Alguna vez estuve tentado de abrirme una cuenta en Twitter. Luego comprobé, al verlo en colegas del oficio, que es un entretenimiento que lleva mucho tiempo, que no sólo hay que colgar de vez en cuando tus frases en píldoras (con un máximo de 140 caracteres en cada mensaje o tweet), sino también atender al público, leer lo que dicen los lectores y seguidores o followers, poner un poco de orden y responder a las preguntas e inquietudes de esos lectores. Estuve tentado y luego abandoné la idea: con mantener un par de blogs y colaborar a veces en otros, estar registrado en Facebook y atender el correo electrónico me basta y me sobra. Lo que más me gusta todavía es leer libros y no quiero que otros inventos roben mi sagrado tiempo de lectura. Quizá porque no me he incorporado al mundo Twitter, siempre he creído, y sigo pensando así, que Twitter en cierta manera viene a ser algo del estilo a los chascarrillos de taberna, de barra de bar, esas frases que uno dice (a menudo en broma) delante de los amigotes en particular y de la parroquia en general. Es decir, algo que no tiene por qué ser frívolo, pero que consiste en un entretenimiento, en un desahogo, en el envío de bromas y descargos entre el usuario y su público.
Pero ahora vemos que Twitter contiene un doble peligro. En primer lugar, para las celebridades (actores, cantantes, escritores, políticos…), pues pretenden utilizarlo como lo que es, un entretenimiento, un lugar de comunicación que debería admitir la broma y el doble juego humorístico, pero que se ha vuelto en contra de ellos, ya que a unos cuantos les ha granjeado grandes dosis de polémica (ahí están los ejemplos de Arturo Pérez-Reverte, Nacho Vigalondo, David Bisbal o Álex de la Iglesia, que no voy a entrar a valorar porque no es la intención de este artículo). El famoso en cuestión usa el Twitter como todo hijo de vecino, quizá sin darse cuenta de que cuanto diga siempre será utilizado en su contra y sin posibilidad de redención, aunque sea un chiste, y ya son unos cuantos quienes han sido “lapidados” por el pueblo en connivencia con los medios por bromear, frivolizar o pronunciarse sin pelos en la lengua. El famoso envía tweets para comunicarse con su público (las empresas aconsejan trabajar con las redes sociales, especialmente con Twitter, que es más rápido y la gente tiene que leer menos porque nos estamos volviendo vagos), pero esto se vuelve en contra como el boomerang que le acaba cortando los dedos en su retorno.
En segundo lugar, y aquí la cuestión me preocupa más, se ha convertido en un peligro para el funcionamiento del buen periodismo. Porque Twitter no deja de generar noticias y polémicas, y uno empieza a estar harto de leer titulares encabezados por la siguiente frase: “Fulanito anuncia en Twitter que (…)”. No me parece serio. No me parece un trabajo de documentación o de investigación, ni nada semejante a una rueda de prensa. En la actualidad, muchos periodistas sacan tajada de los 140 caracteres del famoso, y con eso llenan reportajes, en los que por supuesto no falta la referencia a los comentarios de algunos “opinadores” que siguen al famoso. De hecho, creo que es una vergüenza: tirar de Twitter para llenar páginas logrará que la profesión sea cada día menos digna. No me parece distinto a acodarse en una barra, al lado del famoso de turno, esperando a ver si suelta una boutade para anotarla y convertirla en noticia. ¿Es éste el periodismo de hoy? Es lamentable, si uno lo piensa detenidamente. Twitter me parece una red respetable, pero se están sacando las cosas de quicio.
El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla