Salgo del trabajo. Llego a casa. Me pongo a comer con Papagoloso, que encima está pachucho (muyyyy pachucho, es hombre). Antes de acabar, Mister se despierta y acabo de comer con él en brazos. Toca la papilla de fruta. Pitando al cole a recoger a Miss. Pitando de vuelta para llegar a casa. Pitando a cambiarle y ponerle el bañador. Pitando, no, pitandísimo, hacia la piscina (que menos mal que está debajo de casa); llegamos 5 minutos tarde (la clase dura 20) y cuando aun no me he recuperado del agobio de las prisas toca ducharla y pasar un calor sofocante, que ahoga, en los vestuarios, y entre la espera para coger ducha, enchufar secador y la poca colaboración de Miss se nos hacen casi las 7 de la tarde. Vuelvo a casa. Miss se queda con mi madre y con Mister y salgo pitando de nuevo. Un rato en la frutería, otro en la carnicería, y el súper para mañana si hay tiempo. Y vuelvo a casa, pitando, sí, y cargada, y con un millón de cosas que hacer aun, todas sencillas, de poco tiempo, pero que hay que hacer sí o sí. Los niños ya están con el pijama (gracias mamá). Preparo la cena para Miss y nosotros (sus padres). Preparo el biberón para Mister; mi madre se lo da. Yo me pongo a cenar con Miss. Son las 20.00 h. Antes de acabar la cena acuesto a Mister, que menos mal que se duerme sólo y enseguida. Adiós mamá. Miss y yo acabamos de cenar; muy pronto, para lo que Miss acostumbra. Y... por fin, el momento que parecía que no iba a llegar, el momento por el que aun me quedarán varias cosas que hacer, pero da igual: Miss y yo nos relajamos en el sofá y jugamos al Quién es Quién de Hello Kitty. A las 21.30 h. (más tarde de lo que me gusta, pero el día lo merece) un cuento, preparación pre-acostarse y a la cama. Ufffffffffffffffff; respiro. Vuelvo a respirar. Y llega Papagoloso (hoy más tarde de lo normal), que sigue pachucho. Pongo una lavadora. Hago la papilla de Mister para los dos días siguientes. Me ducho, pelo incluido, con lo que ello conlleva. Tiendo. Preparo otra lavadora para el día siguiente. Y sofá. Sí, sofá. Y TV (raro en mí). Y ordenador (no tan raro). Y a la 1.00 de la madrugada, cama. Dulces sueños sólo interrumpidos alguna vez por un breve lloriqueo de Mister, que cesa en cuanto me levanto y le pongo el chupete.Uff, sólo leerlo siento agobio, el mismo que imagino sienten la mayoría de las madres cada día, porque nada de lo que aquí expongo es raro o se sale de lo habitual; todas en menor o mayor medida lo hacemos diariamente. Ayer tuve la suerte de que mi madre estuvo aquí hasta casi el final, pero no es lo habitual, así q hay días a los que además he de añadir lloros incesantes de uno y desesperos y llamadas de atención de otra. Vamos, lo normal. Así que, aunque ya sé que dije que aun gracias que tenía tiempo para seguir con Miss como antes, que si piscina, que si tardes de patio post-clases, que si jugar... Ja! Sólo tres días y ya he tenido que tomar la primera medida para que mi/nuestra vida no se vuelva un verdadero caos. Miss irá a la piscina sólo los sábados por la mañana. A ver si así puedo sacar unos minutos para acercarme al súper, a la farmacia o donde haga falta sin tener que sentirme realmente mal y mala por no poder dedicar algo de tiempo a jugar con mi princesa y darle los mimos que se merece, igual que su hermano.Os suena esto de algo?