Portaba un vestido rojo de escote recto que enmarcaba el principio de sus senos y parte de sus redondeados hombros. Las mangas amplias y desmontables dejaban ver la delicada e inmaculada camisa blanca de lino con hilos de plata bajo ella. Se despojó con torpeza de la mayor parte de su suntuosa vestimenta y la dejó de forma descuidada sobre una roca de color blanco que resaltaba sobre la ribera. Poco después al intentar quitarse precipitadamente la camisa inferior rasgó sin darse cuenta el delicado tejido con una joya de su mano. Dejando vagamente a la vista del clandestino observador unos firmes y redondeados glúteos sonrosados. Estos parecieron asomarse insolentes a través de la fortuita abertura que osciló caprichosamente sobre su piel con cada uno de sus movimientos.El corazón de la joven comenzó a latir raudo al oír el crujido de unas ramas. Nerviosa escudriñó entre los troncos albos de los abedules. Sus mejillas se arrebolaron por la inquietud de poder ser descubierta. Observó con atención los árboles sus gráciles hojas se mecían bajo la brisa de la primavera.Tras inspeccionar someramente el resto desechó sus miedos y se intentó zafar de la camisa blanca enredándose por la premura con una de las perlas que aún adornaba su peinado medio deshecho. Se agitó furiosa cegada por la camisa bajo ella tan sólo quedaba una sola prenda un prieto corsé blanco con dibujos de flores rosadas. Enmarcaban sus turgentes senos unos delicados encajes blancos sobre la parte superior de dicho corsé. Sus pechos se agitaron voluptuosos mientras tironeaba de sus cabellos para liberarse de la camisa que cegaba su rostro sin dejarle ver nada de lo que acontecía en derredor suyo.
Finalmente lo consiguió y la dejó junto al resto de las cosas. Algo sofocada por el calor decidió arrodillarse para beber un poco de agua formando un pequeño cuenco con sus dos manos. El agua lamió sus muslos y se adentró en su sexo despertando una oleada insospechada de placer.
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