoles contemplaron anoche, sino un servicio a la comunidad que congrega a los mejores y a los mas generosos. Y los dos que estaban allí, quizás se merecieron los calificativos que se escupieron: indecente, miserable, ruín...
¡Maldita sea! Han convertido España en una pocilga y ellos, nuestros dirigentes, han perdido el pudor y se exhiben con toda su suciedad a cuestas.
He comentado el debate con algunos amigos y todos coinciden en resaltar tres aspectos: el escándalo de su comportamiento, el escaso nivel de las propuestas y argumentos y la poca credibilidad y altura que exhibieron. Yo no podía apartar de mi mente, cuando los escuchaba, la tragedia de una España que necesita en estos tiempos de sus mejores hijos y que sólo cuenta con personajes de nivel deplorable, de dudosa reputación y de moral deficitaria.
A Sanchez se le notaba desesperado por remontar y recuperar los votos que pierde después de que su partido, el PSOE, se haya visto envuelto en episodios corruptos terribles y en el nefasto mandato de Zapatero, el político mas despreciado de la España moderna, desde Fernando VII. Sánchez reflejaba a la perfección la imagen de un socialismo en decadencia, que apenas se distingue de la derecha, pero que es incapaz de unirse a ella para afrontar grandes retos, cuando España lo necesita.
En la otra esquina estaba el indolente Rajoy, herido por la corrupción, sospechoso de todo, incapaz de generar una sola gota de emoción y experto en mentiras y ambigüedades, sin otro argumento para convencer a los españoles que el de exhibir una recuperación económica que, aunque es real, la ha construido sobre el trabajo precario, la desprotección de los débiles y el endeudamiento atroz de la nación.
Ninguno de los dos habló con solvencia de la lucha contra la corrupción; los dos se arrojaban basura al rostro sin respeto por los ciudadanos, ante toda la nación; ninguno de ellos supo convencer, ni ilusionar, ni devolver a España un sólo gramo de esperanza en su clase dirigente. Ni siquiera mencionaron que el Estado que han construido, con mas políticos a sueldo que Francia, Alemania e Inglaterra juntos y con mas aforados que el resto de la Europa comunitaria, debe adelgazar con urgencia porque es incosteable.
Si España fuese un país desapasionado, digno y racional, El PSOE y el PP habrían perdido anoche las elecciones. Pero la pobre España, que es ya un país castrado y confundido, desarbolado por el liderazgo de una clase política indigna e inepta que lleva años minando el alma de la nación, seguirá votando a sus verdugos.
Pobre España, tan lejos de Dios y tan en manos de semejantes fantoches.