Un dinamitero en el interior del aparato, relato personal de 15 años de auge y decadencia del PSC

Publicado el 07 julio 2014 por Trinitro @trinitro

Este es un artículo en el que relato mi historia en el PSC, en él pretendo explicar como desde mi perspectiva lo que era una gran organización, un partido con mucha fuerza y con una capacidad de vertebrar mayorías e intereses sociales, un partido que ha sido motor de la sociedad catalana y que sin él no podemos entender la historia de los últimos 35 años de Catalunya ha terminado cayendo en una espiral de la que no sabemos si se levantará.

Un aviso para los que leáis este larguísimo artículo. Ante todo quiero ser respetuoso con los compañeros y compañeras que cito y con los que no. Si no lo logro es por mi torpeza y no por mi intención. El mejor valor que aún tiene el PSC es el equipo humano de gente que aún cree en las siglas y de gente que aún sin creérselas tiene un apego emocional o histórico con él. No me considero mejor que ningún otro compañero, lo que intento es describir lo que son aciertos y errores desde mi filtro personal, tal y como los he vivido y creo. Asumiendo que es una visión subjetiva.

Primera etpa. Aquellos años en los que yo era aparato

Entré en el PSC de mano de Jaume Collboni hace más de 15 años. Mi carrera los dos primeros años fue meteórica, al año de militar ya era adjunto de organización de mi agrupación, y 6 meses después fui secretario de organización. Directo con 24 años y solo año y medio de militancia ya era el policía malo de la agrupación.

De militante de base a secretario de organización

Ser secretario de organización de una agrupación del PSC no es fácil, y si tu primer secretario se comporta de forma cafre es peor. En ese período de 3 años no creo que hubiera alguien con quien peor me llevara que fuera mi primera secretaria, Núria Carmona. De ella voy a aclarar que es posiblemente la única responsable política que he tenido en el partido que ha terminado por entenderme y con la que mejor relación mantengo y a la que he aprendido a respetar más en sus habilidades y capacidades. Pero por aquél entonces ella era muy novata como primera secretaria y yo era un pipiolo. Durante ese período descubrí como el PSC dedica enormes cantidades de energía a tener entretenidos a los militantes en cuestiones irrelevantes como en las agrupaciones se hace creer a la gente que participa de una toma de decisiones que no pasa por ellos ni de forma indirecta. Como secretario de organización aprendí a organizar cenas, autocares, mítines, actividades varias y a escuchar a personas mayores. Aprendí a hacer campañas electorales, aprendí a trabajar como un león y encontré mis límites emocionales. Aprendí a trabajar con mi criterio a pesar de tener una fuerte presión ambiental. Como dijo la que entonces era regidora del distrito, yo era como un trozo de roca que se estaba cincelando como un mineral. El problema es que el mineral salió con taras.

Era bueno, no tanto en escuchar a gente mayor (soy un borde y no tengo paciencia) pero sí para la mayoría de las tareas. Creo que solamente mi sustituta inmediata, Feli Lora, otra leona del trabajo que también duró un tiempo limitado, ha estado a la altura de mi legado. Lo digo como lo siento y pienso. Con Núria supimos mantener la tensión en un nivel aceptable, a pesar de que la situación era muy dura. Pero terminé bastante churruscado, y con rencor hacia mi primera secretaria y en parte al propio PSC por permitir que alguien de 30 y pico machacara a alguien de 20 y pico de la forma en que fui machacado. Como digo, hoy ese rencor ha desaparecido, pero marcó los siguientes años de mi actividad política y mi cambio de actitud. Hoy soy un cínico en muchos aspectos y un suicida político debido a esa etapa. Si en aquél momento no salté del partido rebotadísimo es por figuras como las de Enric Llorenç, un personaje que era el apagafuegos oficial de la federación y que daba un apoyo moral y mediaba entre todos esos cargos intermedios. Una cosa que aprendí es que ciertos “gatekeepers” que aparentemente tienen un perfil de segundo nivel son más importantes de lo que muchos creen.

Durante ese período entré en el consell de districte como conseller de mobilitat i seguretat (o algo parecido). Cargo que ejercí durante 8 años. Sobre mi etapa institucional en el distrito ya escribí un post, con sus luces y sombras, y no entraré en detalle, quedándome en la vida interna.

En esos 3 años aprendí varias cosas, que el PSC no sabía gestionar el talento interno. Que además canalizaba la falta de espectativas y la mala gestión de recursos humanos en trabajo absurdo y en batallas sin sentido. El arte de la dirección era saber aprovechar esas tensiones internas y mantenerlas a un nivel aceptable y que no se dispararan. El objetivo no era acabar con los conflictos, sino en que la tensión simplemente no se disparara. Porqué en el momento en que las batallas ridículas y minúsculas desaparecieran el objeto de crítica podrían ser ellos.

