Que para que una obra teatral triunfe es necesario un elenco de actores que sea capaz de entusiasmarnos es tan real como que Kate Winslet, Christopher Waltz, John C. Reilly y Jodie Foster demuestran ser unos grandiosos animales escénicos a la hora de encarnar a dos parejas intentando resolver la pelea infantil entre sus respectivos hijos.
Que hay ciertos aspectos del teatro que pueden tratarse sabiamente en el cine, como el tiempo real o el único espacio, es tan real como que el espectador de cine ( o en mi caso de sofá) debe renunciar a los juegos audiovisuales y acabar sintiéndose, para lo bueno y para lo malo (aunque yo me decanto más para lo malo) como si estuviera sentado en un anfiteatro.
Eso sí, tanto en un lado como en el otro, es necesaria la sabiduría para crear un buen guión que te mantenga sentado, y en eso hay que aplaudir a la señora Reza y al señor Polanski. La calurosa discusión entre los padres de familia consigue que acabemos riéndonos de su mediocridad, lo que dota a esta historia del apelativo de perversa. Y eso es exactamente lo que hace que pueda olvidarme durante un rato de que quise ver cine y me encontré con una obra de teatro en diferido.