Si algo está claro en la política española actual es que Zapatero ha sido elegido como referente del rechazo ciudadano, el peor drama que puede ocurrirle a un político. Cuando eso ocurre, lo mejor es desaparecer de la escena porque el pueblo ejercerá su venganza contra esa persona, en cada cita electoral y con una crueldad inimaginable.
Es lo que ocurre con Zapatero en España. Lo merezca o no, Zapatero está ya desahuciado por los ciudadanos y será el receptor del desprecio y del odio nacional contra la clase política. Mientras le vean activo, le machacarán. Si los socialistas españoles le permiten mantenerse en el poder hasta las próximas elecciones generales, el varapalo del 22 de mayo pasado no será nada comparado con el que les espera entonces. Con Zapatero en la Moncloa, el PSOE podría ingresar en el grupo mixto.
La petición realizada por Patxi López de celebrar un congreso extraordinario que ponga fin inmediato a la "era Zapatero" se produce porque muchos socialistas están aterrorizados por el rechazo masivo que Zapatero ha concitado en la sociedad española y quieren liberarse cuanto antes de esa maldición.
Zapatero, por sus mentiras, por sus falsedades e incumplimientos, o quizás porque despertó en su día grandes esperanzas que, posteriormente, quedaron frustradas, ha conseguido algo difícil en política: generar un rechazo tan amplio y potente en la ciudadanía que se confunde con la repugnancia. Hoy por hoy, Zapatero es el activo más fuerte y rentable del Partido Popular, ya que su presencia en la vida política constituye, como ha quedado demostrado en las recientes elecciones, una imparable fábrica de votos de derechas.
Pero él se niega a asumir responsabilidad alguna en el desastre de España, una actitud que exaspera todavía más a los votantes y refuerza en los ciudadanos su deseo de castigarlo y humillarlo hasta el extremo. Ël está blindado hasta 2012, gracias al apoyo de los incondicionales mercaderes de escaños de CC, PNV, CiU y el nuevo fichaje de BILDU, que ha entrado para reforzar el equipo que odia a España, pero los ciudadanos quieren que dimita y que desaparezca. Si no lo hace, además de reforzar la convicción, ya masiva en España, de que es un tirano camuflado, estará alimentando una sed de venganza que ni siquiera podemos imaginar.
¿Por qué ha sido tan desproporcionado el castigo recibido el 22 de mayo? ¿Por qué razón las encuestas nunca detectaron la magnitud del castigo que los socialistas iban a recibir en las urnas? ¿Acaso el pueblo castigó a candidatos a los que apenas conocía? Todas esas preguntas tienen una única respuesta política y sociológica: el pueblo español ha disfrutado practicando la venganza contra Zapatero, el hombre al que atribuye la ruina actual de España, su deterioro social y moral, su pérdida de prestigio internacional, su desintegración interna, la masa de desempleados y pobres y otros muchos males, algunos de los cuales sería hasta injusto atribuírselo al presidente socialista.
Para desgracia de los socialistas, la ciudadanía española se ha sentido a gusto degustando el plato frío de la venganza, la noche del 22 de mayo, y está más que dispuesto a saborear el mismo sabor agridulce y profundo la ´próxima noche electoral. Los españoles, en relación con ese Zapatero que tanto nos ha empobrecido, engañado y mutilado la patria, nos hemos vuelto caníbales.
La única receta que puede salvar al PSOE es que Zapatero desaparezca. Pero una advertencia: no bastará con que se retire a León discretamente. El PSOE, si quiere evitar la catástrofe que los españoles preparan en silencio, tendrá que condenarlo públicamente como un dirigente que ha causado un daño terrible a España. Sólo así se producirá la necesaria catarsis y la imprescindible expiación.