La ficción de la democracia interna y la alta dirección.

También aprendí que la democracia interna era una especie de ficción mantenida por ula aquiescencia de los cuadros intermedios. La lección la recibí el verano del 2006 al final de mi etapa como secretario de organización. En Julio a los primeros secretarios y secretarios de organización de Barcelona nos reunieron para que el Consell de Federació del PSC de Barcelona diera apoyo a Clos, en aquél entonces había un rum-rum interno contra el alcalde, por sus malas espectativas electorales y por la mala imagen que tenía. Nos reunieron y nos pidieron que diésemos apoyo nuevamente a Joan Clos, que había entendido nuestras demandas y que reconduciría su postura. Me extraño que esta información la dieran el primer secretario de la Federación y no fuera el propio Joan Clos el que diera la cara. Al parecer el poder se mantiene mejor cuando uno es el intermediario en lugar de que el propio alcalde diera la cara ante los cuadros intermedios del partido en Barcelona. Aceptamos. Otro error, si renuncias a ejercer tu papel de control y se lo cedes a la dirección, al final no puedes exigir responsabilidades.

Dos meses más tarde volvieron a reunir al Consell de Federació para anunciar que Joan Clos era sustituido por Jordi Hereu. La decisión me gustaba, Joan Clos era un lastre para las opciones electorales del PSC. El problema es que si dos meses antes Joan Clos era lo suficientemente bueno para apoyarle, lo era dos meses después. Simplemente alguien de muy arriba había encontrado salida a Clos y este había aceptado y podían hacer el cambio. Me dí cuenta que lo que decidiera el Consell de Federació era realmente irrelevante, que solo era un órgano de ratificación. Salí a hablar e indicar a mis compañeros que nos tomaban por idiotas.. en el momento que lo hice me dí cuenta de que servía de poco. Los 200 y pico compañeros que formaban el Consell de Federació la mayoría tenían el culo comprometido con la dirección del partido o querían tenerlo. Quien no era/éramos consellers de districte cobrando unas dietas pequeñas, eran cargos de confianza en una u otra estructura de la administración o dependía su sueldo de forma directa o indirecta del partido o aspiraban a ello. No me considero mejor que quien quiere vivir del partido. Simplemente mis criterios e incentivos son diferentes. Y cuando el órgano de control de la dirección son “asalariados” de la organización, el control que se ejerce es distinto. Si algo explica tal vez los exabruptos de la última etapa del PSC es posiblemente que ahora somos más los que no comemos del partido en las estructuras intermedias.

Conspiraciones de pacotilla y la huida a la federación de Barcelona

Con estas lecciones aprendidas pensé que lo mejor era saltar a la federación de Barcelona. Había dejado el cargo de secretario de organización y pasé a ser secretario de política municipal de mi agrupación. Cargo que ejercí con poco entusiasmo. Mi trabajo como secretario de organización había sido prácticamente impecable y tenía suficiente credibilidad entre los militantes como para poder pedir cualquier cargo de la agrupación. Opté por política municipal, podía volcarme desde el distrito y alejarme algo de la órbita de Núria. Por aquél entonces tenía muy buenas relaciones con la regidora de distrito (Elsa Blasco, ICV) y el equipo técnico y tenía la autonomía necesaria para ir a la mía sin caer en los juegos de palacio al que el PSC arrastra a los cargos intermedios.

En esa etapa conspiré contra Núria, una conspiración muy de bar, que no iba a ninguna parte y lo único que logré era poner en jaque las contradicciones internas de su gestión y las carencias de su actividad institucional. Éramos un grupo de rebotados y cuadros intermedios con ganas de cambiar las cosas, pero sin mucha fuerza. Todo hay que decirlo. Esta conspiración tiene un inspirador, Jaume Collboni. No sé muy bien porqué nos empujó a intentar no se muy bien qué. Intentaba emular a Miquel Iceta, supongo, dividiendo la agrupación para emerger él como el que lo arreglaba todo para sí ganarse la gratitud eterna de los dos bandos. Le salió bastante mal. Sigo sin entender porqué nos empujó a atacar a Núria y conspirar contra ella (de una forma bastante idiota, todo hay que decirlo) para luego retirar el empuje y apoyar a Núria en sus medidas “de castigo”.

