“Can we go by here?”
Esta es la frase en spanglish que te sale de la boca cuando has hablado inglés bastante bien siendo más joven y llevas mucho tiempo sin practicarlo de verdad. Y eso es lo que pasa cuando dos hermanas (de “taitantos”) y una sobrina común a ambas (J, de 10 años), van a Dublín un fin de semana cualquiera de invierno: que la sobrina les da sopas con hondas con el idioma y la famosa frase se queda para los anales de la historia viajera… Seguro que será lo primero que nos vendrá a la memoria cuando dentro de unos años volvamos a recordar este divertido fin de semana en Dublín.
Así pues, nos embarcamos en la aventura de conocer Dublín casi sin información de antemano. Este ha sido, seguramente, el viaje que menos he preparado de toda mi vida; entre otras cosas, por lo inesperado que ha sido. Pero muchos de los mejores viajes comienzan así, ¿no es verdad? Incluso J no supo nada de nada hasta que llegó la noche anterior a casa de su tía, creyendo que iba a pasar una noche en su casa, como tantas otras veces… ¿Os imagináis su cara cuando le dieron la noticia? “¡¡Síiiiiiiiiiii!!”. Y su padre: “¿Cómo que sí? Tendrás que pedirnos permiso, ¿no?”. “No, ¡me voy con las titas!”. Así es J… ☺
Fue en el aeropuerto de Madrid donde compramos la única guía (y la única que tenían en la tienda, además… “A ver si va a ser verdad que no hay mucho que ver en Dublín…”) que llevábamos de la ciudad, más allá de algunas hojas impresas de webs que habíamos encontrado; un minilibrito que, la verdad, nos ha resultado mucho más útil de lo que pensamos en un principio.
Primeros pasos por la ciudad
Lo primero que te llama la atención al llegar al aeropuerto de Dublín es ese idioma en el que todo (absolutamente) está escrito, además del inglés: el gaeilge o gaélico irlandés. Oficialmente es la primera lengua del país aunque, por fortuna para los foráneos, el inglés es la segunda y todo el mundo habla en esta última. Digo “por fortuna”, porque es extremadamente compleja (dicho por los propios irlandeses), pero lo cierto es que es una lengua que suena muy bien: os dejo un ejemplo de su belleza, en la voz de Moya Brennan. Os recomiendo que sigáis leyendo mientras escucháis… Lo cierto es que enseguida empiezas a acostumbrarte a su sonido, desde la primera vez que coges el tranvía (LUAS), para moverte por la ciudad. Otra buena forma de desplazarse es en bici; y aunque la ciudad no cuenta con carriles bici al uso, no es extraño encontrarse a muchos dublineses utilizando este transporte en sus trayectos diarios.
St Stephen’s Green, Dublín
En Irlanda en esta época del año anochece muy pronto, así que llegar a la ciudad pasado el mediodía te deja poco tiempo para recorrer las calles con luz natural. Decidimos entonces acercarnos al centro sin pararnos a pensar mucho en qué íbamos a hacer. Lo primero que nos encontramos fue el Saint Stephen’s Green, un agradable parque de 9 hectáreas repleto de sauces, senderos serpenteantes, bancos aquí y allí, un lago con patos y gaviotas, y los bustos de algunos literatos ilustres, como Yeats o Joyce. Ya casi anocheciendo, nos dirigimos a la cercana zona peatonal (y comercial) de Grafton St, donde además de comercios (y a pesar del frío y la lluvia que empezaba a dejarse notar) nos encontramos en las calles con una de las mejores atracciones de esta ciudad: la música.
Callejeando, callejeando, fuimos a parar a la estatua de Molly Malone (muy cerca de la Iglesia de Saint Andrews), la protagonista de la tradicional canción irlandesa que cuenta la historia de una hermosa pescadera de día, y vendedora de “otras cosas” de noche… Curiosamente esta canción popular se ha convertido en el himno no oficial de Dublín (aquí, una versión de The Dubliners). Atravesamos también una galería comercial, el St. George’s Arcade Market (entre las calles Dury St y South Great George’s St) donde nos recomendaron un buen lugar para tomar un bocado de comida típica irlandesa: el O’Neills Pub, probablemente el pub más famoso (y turístico, obviamente) de Dublín. No sé si por el cansancio, la noche o la lluvia, el caso es que no lo encontramos y cenamos en otro lugar más acorde a la edad de J. Al día siguiente, nos dimos cuenta de que habíamos estado muy cerca cuando estuvimos conversando con la bella Molly.
