Un desafío para la oposición cubana

Publicado el 22 octubre 2015 por Diariocubano

El desafío que enfrenta la oposición cubana (foto de archivo)

LA HABANA, Cuba.- El desafío de la comunidad prodemocrática cubana no es, en profundidad, de orden político; es de orden psicológico. El ámbito en el que se puede decir que el régimen nos viene ganando la partida hacia el futuro.

Descarto que el régimen signifique un desafío en el orden estratégico. No lo constituye porque el gobierno tiene un claro proyecto de poder, pero carece de tres proyectos fundamentales: de país, de nación y de Estado. Por ese orden. Si se sigue confundiendo, por ejemplo, la continuidad cincuentenaria en el poder con lo complejidad que supone un proyecto de nación, podríamos suponer que de verdad el régimen nos lleva una ventaja sideral en la imaginación de país. No lo veo así.

El estímulo tácito a la juventud para que convierta su capital de habilidades y conocimiento en remesas dice muy poco del entendimiento del gobierno para construir un país; la manipulación política y cultural de la diversidad fundacional de Cuba revela lo lejos que el gobierno está de los verdaderos constructores de naciones, y la práctica cotidiana de mandar, dicen que gobernar, al margen de la Constitución es la prueba al talco de su escasa visión de Estado. Así que, mirando por esas zonas, solo nos quedan dos actitudes: la de la preocupación como víctimas y la del alivio como demócratas. La mezcla de visión y retorcimiento en el poder sí que sería preocupante.

Hagamos de nuestro lado el ejercicio abstracto de compatibilizar o buscar los puntos comunes entre la diversidad de iniciativas que a lo largo de 30 años ha parido la oposición dentro y fuera de Cuba y descubriremos tres cosas: primero, que las diferencias entre nosotros son, mayoritariamente, de lenguaje; segundo, que todo lo que el gobierno está haciendo, y mal, ha sido dicho bajo el sol de la oposición; tercero, y lo esencial, que tenemos un proyecto de país y de nación a distancia de cualquier cosa que haya salido de las arcas teóricas del régimen cubano.

El régimen no es tampoco un desafío político en otro sentido. Y no se escandalicen. Voy a fundamentar lo que afirmo. El reto que se nos ha impuesto es físico: un poco de policías bien armados impidiéndonos el paso. Dado el tipo y el control establecido sobre la sociedad cubana, la realidad política en términos de realismo físico, lo que a principios del siglo XX llamaban la física del poder, ha sido la de David contra Goliat; la de Gulliver en el país de los enanos. Y en este campo, como física del poder, el régimen ha perdido la guerra política: no ha logrado desaparecernos como corresponde a su diseño totalitario de Estado y tal como habría sido su gusto y el de muchos de sus viejos y nuevos aliados, incluso en el campo democrático. Digámoslo así: entre gobierno y oposición hay un empate político, físicamente hablando.

Pero hay un desafío en el que estamos perdiendo, y del cual creo ha dependido primariamente las posibilidades de ganar el debate político en dos direcciones cruciales: el consenso, o la unidad suave, y la ciudadanía. Y este desafío está en el campo de la psicología. Como han reconocido muchos, el gobierno logra debilitarnos más por el control privilegiado de la información que proviene de nuestras lenguas que por el uso de la tecnología de penetración e implosión. No han sido suficientes los agentes para destruir la oposición, ni han alcanzado la represión en las calles o el encarcelamiento para neutralizarnos como alternativa estratégica. Con cada golpe propinado, la oposición ha salido, como cuerpo en sí mismo, fortalecida y más nutrida. El problema es que esto ha sucedido con menos consenso psicológico. Ese que es necesario para crear y fortalecer los climas de confianza y las prácticas maduras que resuelven los conflictos interpersonales.

Y esto porque el régimen ha nutrido, alimentado y explotado muy bien el capítulo del rumor, del imprudentis lingua, de la afirmación ligera, de nuestra tendencia a la credulidad y a la no comprobación o al análisis lógico de los hechos fabricados en los laboratorios de la contrainteligencia con fines perversos. Nuestra poca inteligencia emocional para manejar los desencuentros y para personalizar las diferencias políticas, sumada a nuestra incapacidad terapéutica para reconocer nuestros errores y nuestros horrores en la plaza pública de la oposición se han convertido en los instrumentos por excelencia para generar la cantidad mínima de desconfianza que cualquier régimen represivo necesita para mantener fragmentado al cuerpo social. Y el asunto aquí es que somos nosotros los que creamos el campo propicio de acción, no depende del tipo o la cantidad de estupefacientes que el gobierno nos provee a través de la libreta de abastecimiento.

En el límite superior se requiere fuerza mental para enfrentar a un gobierno despiadado en el ejercicio de la confrontación moral y en la explotación productiva de nuestros disensos mutuos, pero en el límite inferior solo necesitamos entendernos como seres imperfectos, y admitir que lo que alguna vez hicimos o estamos ahora mismo haciendo, que la opinión que sostenemos y sostuvimos sobre los demás era cuando menos errada, o ciertamente cierta, o marcada por nuestras ambiciones, pero que mal manejadas o ventiladas en el cuarto opaco de la intransparencia psicológica minan los necesarios puentes de acercamiento requeridos cuando nos embarcamos en un empeño mayor. Lo importante sería saber que, por ejemplo, si alguien piensa mal de mí, aceptar yo esto como un hecho inevitable, con o sin fundamento, y que esto no sea, sin embargo, un obstáculo para trabajar junto a mi detractor, en la dirección públicamente asumida, sin que nos amemos.

Es verdad que la opinión sobre los otros determina nuestra proyección hacia ellos; lo necesario en política es dejar atrás nuestra opinión sobre los demás, y construir la confianza sobre reglas claras que nos permitan avanzar en y hacia la meta. Un régimen que no puede explotar la desconfianza fundada entre personas es un régimen perdido.

Me gustaría repetir aquí una frase pero en otros términos: solo si logramos desafiar la audacia atrevida de un régimen que se cree con capacidad ética para el juicio moral sobre la gente, después de 56 años ininterrumpidos en el ejercicio del poder, podremos enfrentar con éxito el desafío psicológico de la desconfianza alimentada y alimentable en nuestros peores defectos.

Mi propuesta es la de una terapia colectiva dentro de la oposición, que reproduzca, a nivel psicológico, la práctica eclesiástica del saludo entre feligreses en medio o al final de la misa. Reconocer ante el otro que quizá hemos hablado un poco de ‘cáscara de piña’ sobre él; que hemos sido injustos o nos hemos creído justos en una acción determinada y perjudicial. Que las empresas sociales y políticas no se fundan necesariamente en el amor o simpatía, sino en el interés compartido por intereses diversos dentro de una causa común, nos permitirá vencer la madre de todas las batallas exitosas del régimen cubano, y sus aliados, contra nosotros: la de la mente.

Via:: Cubanet