A las ocho de la mañana, empezaron a verse una serie de emanaciones en el cercano Monte Vesubio, las cuales fueron seguidas durante la tarde por una violenta erupción. En menos de 24 horas, Pompeya y muchos de sus habitantes quedaron sepultados debajo de una espesa capa de ceniza volcánica. Algo totalmente inesperado.
Jesús les dijo a sus discípulos que volvería un día mientras la gente estuviera ocupada en sus tareas, comiendo, casándose, y sin tener la menor idea de lo que estaba a punto de suceder. «Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre» (Mateo 24:37).
El propósito del Señor era instar a sus discípulos a velar y estar preparados: «Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis» (v. 44).
¡Qué sorpresa gozosa sería dar la bienvenida a nuestro Salvador durante este día común y corriente!
¡Quizá sea hoy!
(Nuestro Pan Diario)