La película era clara al cabo de pocos meses, si manteníamos el pulso moriríamos aplastados. Yo intenté que diésemos todos pasos atrás, retirarnos a los cuarteles de invierno antes de pasar el daño a mayores, pero hubo quien el tirón le pudo. Fue mi mayor error político y que pagaron otros en mi lugar. Dos compañeras perdieron el puesto como conselleras de distrito. Dos excelentes políticas, las mejoras conselleras de distrito del equipo y excelentes en su trabajo fueron las víctimas de la partida. Ellas cometieron el error de no saber retirarse a tiempo, pero eso no quita mi responsabilidad como motor de la conspiración ni tampoco la responsabilidad última de Jaume Collboni de habernos empujado para después dejarnos en la estacada y haber terminado apoyando a Núria Carmona. Otro ejemplo de selección inversa. Salieron las dos mejores del equipo y nos quedamos los mediocres como yo.

Hoy visto con perspectiva, la conspiración no iba a ningún lado y Núria después de esa etapa mejoró notablemente como primera secretaria. Yo aprendí a respetarla, no por saber ganar votaciones, sino porqué en el fondo el trabajo de primer secretario es muy parecido al de animador sociocultural, con muchos elementos de poco lustre. Hay que tener madera para ello y ganas. Tener paciencia para escuchar las manías de cualquier militante, incluída la de tarados como yo. Es un arte. Saber mantener los equilibrios entre egos, saber mantener la paz en tensiones y guerras absurdas, por motivos a veces totalmente insignificantes requiere alguien con mucho talento en las relaciones interpersonales. Sigo creyendo que se excedió cargándose a las dos compañeras, ya que debilitó el grupo municipal y bajó la calidad de la acción municipal. Lo que es mejor internamente posiblemente no lo sea para las instituciones y la relación con las asociaciones de vecinos, los técnicos municipales y el resto de partidos con los que haces coalición. Pero esa guerra la tenía ganada ella.

En ese momento yo decidí que tenía que si quería prosperar políticamente (uno también es egoista) creía que sería mejor alejarme de Núria y de las guerras en la agrupación. Así que diseñé mi propia “patada para arriba”. En ella me ayudaron bastantes compañeros, a algunos no los nombraré por no comprometerles (sabéis quienes sois y os reconozco la ayuda). Por aquél entonces estaba ya en la sectorial de ciberactivismo y me había destacado por mi activismo en la red y mi conocimiento del medio digital. Por aquél entonces el que iba a ser primer secretario, Carles Martí, ya me conocía. Era el momento y el lugar. Núria Carmona además me ayudó (nada mejor que una patada para arriba para quitarse un elemento distorsionador), pero no solo fue por el motivo egoista de quitárseme de encima, sino porqué comenzamos a confiar el uno en el otro y a respetarnos.

Mi etapa en la sectorial de ciberactivismo, isla Tortuga

Ahora el relato se separa en dos. Una parte relacionada con la sectorial de ciberactivismo que transcurre casi simultánea a mi estancia en la dirección del PSC de Barcelona. Hay paralelismos pero la historia no es la misma. Por tanto cuando vuelva a mi etapa en la federación de Barcelona, volveré hacia atrás en el tiempo.

Jaume Collboni era secretario de sectoriales del PSC y creía que había de crearse una sectorial de ciberactivismo en el PSC. Había una comunidad de ciberactivistas muy inter-relacionada y muy atípica. Jéssica Fillol, Carlos Guadian, Raquel Querol o Jose Antonio Donaire, entre otros. Este fue el núcleo fundador con algunos otros compañeros, de la sectorial de ciberactivismo. Yo fui el número 2 de la sectorial. El jefe era Jose Antonio Donaire con el que había afinidad política y personal pero que tampoco hicimos “equipo” en el sentido más estricto de la palabra. Éramos algo parecido al ejército de Pancho Villa en el que todos nos respetábamos al estilo de un club de caballeros ingleses, con cierta pedantería, hacíamos jornadas, íbamos a dar charlas y dábamos cursos. Por aquél entonces conocí a Jordina Freixanet, para mí una de las personas más desaprovechadas del partido, podría ser una dirigente de primer nivel pero la sombra de Angel Ros y la situación en el que ha estado el PSC la ha mantenido siempre en un segundo plano.

Para mí Jordina, y después Aroa Arauzo, que han dado la cara por la sectorial en la ejecutiva nacional, son ejemplos de lo que han de ser unos dirigentes políticos. Alguien que se parte la cara por los suyos y se pone delante, encabeza proyectos que diseña su equipo como si fueran propios, apoya, empuja y no ahoga. Si he sobrevivido tantos años en el PSC son porqué personas como ellas se han partido la cara por mí. Con Jordina ha habido más afinidad política y personal, somos más cercanos generacionalmente y en posiciones ideológicas somos más próximos, además hemos compartido heridas políticas recientes, y compartir trinchera siempre une. Pero creo que Aroa ha hecho su papel tan bien como el de Jordina. Si no fueran las circunstancias en las que estamos, el equipo de la sectorial con Aroa y Jordina hubiera sido invatible.

