Lo primero que destaca es que el niño empieza a comunicarse con su madre el mismo día de la concepción, antes de que la mujer sepa que está embarazada. “Hola, mamá. Este es nuestro primer día juntos. Tú aún no lo sabes, pero yo ya estoy ahí”. Poco después, la madre se hace la prueba del embarazo y comprueba que ha dado positivo. “¡¡¡Sorpresa!!!”, grita con entusiasmo el bebé.
A partir de ese momento se establece una comunicación preciosa, contada desde el punto de vista infantil: “Yo era tan pequeño... Pero tu grandísimo corazón me hizo crecer, y crecer, y crecer”. Poco después vemos a la madre que se marea y se inclina sobre el lavabo: “¡Ufff! Nauseas matutinas”, dice el niño. Y su voz se vuelve tierna cuando añade: “Perdóname, mamá... Espero que te sientas mejor… Para mí, sigues siendo la más guapa”.
De nuevo, la alegría desborda en las palabras del bebé: “¡Oh, mami, mírame crecer! ¡Mira esto! (El bebé se mira sus manecitas). Cerradas, abiertas... ¡Qué guay! Crecer contigo es maravilloso, mamá”.
La serie completa (ofrezco los 3 anuncios, pero recomiendo especialmente el primero) es un maravilloso canto a la vida. Historias como ésta hacen falta en nuestra publicidad y en nuestra sociedad. Porque estamos olvidando el valor de las cosas más importantes; y entre ellas, el amor y el respeto a la vida del no nacido ocupa un lugar destacado. Las madres lo saben muy bien, como saben también de ese diálogo amoroso con su bebé durante los 9 meses de la gestación.
Ojalá que, entre todos, recuperemos esa memoria de las cosas valiosas. Nos vendría bien recuperar la ternura y la inocencia de los niños. Ellos aman la vida como nadie en este mundo.