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- Molly Malone
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Autor: Tony Webster [
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Autor: Tony Webster [CC BY 2.0], via Wikimedia Commons"> -
St. George’s Arcade Market
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- O’Neill’s Pub
Segundo día: la mágica Irlanda
El domingo teníamos una misión: aprovechar bien el tiempo desde por la mañana. Nuestra primera parada fue el Trinity College… y no defraudó. Fundado por Isabel I en 1592, el orgullo de la ciudad acogió en sus aulas, entre otros, a mentes brillantes como Oscar Wilde, Samuel Beckett o Bram Stocker. Una vez pasado el arco de entrada, se accede a un amplio patio con jardines, alrededor del cual están sus edificios (que son, por cierto, copia exacta de las facultades de Oxford). Y más allá, el College Park y los campos de deporte. Una belleza tranquila, que invita a pasear. La joya más preciada es quizá su bellísima Old Library, donde se archiva un ejemplar de todas las obras publicadas en las Islas Británicas desde 1801, además de otros tesoros que sorprenden. Si eres un amante de los libros, este lugar te sobrecogerá como a mi.
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- Trinity College
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- Trinity College
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- Old Library, Trinity College
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- Old Library, TrinityCollege
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- Bicis en el Trinity College
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- Trinity College
Después de comer (esta vez sí, en el O’Neills Pub), atravesamos Temple Bar (el barrio más cultural y bohemio de Dublín) y el río Liffey por el Ha’penny Bridge, un puente arqueado donde, hasta principios del siglo xx, había que pagar medio penique por cruzarlo; de ahí su apodo. Nuestro destino era el National Leprechaun Museum, una petición de J que no podíamos pasar por alto. La curiosidad por saber cómo sería un “museo de gnomos” pudo más que los casi 40€ que nos costaron las entradas; el lema, además, no podía ser más sugerente: “Step into another world, where you will discover the sounds, sights, stories and magic of mythical Ireland, home of the Leprechaun!”. Por lo demás, tanto si vais con niños como si no, aseguraos de que el cuentacuentos que os guiará por el mundo de los Leprechaun es realmente un buen storyteller, o no os merecerá demasiado la pena la visita…
Para terminar la tarde, ya anochecida y húmeda, y después de reponer el calor del cuerpo en un bonito café, nuestros pasos nos guiaron hacia el barrio medieval, donde se encuentra el Dublin Castle (allí surgió la famosa frase del principio de esta historia viajera…), la magnífica Christ Church Cathedral y Saint Patrick’s Cathedral, la iglesia más grande de Irlanda, que está rodeada además de unos amplios y apetecibles jardines. De vuelta al hotel, no pudimos evitar caer en la tentación de volver a pasar por las bulliciosas callejuelas de Temple Bar, donde también encontramos un pequeño tesoro: una pequeña tienda de chuches donde podías hacerte con una de las tabletas de chocolate ¡de Willy Wonka!
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- National Leprechaun Museum
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- St Patrick’s Cathedral
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- Temple Bar
Hasta pronto…
Nuestra última mañana en Dublín la dedicamos a pasear por la zona de los principales museos, entre Kildare St y Merrion Sq. Los edificios del National Museum or Ireland, la National Library, la National Gallery of Ireland, se encuentran flanqueados por St Stephen’s Green, el College Park y Merrion Square. Esta última es una enorme plaza ajardinada, que se convirtió sin darnos cuenta en la mejor despedida de la ciudad. Allí conversamos con Oscar Wilde acerca del ser humano y la vida; y allí nos encontramos con The Giants Garden, un espacio pensado para pequeños y no tan pequeños, inspirado en el cuento “El Gigante Egoísta”, del propio Wilde.
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- National Library
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- Oscar Wilde, en Merrion Sq
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The Giants Garden,
en Merrion Sq
Es cierto que se puede recorrer Dublín entero en un fin de semana, pero no es suficiente si quieres conocer bien su historia, sus iglesias, museos, pubs, galerías comerciales, los muelles, el mar… Y sus gentes. Eso sí, es una buena toma de contacto.
Si queréis escuchar más música tradicional irlandesa,
os dejo el siguiente podcast de Ruah Radio:
The Giants Garden, en Merrion Sq
Y aquí va un bonus extra:
Los que también tengáis “taitantos”, seguramente reconoceréis enseguida esta estupenda versión de “The Irish Rover”, cantada por The Pogues & The Dubliners.
A ligean ar rince!
Huck
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