La época dorada de la sectorial

La sectorial tuvo una época dorada, la campaña autonómica de Montilla. Es el único momento en el que política y profesionalmente me he sentido realmente aprovechado en el PSC. Formábamos parte del equipo de campaña. Nos reuníamos con los asesores externos y con los que ejecutaban la campaña. Aportamos ideas, algunas de ellas se implementaron, y aunque perdimos las elecciones creo que hicimos dentro de las posibilidades del relato general una buena campaña. El mérito es de Jaume Collboni, quien abrió realmente el equipo de campaña a la sectorial. Era una campaña que se partía de perdedor y Jaume actuó como los samurais que van a la batalla asumiendo que están muertos. Dió lo mejor de sí mismo. Jaume cuando cree que no tiene nada a perder es genial. Nunca más le he visto así (excepto destellos muy puntuales). Si alguien quiere entender el porqué alguna vez he creído en Collboni, tendría que haber vivido esa campaña.

A partir de ahí todo fue a menos. Donaire marchó. Mosqueado por más de un motivo, y el que menos fue que un tipo de su talento fuera dejado de lado por personas mediocres. El PSC es la historia de la selección inversa de líderes y el malbaratamiento del talento, lo de Donaire tan sólo es el enésimo ejemplo.

Comandar la sectorial

Jaume Collboni me encargó la dirección de la sectorial, eso sí, renunciando al puesto de Conseller Nacional (el órgano de control de la alta dirección del partido). Jaume no quería tener un tocanarices en el Consell Nacional, ya me había labrado una fama y él me conocía mejor que nadie. Sabía que era bueno para dirigir el equipo (no tanto como Donaire) y que tenía credibilidad, pero que era un peligro meterme en el CN. Propuso que fuera Carlos Guadian, lo creía más “dócil”. Le salió rana, ya que creo que fue más osado, valiente y decidido de lo que yo hubiera sido.

Acepté. El equipo de la sectorial molaba un huevo y la experiencia de las autonómicas de Montilla había sido muy chula, además los compañeros de la sectorial me apoyaban. No me arrepiento. Logramos defender la autonomía y libertad de los ciberactivistas. No sé si logramos hacer del ámbito digital algo parecido a “Isla Tortuga” en un territorio donde abundan los “fanboys” y las direcciones inflexibles, pero se parecía. Defendimos que el activismo en la red no era un ámbito de clones repetidores, y defendimos la libertad de expresión en la red. Jugamos un papel en el último congreso del PSC defendiendo enmiendas que promovían grupos críticos, como la limitación de mandatos y además las ganamos, aunque luego no fueron aplicadas. Mantuvimos el espacio de libertad y creo que nos ganamos el respeto, aunque sin entendernos del todo, de personas incluso tan “aparateras” como Pepe Zaragoza o el que será primer secretario del PSC, Miquel Iceta.

Pero una isla de libertad no es un océano. La estrategia que algunos alcaldes del PSC creen que pueden mantener de “aislarse de la debacle generalizada y hacerlo bien en su isla local” no va a ningún lado. Mi desapego a la dirección del PSC, al conjunto de direcciones, mi hastío con la mediocracia que sostiene a la dirección no podía ocultarlo. Mi labor de francotirador interno no era compatible con la de responsable de la sectorial y decidí dejarlo. Sin acabar mi mandato como delegado nacional, dejé el relevo a Cristobal Avilés, los compañeros de la sectorial, Aroa y a él mismo le parecieron bien. Es persona que creo que aúna el perfil “pro dirección” con el de aires de libertad de la sectorial. Y acerté.

Mi etapa en la federación de Barcelona I: En el territorio del sombrerero loco.

Mi vida en la federación de Barcelona creo que se puede calificar como caos y más caos. Carles Martí es una persona que respeto personalmente y aprecio porqué permitió que un tío disidente y tarado como yo estuviera en su equipo. Pero políticamente creo que ha sido un desastre. No he conocido persona más inflexible y fiel a su criterio a pesar de que este criterio demostrara un profundo error tras otro. Con Carles no ha habido nunca piedras o puñales, asaltos o pugnas. Pero sí discusiones, muchas, un montón. Carles es filósofo racionalista, es la versión de letras de Sheldon Cooper. La antítesis de un físico empirista, un físico “de bota” y no de bata.

No es que lo pasara mal. Por aquél entonces ya me sentía lo suficiente libre y maduro para decir y hacer lo que me diera la gana. Me he divertido mucho en la federación de Barcelona, a pesar de la frustración y no considero que sea una etapa negativa en lo personal. Allí conocía algunas de las personas con las que creo que tengo una posición política e ideológica opuesta, pero personal magnífica, como Carlos Vivancos.

