Isabely Fernando hacia meses que no utilizaban el despertador para levantarse. Ya hace tres años que los dos forman parte de ese cuatro millones de parados, y del millón de familias que no cobran ninguna prestación, por agotar han agotado hasta la esperanza. Pero hoy el despertador los lanzo de la cama a las siete de la mañana. Había mucho que hacer a primera hora, y eso que ayer Isabel ya dejo planchada la ropa para ponerse hoy. Por un día, cambiaban el chándal de mercadillo por ropa como dios manda.Se habían levantado, duchado (hoy también era un día especial y tocaba ducha) y desayunado sin dirigirse la palabra, sin desearse buenos días, en eso no había habido variaciones de costumbre. Serian las 9,30 horas cuando Isabel indico a Fernando el cajón en el que se encontraban los calcetines oscuros con una mirada. Pantalón oscuro, camisa a rayas verdes, corbata verde manzana y chaqueta gris marengo conformaba el uniforme de gala de él. Vestido a flores rojas y naranjas (de verano), chaqueta de punto roja, medias y zapatos de con considerables tacones el de ella. Los dos, vestidos, parecían dos claveles reventones, estaban como embutidos en sus ropas como las morcillas cuando empiezan a hervir, antes de romperse. Y es que el paro provoca también exceso de peso entre las personas que lo disfrutan.La primera mirada del día, que Fernando fijo en Isabel durante más de cinco segundos seguidos, la motivo el sombrero que ella intentaba ponerse sin demasiada gracia.A las diez, los dos estaban ya sentados en su pequeño sofá de dos plazas, en su pequeño salón de 12 metros cuadrados, frente a su gran televisión de plasma. Encima de la mesa baja situada entre ellos y el televisor, tres mandos a distancia, tres paquetes de tabaco, tres cenicerosy tres mecheros.Los dos son telecincoadictos, pero pronto comprobaron que en esto de las bodas reales, como la primera ninguna, y además sin anuncios.Bueno dejo estas pequeñas notas, que llega el Príncipe Guillermo a la Iglesia, ya están todos dentro, solo falta Kate.