La primera novela de la autora mexicana F.K. Glezger, que lleva por título El secuestrador de mentes, hace aparición en un momento clave, pues los lectores están ansiosos por leer cosas nuevas. Así pues, además de ofrecer deliciosas reminiscencias de lecturas ya consagradas dentro del género, este libro se convierte en la puerta a nuevas aventuras y reflexiones que buscan, precisamente, encontrar su propio lugar en el ámbito de la literatura.
La historia narra la vida de Kai, un joven japonés cuyo trabajo en su propia empresa tecnológica está a punto de catapultarle a lo más alto dentro de la industria, quien un día se encontrará (o será encontrado) por un hombre llamado Bosco. Este, siguiendo su instinto de supervivencia y buscando cumplir una promesa, utilizará sus dotes de psiconauta —una persona con habilidades especiales que puede viajar a través de distintos mundos usando su mente— para intentar escapar del mundo en el que habita, un terrible y decadente lugar llamado Ordos. No obstante, para ello necesitará la ayuda de Kai, el cual se verá inmerso en una trama pseudo-criminal que requerirá su ayuda para poder cumplir sus objetivos, aunque, para eso, él también deberá mirar al pasado y enfrentarse a los recuerdos.
En ese sentido, existe en este libro y fuera de él una cuidada relación entre presente y futuro. La misma autora ubica los comienzos de su afición a este tipo de literatura, entre otras cosas, en las reflexiones que escuchaba de su abuelo, Antonio Gerard:
“Él tenía un telescopio con el que me mostraba los astros desde la azotea de su despacho, me hablaba del universo y de la vida en otros planetas. Recuerdo a mi abuelo decirme alguna vez que nada viaja más rápido que el pensamiento. Él me decía: «cierra los ojos y piensa en la luna… ¿La ves? —yo asentía—. Es porque ya estás ahí».”
Y es que El secuestrador de mentes aboga por los sentimientos más puros y solidarios, lo que lo lleva a mostrar, por otro lado, una auténtica representación de los valores humanísticos que hoy en día amenazan con desaparecer, incluso de la teoría de las escuelas y universidades. Es esto, de hecho, lo que configura también la personalidad de los distintos personajes de la novela, los cuales tienen una riqueza de espíritu que contribuye a la originalidad de la historia y que les permite erguirse con fuerza ante la violencia y el miedo que tienen que encarar.
En definitiva, los catorce capítulos que conforman el libro invitan al lector a convertirse en un psiconauta más —pues, sin duda, la imaginación fluye a través de la narración con considerable facilidad—, quien seguramente no pueda esperar a los siguientes volúmenes de la saga que su autora ya está preparando.
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