La primera etapa tal vez fuera la más normalizada. Carles Martí, gracias a las artes de terceros, confió en mi como responsable de “ciberactivismo” de la federación, me metió en la ejecutiva y allí entré. Gobernábamos todo. Teníamos recursos, éramos unos cracks, o eso nos creíamos.

Ya de buen principio me dí cuenta que casi nadie entendía que podía aportar allí dentro. Aún así me hice un hueco. Conseguí un “listado de ciberactivistas” basado en la relación personal y en la confianza interpersonal, uno a uno, identificando quien se movía por la red, fichándolos y montando un equipo de locos. Ese fue mi espacio.

Creo que en esa etapa cometí dos errores serios. El primero fue no reclamar recursos. Había una parte del trabajo en redes, relacionado con la comunicación corporativa que requería recursos. No los reclamé. El segundo fue no ser grosero antes.

Hubo ocasiones contadas en que me pisotearon en algún proyecto, despreciando mi capacidad profesional y mi limitado talento político, pero es algo habitual. Luego he considerado que eso forma parte de los errores en la selección inversa de líderes y malbaratamiento de talento.

La consulta de la Diagonal

Yo creía que podría sobrevivir creando una isla de locos. Pero el mar que me rodeaba estaba aún más lleno de dementes. La campaña de la consulta de la Diagonal era algo bastante disfuncional. Durante un tiempo me sentía un poco idiota diciendo que en la red “ganaba la opción C” mientras gente supuestamente más lista que yo decía que ganaría la “A”. Comenzó mi sino de ser la Casandra que acierta todas sus predicciones y a la que nunca hacen caso.

En aquél entonces entré en contacto con algo aún más disfuncional, la dirección del equipo de comunicación de alcaldía. Aún hoy sigo sin entender quien hacía qué y de que se responsabilizaba quien de qué en ese equipo. No entraré en detalles, si la federación de Barcelona del PSC éramos el club de té del sombrerero loco, la dirección del equipo de comunicación de alcaldía eran alienígenas venusianos. Al menos nuestra biología era de base carbono.

Evidentemente nos estalló en la cara. Carles Martí ofreció su pescuezo y se fue un tiempo al paro para asumir el coste político. Esto es algo muy de Carles Martí. Está como una cafetera pero tiene un sentido del honor muy alto.

Primarias Hereu – Tura o la guerra de las Rosas.

De ahí pasamos a la campaña de primarias de Hereu – Tura. Como responsable de ciberactivismo creo que logré mantener una de las pocas islas de neutralidad de esa campaña, con excepción de alguna agrupación. Primarias a dos es algo parecido a una guerra. Los incentivos son a ver quien pega más al otro, y la guerra sucia emerge necesariamente. No hay tu tía y más en algunos rincones del PSC de Barcelona dominados por sectarios de medio pelo, o mejor dicho, mucha barba. Tampoco es que el equipo de Tura fuera manco, pero no contaba con los resortes del poder. Creo que ahí crecí, me reconocieron como un tío válido. Poco me sirvió, pasamos a la fase más descabellada de la política del PSC de Barcelona.

Perdimos las elecciones municipales, hicimos la campaña lo mejor que pudimos y Hereu hizo el mejor papel que pudo… pero la degradación de credibilidad era imposible remontarla. Volví a descubrir como hay personas que el PSC escoge para determinadas responsabilidades que son más que cuestionables. Vi como malbaratamos recursos en la campaña en la red al pasar la gestión de estos recursos a un supuesto “fichaje” muy bueno. En esto de comunicación institucional y política en red hay gente que supuestamente es buena porqué maneja presupuestos de 5 ceros, no porqué realmente sean buenos. Cualquiera con 5 ceros hace virguerías, el arte es hacerlo con 4 ceros y liberar recursos para cosas más importantes. Otro episodio más de como malbaratar talento.. o más bien como se crean redes clientelares y los líderes buscan seguridad a pesar de que les salga más cara. Perdimos, y no lo achacaré a ese sobrecoste de la campaña en la red. No había quien ganara esa campaña.

Mi etapa en la federación de Barcelona II: Los caballeros que decían “Ní”.

