Soñaba desde pequeño con visitar aquel lugar tan lejano que decían se veía desde la Luna, pero no fue hasta que supe que aquello no era cierto (por su reducido ancho no se aprecia), cuando comencé a sentir que algún día llegaría el momento de visitarlo. Y ese momento había llegado. Estaba en Pekín tras 22 días en China y visitar la Gran Muralla era el último reto.
Destino: la Gran Muralla en Jinshanling.
Amanecí muy temprano, alrededor de las 6:00 am., porque mi objetivo era tomar el bus directo de las 8:00 hacia Jinshanling, pero, por la poca información que encontré sobre este transporte, decidí irme antes de tiempo hacia la estación de Wangjing West. Allí llegué tras 45 minutos de metro a las 7:20.
Tras salir a la calle, cuál fue mi sorpresa al ver bien en grande la información sobre el transporte hacia la Gran Muralla; sin embargo, el bus de las 8:00 no saldría porque no había personas suficientes (se necesitan 20), en concreto sólo éramos 3 los intrépidos viajeros que esperaban a ese bus. Nos explicaron en un perfecto chino, del que no entendimos una palabra, y con una tarjeta en inglés, la cual aclaró algo el asunto, que en ese caso tendríamos que tomar el bus hacia Luanping y nos pararían en un área de servicio, Jinshanling Service Center, donde un transporte gratuito nos llevaría hasta la entrada de la maravilla. No teníamos otra opción, había que fiarse del hombre que sólo hablaba chino y entregaba tarjetas en inglés.
Tras más de 2 horas de camino, sin nada reseñable, llegamos al Jinshanling Service Center, donde, como nos habían comentado, saldría el minibus hacia la muralla. Lo más destacable del lugar es que desde ahí se ve la Gran Muralla, por lo demás es una sencilla estación de servicio. Un ligero escalofrío recorrió mi cuerpo al ver la silueta de la maravilla serpeteando entre las montañas. Primeras fotos desde la lejanía y a las 10:00 salió la furgoneta en dirección a la entrada.
Apenas 5 minutos de trayecto y llegamos al acceso este de la maravilla llamada por los chinos para el turismo: Jinshanling Scenic Spot. El simpático conductor nos indicó que nos recogería a las 15:00 en el otro extremo: en la entrada principal u oeste. Así que aboné la entrada de 65 yuanes y comencé el ascenso en solitario hacia la Gran Muralla.
Este primer tramo transcurre por un sendero, perfectamente acondicionado, que te va dejando ver poco a poco la muralla, luego se convierte en exigente hasta que llegas al primer punto destacado, la torre de las 5 ventanas, que te da acceso a la maravilla. Subes unos cuantos peldaños y disfrutas de la primera panorámica del lugar. ¡Espectacular!
Primeras impresiones de la Gran Muralla.
La belleza de la escena me impresionó, pero lo primero era situarme en el contexto histórico de dónde estaba exactamente. La sección de Jinshanling se construyó hacia el 1570 DC, durante la dinastía Ming y está formada por 5 pasos, 67 torres y 3 torres guía. Además, es importante saber que está conectada por el este con la sección de Simatai y por el oeste con la sección de Mutianyu.
Desde lo alto de la torre de las 5 ventanas y gracias al excelente día que tuve, luminoso y despejado, tu vista se dejaba perder por el horizonte. Muchos kilómetros de muralla en ambos lados y pensar que se trata de una maravilla de 4500 kilómetros y yo no veía más allá de 30.
Las dimensiones de la Gran Muralla te sobrecogen por lo que ves, pero más aún por lo que no.
Tenía por delante 10 kilómetros de camino hasta la entrada oeste, con más de 4 horas por delante, así que comencé a caminar para controlar realmente cómo sería de duro el trayecto. Los primeros metros fueron impresionantes, con unos desniveles que no te permitían mantenerte en pie con facilidad ni siquiera apoyándote en los extremos de la muralla. Había que ir sin prisa, pero sin pausa, porque quedarte parado en esas pendientes no era sencillo.
Al fin, tras 150 metros, pude encontrar un respiro y contemplar lo que había recorrido y eso que era el inicio. El serpenteo de la muralla se perdía en la distancia, pero ya más de cerca sí que se apreciaban los sube y baja constante, las zonas más deterioradas o los enormes escalones que había que superar.
Jinshanling no es apto para todos los públicos, hay que estar en una forma física aceptable, porque si no el día se puede hacer muy cuesta arriba, nunca mejor dicho.
En esta primera zona llegaba a las torres, situadas cada 100-150 metros, casi siempre en solitario. Las sensaciones que tenía eran de plena satisfacción por haber elegido (y obtenido) un espléndido día, en una sección apasionante y sin apenas nadie. Estuve muchos minutos caminando entre siglos de historia sin gente, y no tenía que esforzarme casi en evitarlas en las fotos, simplemente no había.
Entre pasos y torres de Jinshanling.
Al llegar al siguiente paso, Houchuan, ya pude calcular el ritmo de mi paso y poder evaluar el resto del trayecto. Estaba en tiempo, de hecho, podría caminar un poco más de lo previsto sino me entretenía demasiado. Seguí caminando no sin antes hidratarme y comer un poco, porque el Sol comenzaba a apretar y refugios, más allá del interior de los pasos, no hay.
