Un día cualquiera

Por Gabriel Benítez @BrazosMi

Hoy es un día más. Mi rutina comienza con varios sorbos a un café bien cargado y alguna que otra calada a un cigarro electrónico. Inmediatamente después, un afeitado y una ducha bien rápida, así estaré ya preparado para la hora en que debo irme a trabajar, justo después del almuerzo. Si me da tiempo a algo más, me sentaré a escribir o a ordenar un poco el piso hasta que escuche tus buenos días. Esto de tener algo más de tiempo no suele ocurrir...

¡Despertaste!

Y ahí estás tú, has despertado riendo y hablándole a tu peluche. No hay para mí una voz más dulce en todo el mundo. Es hora de preparar el biberón y sentarnos a ver los dibujos mientras lo tomas. Te cojo en brazos y ya me estás sonriendo, mientras pides tu bibi. Después, viene una tarea que para mí puede ser de las más difíciles. ¿Qué ropa escojo y cómo la combino? Menos mal que está su madre siempre pendiente y me ha dejado todo preparado.Pues bien: niño desayunado, vestido y pañal cambiado. Aún quedan miles de tareas en la casa por hacer, pero eso puede esperar. Todos los padres hacen malabares para llevar la casa adelante con un niño que desordena y corretea, que demanda cariño y que nos involucremos en sus juegos.

Y después... ¿juegos o paseo?

Hoy, no podremos salir, aunque todos los días solemos hacerlo. Lo que cambia, es que hoy está lloviendo, por lo que no podremos ir al parque. El tobogán y el columpio estarán mojados. Hoy, el sol no hará brillar su pelo rubio ondulado ni resaltará el azul intenso de sus ojos. Tampoco podrá ir saludando y llamando la atención de todos como a él le gusta ir haciendo durante el paseo.
¿Qué opciones quedan para pasar la mañana? Nos quedaremos en casa jugando. Tiene miles de juguetes regalados en Navidad porque, a él, no le falta nada. Regalos de titas, abuelos y otros tantos que nosotros, sus padres, pedimos a los Reyes Magos. A poder ser, nada de televisión, a mamá y a mí no nos gusta que pase largas horas ahí mirando parado. Sin embargo, lo que seguramente prefiera es pintar, ¡que no falten los lápices de colores y los folios!
¡Papá, coche! ¡Papá, estrellita! Y papá venga a hacer dibujos, así cerca de una hora. Sé que la cosa no acabará ahí, ahora querrá ir a la cocina a picotear algo y, a la vuelta... ¡Columpio, columpio! Ya está, acaba de recordar lo que hace a diario y no ha podido hacer hoy: montar en el columpio. Y yo, a eso, no puedo negarme. Hoy, mañana y durante mucho tiempo, mis brazos harán de columpio. O, como en un futuro me gustaría que lo recordaras: TUS BRAZOS, MI COLUMPIO.