A partir de ahí comienza la etapa más chanante de la política barcelonesa del PSC. Vamos al congreso de Pere Navarro, con las consecuencias políticas que todos conocen, o mejor dicho… que todos deberían conocer. El PSC de Barcelona cambia papel político por sillas. Creíamos que poner al luego imputado Dani Fernández de secretario de organización o a Ferrán Pedret en un buen puesto, además de otros compañeros, nos daría un papel como federación. Les dió un papel mejor dicho a las famílias Fernández y Pedret, más que a la federación. Como contrapunto le agradezco a Carles Martí que en ese mercado persa de sillas ayudara a empujar a Jordina Freixanet a estar en la ejecutiva, la federación de Lleida la había dejado un poco tirada y la sectorial de ciberactivismo la queríamos dentro. Carles se mojó de forma generosa, sin ninguna contrapartida. También muy típico de Carles Martí.

.. y llegó Lourdes Muñoz

Carles Martí se presentó a la reelección como responsable del PSC en Barcelona, traía de fichaje estrella a Lourdes Muñoz, como secretaria de organización, maniobra de Dani Fernández para controlar algo más la federación de Barcelona. Lourdes era alguien que ya conocía, se había inmiscuido en la campaña municipal pero siendo el titular pude mantenerla en un papel más secundario, que le era cómodo a Carles y no me distorsionaba demasiado. Creía que podríamos llegar a entendernos y ella respetaría mi espacio y mi papel y yo me adaptaría a su forma de funcionar. Iluso de mí. Lourdes es una demente peligrosa. No en el sentido clínico, sino en el político. No creáis que yo “odio” a Lourdes, la jodida ha logrado que sienta un afecto personal hacia ella. Su mezcla de egoismo patológico, desconfianza en quien no controla y buena intencionalidad es encantadora. En serio. Es inteligente. Caóticamente inteligente. Por eso me seduce personalmente y le tengo aprecio. Sus intentos de aproximarse a mi persona políticamente, erróneos, torpes, vistos con perspectiva me inspiran ternura. No la puedo odiar, no puedo odiar a alguien que tiene tanto miedo y desconfianza y a la vez intenta ganarse el corazón de los que desconfía y teme.

Pero Lourdes no es un perfil para dirigir un equipo, menos aún una federación. Menos con un filósofo racionalista más cuadrado y cartesiano que un ábaco como jefe. Con Lourdes jugué una guerra de guerrillas solo para poder sobrevivir. Me exigió por activa y por pasiva el listado de activistas en la red, el único espacio propio que me quedó después de desvalijarme de competencias y funciones, por activa y por pasiva pasé de sus peticiones.

Ella no era la secretaria de organización, sino la secretaria de “redes” y le hubiera gustado de comunicación y posteriormente de primarias. Hizo barbaridades en la red que en mi vida pensé que se podía hacer. Reunió recursos para sus proyectos de una forma que la envidio (algo que debería haber hecho yo antes), pero lo llevó a un extremo superlativo. Si alguien quiere entender porqué al final se construyen aeropuertos en Castellón sin licencia, debería conocer el caso de Lourdes y su “partit xarxa”, es un ejemplo a mucha menor escala económica pero misma escala de locura. En esa locura yo me tenía que mover entre las fisuras, colándome, sobreviviendo gracias a otra gran anguila política, Carlos Vivancos, responsable de comunicación de la federación. Mientras Carles Martí, contemporizaba.. o peor. Nos arrastraba a error tras error.

De error en error hasta el acierto final

Carles Martí escogió a Jordi Martí para sustituir a Jordi Hereu. Bueno, lo elegimos todos. Parecía lo mejor que teníamos, un tipo que había mostrado criterio personal, voz crítica, etc.. Era muy bueno el tío. El problema es que se parece mucho a mí. Alguien que se relaciona bien con personas que él considera inteligentes pero no tiene buen trato con el resto del mundo. Y despreciando a los militantes y cuadros del PSC no puedes ser el líder del PSC en el ayuntamiento de Barcelona. Le iba grande. Y además intentó hacerse un hueco a costa del PSC de Barcelona. Carles Martí se encontró gestionando los problemas de quien él designó como sustituto de Hereu (recordad lo de la democracia secuestrada de los partidos) tan sólo meses después de nombrarlo. Llevó a la federación de Barcelona a la tensión emocional más grande de su historia. Tener que no votar que no al PAM municipal de Trias por no cargarse a su portavoz. El odio de la militancia del PSC de Barcelona a Jordi Martí y de rebote el cansancio a Carles Martí es épico. Allí se cavaron las dos tumbas políticas de los Martí.

Mientras tanto la vida del PSC en Catalunya se vuelve todo loca. Ocurre el defenestramiento de Laia Bonet por pedir primarias, la derrota de Tura en el Consell Nacional, el nombramiento dedocrático de Navarro como candidato y la huída en adelante del PSC. Encuestas malas y peores, candidato malo a más no poder, y un programa en el que entra el “dret a decidir” por las maniobras de Nàtius y el sector catalanista. Cometieron el mismo error que un servidor al intentar colar la limitación de mandatos, la dirección se pasa los acuerdos por el foro con la aquiescencia de un Consell Nacional clientelar. Y el dret a decidir no iba a ser menos.