En el interior de las torres siempre encontrarás locales vendiendo agua, snacks y algo de comida.
Me seguía impresionando el camino por donde iba, pero casi más el seguir viendo muralla en el horizonte, la sensación de girarte en cualquier dirección y contemplar algo grandioso no es sencillo.
En la Gran Muralla me pasó constantemente, es una maravilla de 360 grados.
Los desniveles seguían apareciendo y, poco a poco, el goteo de personas se incrementaba, pero muy bajo para lo que esperaba. Fue un poco antes de llegar al siguiente punto relevante, los edificios Jinshan (pequeño y grande) cuando me surgió la idea de fotografiar la muralla desde otro punto de vista: desde las ventanas de sus torres. Si apreciarla en persona era bello, hacerlo desde el visor de la cámara por un ventanal le daba otro punto artístico.
Al edificio Jinshan pequeño es donde llega el teleférico que comienza en la entrada oeste (o principal), así que el flujo de personas se hizo mayor, pero superando ese punto, de nuevo llegaba la calma. Continué caminando a buen ritmo hasta el paso Shaling , apenas me quedaban 6 torres y un paso por delante y todavía tenía más de 2 horas hasta la hora acordada. Empecé a valorar continuar por la muralla antes de desviarme hacia la entrada principal.
Esta última zona de Jinshanling entre Shaling y Zhuandou es más relajada y atrás quedaban los fuertes desniveles del inicio, tanto que se apreciaban perfectamente al girarte y ver el camino recorrido.
Y tras 3 horas llegaba al paso de Zhuandou, el punto donde se inicia el sendero que te lleva hasta la entrada principal, donde nos recogerían una hora después; sin embargo, decidí continuar rumbo al siguiente paso, Taochun, donde según el mapa había otro sendero que conectaba con la entrada, pero nada más lejos de la realidad…
Justo antes de iniciar el camino entre Zhuandou y Taochun, vi a lo lejos a la pareja de franceses con los que había compartido el bus desde Pekín, así que los esperé y les consulté sobre sus intenciones. Tenían dudas, pero los convencí para que me acompañaran hacia el nuevo paso en busca de ese camino alternativo. Lo que ellos no sabían, ni yo tampoco, es que el camino era inexistente, al menos no fuimos capaces de encontrarlo…
Perdidos en la Gran Muralla.
El trayecto entre los 2 pasos volvía a ser exigente y con bastantes zonas deterioradas, lo que implicaba en muchas ocasiones usar las manos como apoyo.
A cambio, la recompensa visual era tremenda, las mejores fotos de la Gran Muralla las hice aquí. Se apreciaba perfectamente la sección donde estábamos, Jinshanling, pero también como el serpenteo era mayor hacia la siguiente sección, Simatai.
Caminamos unos 30 minutos y si el mapa hubiese sido fiel reflejo de la realidad hubiéramos llegado a las 15:00 al punto de recogida; sin embargo, nada de eso pasó y salimos hacia un sendero por el paso de Taochun encontrándonos perdidos a los 15 minutos en un diminuto poblado de 5 casas donde nadie hablaba inglés, ni siquiera podían interpretar nuestra mapa en chino. Intentamos otras dos rutas que vimos, pero llegábamos a puntos de difícil acceso y cada vez más lejos de la muralla. Se puede decir que, literalmente, estábamos perdidos y nuestra única referencia era el paso por el que habíamos salido y algunas torres que veíamos.
Lo mejor en estos casos es mantener la calma, así que asumimos que no llegaríamos a tomar el bus de las 15:00, pero tendríamos que llegar al área de servicio antes de las 16:30 porque el último bus hacia Pekín pasaba a esa hora y luego ya no habría forma (sencilla) de regresar. Y estábamos a 140 kilómetros de la capital, aunque ahora teníamos un problema mayor que solventar, cómo llegar a la entrada.
El final de un sueño.
Debatimos y decidimos que la mejor forma era volver a la muralla, deshacer el camino y salir por el camino marcado del paso Zhuandou. Así lo hicimos, no sin superar algunas dificultades, pero a las 16:00 estábamos en el centro de información de la entrada. Les explicamos nuestra situación en un medio inglés-chino-gestual y nos pidieron un taxi que nos llevaría al Jinshanling Service Center en 5 minutos. Todavía no sé bien muy cómo, pero conseguimos el taxi, nos condujo a toda velocidad y llegamos a las 16:25 al punto de recogida. A las 16:30 llegó el bus y pudimos regresar a Pekín.
Sé que los franceses se estuvieron acordando de mí todo el viaje por la aventura vivida, pero yo estaba tranquilo, así son los viajes y no siempre sale todo perfecto, a veces hay contratiempos, la clave está en tu capacidad para solucionarlos. Aquí volví a entender que había mejorado mucho a gestionar este tipo de situaciones.
Me sentí orgulloso y esbocé una ligera sonrisa mirando a la carretera rumbo a casa.
Sobre las 19:00 llegué a Pekín y regresé a mi hostal muy feliz por todo lo vivido y por haber conocido esa maravilla con la que tanto soñaba. Como suele suceder después de un gran acontecimiento, las emociones me impidieron dormir con normalidad y reviví parte de lo que pasó… aunque hay veces que tus recuerdos se quedan a años luz de lo que realmente viviste.