Ésta es la historia de una pesadilla convertida en un sueño.
LA PESADILLA
Los combates se interrumpen al mediodía, cuando el sol vence al cañón más potente. No hay frente en este inmenso y desértico territorio, cuyo verdadero tamaño no aparece en nuestros mapas de escala europea. Los soldados portugueses aún están en el país cuando a Angola la atacan por el norte y por el sur. Bajo la máscara de una guerra tribal ha estallado una de las guerras calientes de la Guerra Fría. En el palacio presidencial, un poeta, António Agostinho Neto, intenta gobernar un país que se deshace.
“El rumor agotaba a todo el mundo (…) la gente sudaba de calor y de miedo”. Verano de 1975. Kapuściński comienza su relato en un hotel de Luanda, desde el que observa la metamorfosis de la ciudad. Huyen primero los policías; después, los bomberos y, por último, fuga decisiva, los basureros. En el puerto y las calles de la ciudad de piedra crece una efímera ciudad de madera, el mundo perdido de los colonos portugueses. “No he visto en ningún lugar del mundo una ciudad como aquélla”. Los libros se quedan atrás, mientras la ciudad de cajas zarpa rumbo a Lisboa, Río de Janeiro, Ciudad del Cabo. Sus dueños blancos huyen volando.
Kapuściński sale de Luanda y recorre las carreteras polvorientas que le llevan a un frente que no existe. Atraviesa los controles improvisados de los tres bandos en guerra pronunciando la palabra mágica, sin saber si su abretesésamo le identificará como amigo o le acusará como enemigo. Los soldados que deciden el destino de su vida son chavales sin uniforme, sin botas, sin cascos, sin instrucción militar. “Es una guerra pobre, ataviada con un traje de percal barato”. Sin apenas armas, los chicos derrochan balas para vencer su miedo.
“Tenemos que madurar para la guerra, para que haya cada vez menos tiroteos a ciegas y cada vez más muerte”. La voz de los mandos se cuela en el relato de Kapuściński sin las barreras de las comillas. El periodista es polaco, pero no lleva la barba que distingue a los blancos que se han quedado a luchar con Neto, que han decidido que ese país que quieren matar antes de nacer es su patria. Blancos barbudos que se enfrentan a otros blancos mucho mejor armados. Mercenarios en el norte, disciplinados soldados sudafricanos en el sur. Pronto los barbudos contarán con el apoyo crucial de las tropas cubanas que envía Castro.
Kapuściński narrará esta pesadilla en ‘Un día más con vida’, uno de sus primeros libros. Probablemente, el mejor.
EL SUEÑO
“A mí Ryszard Kapuściński me cambió la vida“, confiesa el cineasta a Gregorio Belinchón en este artículo. Un día Raúl de la Fuente decidió que haría un documental sobre ‘Un día más con vida’. Volvería a rodar en las calles de Luanda, conduciría por la terrible carretera de la muerte que recorrió el periodista, buscaría en Lisboa a los exiliados supervivientes. Con suerte, con mucha suerte, encontraría a dona Cartagena, la dueña del hotel Tívoli, al comandante Farrusco, a Óscar, a Gilberto, a Félix… a todas las personas con las que Kapuściński vivió su aventura.
Pero, ¿cómo trasladar a la pantalla las palabras de Kapuściński? De la Fuente – triunfador en los últimos Goya por ‘Minerita’, un corto documental – llegó a la conclusión de que sólo la animación podía permitirle hacerlo. “Quiero invitar al público a viajar con Kapuściński, y si es posible a que sienta en esos 90 minutos lo que lo yo sentí“. Lleva años en su aventura y todavía le queda mucho por hacer, pero la primera escena de su película es muy prometedora. Su sueño, transformar en imágenes el libro que Kapuściński prefería entre todos los suyos – mi libro preferido de Kapuściński -, es un reto enorme que sólo merece tener éxito.
‘Un día más con vida’. Ryszard Kapuściński. Anagrama. Barcelona, 2003. 184 páginas, 14,5 euros.
Pd.: La fotografía de esta entrada es de Ryszard Kapuściński y es una de las 75 de la exposición ‘África en la mirada’, que organizó la Asociación de Periodistas Europeos.