La campaña de Navarro

La campaña de Navarro es la más chanante de las que he vivido. Si pocos años antes la campaña de Montilla, perdedora, pero bien trabada, había sido mi techo, esta era mi suelo. Me encontraba teniendo que construir un relato con un mínimo de coherencia entre el movimiento browniano de la dirección de campaña del PSC y la esquizofrenia de Lourdes en Barcelona. Intentar ligar los discursos de ambos, darles coherencia, asociarlos a algo que tenga que ver con la realidad política para pasar a los ciberactivistas de Barcelona algo parecido a una “estrategia de campaña” desde la que trabajar era como hacer alquimia. En esas semanas robé información, robé material, me filtraron agenda, me filtraron datos, materiales de campaña deshechados originalmente y lloré todo indicio de estrategia que pude. Me sentí como un contrabandista de información. Un corsario de la comunicación política. El despropósito fue que cuando decidieron mantener una línea coherente ya era en el eje que habíamos perdido (el nacional) cuando la última semana de campaña, con conflictos sindicales en la calle, se había enmarcado en el eje social y lo habíamos abandonado a los ICV.

No perdimos más porqué un partido grande como el PSC tiene mucha inercia. Pero la hostia fue épica. Aún recuerdo cuando afirmé en la ejecutiva del PSC de Barcelona que podríamos ser 3a o 4a fuerza en la ciudad y se me tildó de derrotista. Menos de dos años más tarde éramos 4a fuerza en la ciudad, empatados con la 5a y la 6a. Otro episodio de mi perfil de Casandra.

Tengo mucha resiliencia y me encanta ser un tocanarices, pero llega un momento que uno se ha de retirar. Marché de la ejecutiva de la federación, la situación era insostenible. Antes incluso de dejar la dirección de la sectorial de ciberactivismo (lo hice 9 meses después).

De capitán de navío a corsario

Nace la guerrilla del PSC

Pocos meses antes de marchar de la ejecutiva de Barcelona fundamos “la guerrilla del PSC”, hoy “exiliados y arreplegados críticos del PSC”. Un grupo heterogéneo de tarados que militaban (algunos de ellos aún miltan) en el PSC que queríamos cambiar el PSC desde dentro. Logramos algún éxito. Marcar la agenda de un Consell de Federació del PSC de Barcelona debatiendo si convocar o no un congreso extraordinario (un año después ya lo pedía el “oficialismo” de Barcelona). Ganamos por primera vez una asamblea a Núria Carmona en Horta, aunque no era un ataque a su figura política, intentamos que los “críticos” oficiales se agruparan (sin mucho éxito) y al menos mantuvimos la esperanza de que otro PSC era posible. Yo me transformo en un loco de la red que hace vídeos tan divertidos de crítica al aparato que hasta el propio aparato se ríe y los difunde. Criticar a Lucena es barato.

Durante esta etapa, ya me desmarqué de la dirección del PSC. Decidí que el socialismo democrático se defendía mejor con una bandera corsaria que una de oficial. Navegaba por mi cuenta, paralelamente al PSC en ocasiones y en otras diametralmente opuesta. Al apoyar Navarro el acuerdo de Granada decidí dejar de defender opciones federalistas, si eso era federalismo era un timo, y el único impulso federalista que realmente podía haber era el asociado al proceso soberanista. Entré en SÚMATE, y descubrí algo que en el PSC no había sentido más que ocasionalmente. Que te valoren por tus habilidades y talentos y no por tu red clientelar o poder interno.

La esperanza de las primarias de Barcelona

El divorcio era grande, pero mantenía una esperanza, las primarias del PSC de Barcelona. Sabía que el problema del PSC no era solo la dirección, sino la estructura intermedia que lo sostiene. Estaban atrapados en su lógica, incapaces de cambiar nada porqué lo primero sería cambiarse ellos mismos. Además años de adoctrinamiento y selección inversa había hecho una estructura intermedia incapaz de reaccionar fuera de las lógicas internas. No es una cuestión de ser más inteligente o menos, simplemente de incentivos y cultura política. Si yo no hubiera sido machacado en mi primer período del PSC por una Núria Carmona novata y torpe, si no hubiera sido dejado en la estacada por Collboni viendo como descuartizaban políticamente a dos personas que admiro, si no hubiera sufrido la incomprensión durante tanto tiempo, si mi experiencia interna hubiera sido distinta, tal vez sería un mediócrata que aún sostendría a la dirección. Simplemente la mayor parte de la estructura intermedia no tenía incentivos, cultura política y forma de auto-reformarse.

