Un día especial en la comunidad de Milibangalala

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino
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“Hoy puede ser un gran día”, dice Serrat en una de sus canciones más conocidas. Después, agrega que “depende, en parte, de ti”. Y esto es una de las cosas en las que más coincido: “en parte”. Porque, uno puede poner toda la mejor onda y la mejor energía, pero no siempre todo depende de uno, sino solo “en parte” (aunque esa parte sea muy importante, sigue siendo “en parte”).
Ese día para la comunidad de Milibangalala iba a ser “un gran día”. Los integrantes de esta comunidad viven en un lugar muy pequeño, en el interior de una reserva natural. Si bien en total son alrededor de 130 personas, solo unas 30 viven cerca de la casa de los fiscales, el resto, vive disperso por la reserva, algo aislados y sin muchas intenciones de sociabilizarse.


No suelen llegar muchas vistas a la comunidad Muvucuze, en Milibangalala. Una vez al mes, y por voluntad de Miguel y su equipo, llegan dos médicos para visitarlos. Ese día es un gran acontecimiento. Las mamás buscan las libretas sanitarias de sus niños, los pesan, los vacunan y los revisan. Los adultos hacen sus consultas y reciben sus remedios. Las mujeres se sonrojan al ver los preservativos y los hombres jóvenes apenas miran.
Antes de la revisión, los médicos dan una pequeña charla sobre algún tema preocupante. Ese día fue sobre las diarreas. Pero no es tarea fácil. Los papás no llegan a darse cuenta del peligro de una fuerte diarrea. “Sacále eso de la boca”, le dice en lengua changana uno de los oficiales a la mamá. Mientras, ella mira y no sabe a qué se refiere. Era una ojota que estaba muy sucia en el interior de la boca de un niño. Después, en esa misma lengua, le explicó por qué eso tenía relación con la diarrea.

Pero ese día no solo estaba la visita de los médicos, sino que estábamos nosotros! Ellos no sabían bien qué estábamos haciendo ahí, mirando todo y tomando nota. Pero lo descubrirían en unos minutos, cuando el fiscal que también hace de maestro los invitó a pasar a la escuela.

Dino, el fiscal-maestro y una de las niñas.

La escuela es un toldo con algunos asientos y mesas. No hay horarios ni materias establecidas. Se hace lo que se puede y con mucho esfuerzo y amor. En ese espacio, bajo ese toldo, se presentó Magia en el Camino. No paramos de sorprendernos por los lugares a los que llegamos. Un enorme placer.

Nos enamoramos de ese peinado y la mirada de Mafiky.

A unos pocos metros de nuestra carpa teníamos la playa: desierta, solitaria, ruidosa, bella. Una de nuestras tareas diarias fue caminarla y llagar a sus dunas, subir y disfrutar de unas maravillosas vistas de la bahía (sin fotos).

Esta reserva se encuentra a unos 40 kilómetros aproximadamente de Punta do Oro (yendo por la playa), un pequeña localidad turística y balnearia. A esta localidad llegan, sobre todo los fines de semana, muchísimos visitantes desde Sudáfrica. Las principales actividades son el buceo, el nado con delfines, la navegación en lancha y el snorkel. Existen varios complejos hoteleros de diferente categorías y muchos bares para tomar cerveza y comer pizzas y hamburguesas.

 Algunas imágenes de la pequeña localidad. 

¡No se asusten! ¡No manejo yo! Solo soy la acompañante. 

En la imagen se observan boyas perdidas en el mar, que los fiscales o la gente de la comunidad rescató de la playa. Las cortan, las limpian en su interior y las utilizan como termos. Mantienen muy fresca el agua. Pero como parecen planetas, se los dejamos de regalo. Que los planetas se alineen para todos!!!

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