Las primarias eran una esperanza, era la posibilidad de colocar una persona supuestamente talentosa superando las estructuras intermedias para poder sobrepasar ese problema. Al estilo de las alianzas “campesinos” y monarcas para superar a los señores feudales.

Los nombres sonaban bien, Jordi Martí, un tío con talento, con sus defectos que ya he descrito, pero de lo mejorcito que había en el grupo municipal, Laia Bonet, alguien que tiene una agenda de reformas políticas envidiable, Rocío Martínez, alguien con talento, capacidad de sobrevivir a pesar de mantener un criterio propio y también con ganas de cambiar las cosas. En el sector “aparato” también molaba. Jaume Collboni, seguramente lo mejor que el aparato podía ofrecer y que al menos reconocía los problemas del PSC, y Carmen Andrés, que demostró ser mucho mejor de los que muchos creían (y hoy es la única esperanza de que el PSC saque regidores en Barcelona).

No salió bien… Las primarias se hicieron lo mejor que supimos, internamente no fue una guerra, supimos mantener la guerra sucia a un nivel bajo. No nos destrozamos como en las primarias Hereu-Tura pero los errores se vieron más que los aciertos fuera y el resultado de la primera vuelta fue malo. Aparato vs. aparato. Una dialéctica “crítico” vs. “aparato” hubiera sido mejor. Y a partir de ahí quien ganó las primarias actuó con cobardía. Pactó con el “aparato” más cerrado del PSC de Barcelona en lugar de intentar dar un golpe de efecto y hacer una dirección más rompedora, quedó atrapado en la lógica de la mediocracia siendo un mediócrata más. No me arrepiento de haber apoyado a Jaume en las primarias, tenía que demostrarnos si en el fondo era el tipo genial que habíamos descubierto en ocasiones o era el cobarde timorato de patas cortas que parecía en su día a día habitual. La que creció fue Carmen Andrés. Es lo mejor que hoy le queda al PSC de Barcelona que no haya muerto por el camino.

Ya la guerra para ser primer secretario del PSC me engancha totalmente fuera del campo de batalla. La “guerrilla” se ha transformado más en un grupo de autoayuda, que en ni siquiera un grupo de ayuda informal como había sido en las primarias de Barcelona. Repeto quien esté ilusionado con Iceta, yo no. Veo que la única agenda que impera en el PSC es esperar un año. Como si hubiera un suelo electoral del que no podemos bajar, o como si no tener proyecto para Catalunya y tener la marca churruscada no fuera a influir en el resultado en los ayuntamientos que aún tiene posibilidades de tener un alcalde del PSC. Como si el mejor capital que tiene el PSC, su gente, fuera algo que no pueda perderse.

Última coda, no son los protagonistas los culpables, son los incentivos

Me dejo cientos de nombres, no es intencionado, ya que el relato va más orientado a los conflictos políticos y a intentar explicar el porqué creo que una organización formada por gente muy válida y habiendo tenido tanto poder ha llegado a tal nivel de degradación. Hay muchos amigos que no cito. En parte por no buscarles problemas, en parte por mantener su perfil anónimo, en parte porqué hay elementos de relación personal que prefiero tratar con ellos. Las personas que cito la mayoría han sido responsables políticos míos, gente que ha ejercido una relación de poder formal, y por eso los cito expresamente, evitando nombrar otros compañeros a menos que fuera imprescindible o creyera esencial citarlos.

Como digo, si alguien se siente ofendido, no era mi intención, no he intentado ejercer revanchismo en el post, simplemente explicar lo que mi vivencia y percepción personal puede aportar para explicar la debacle del PSC. Los errores grandes no nacen de la noche a la mañana, la acumulación de muchos micro-errores, el ejercicio clientelar del poder cotidiano llevan a situaciones como las relatadas. Mi historia del PSC es la historia de personas intentando hacer lo mejor que creen bajo los incentivos y la cultura política que han aprendido. Todos los nombrados son humanos, que en el fondo intentan hacer lo mejor que pueden y tienen vocación pública y creen que luchan por una causa justa.

La historia que relato es explicar como esas personas que no son menos inteligentes que un servidor, con intenciones en general buenas, han conseguido lo contrario a lo que buscaban. Es la historia de un fracaso cotidiano, en el que yo también he participado, y que he vivido. Es una ventana al interior de un partido, formado por personas esencialmente buenas, a la que los incentivos y su cultura política les lleva a cometer errores tremendos y a dilapidar un capital político y social enorme.

Si a alguien intenta salvar este post, es a los propios protagonistas.