Un empresario español sorprende a De Juana Chaos en el Caribe venezolano

Publicado el 07 enero 2013 por Alejandropumarino

En este paríaso caribeño, un empresario español se encuentra con de Juana Chaos (no puede anteponérsele lo de señor, ni mucho menos), paseando tranquilamente en un centro comercial destinado a la élite del turismo y lejos de las posbilidades que tienen, a día de hoy, los ciudadanos beneficiarios de esa revolución bolivariana del agonizante Chávez. Como si tal cosa. Y pesa sobre él una orden de busca y  captura dictada por un juez de la Audiencia Nacional, nada menos. De todo esto, solamente pueden sacarse dos conclusiones: La primera, que me entristece profundamente, es que tal orden de un Magistrado de nuestra Audiencia Nacional es papel mojado. La segunda, no más alegre, es que los servicios internacionales de coordinación de las fuerzas de orden público, es lamentable, pues un turista encuentra al asesino que los profesionales son incapaces de localizar. Existe una tercera posibilidad, no menos dramática: Que el presidente venezolano vea con buenos ojos la estancia, descanso y formación de la noble profesión de terrorista en su país, y guarde celosamente su paradero al tiempo que impide o limita la actuación de la policía. Por otra parte, el etarra nada reconvertido, se aloja en un complejo de lujo y elevado precio, nada acorde con las ideas de la izquierda abertzale, que dice defender, entiendo que en el contexto de las contradicciones propias de este tipo de personajes.

Tengo la vaga sensación de que todas estas cosas no suceden en Estados Unidos, una de las democracias más avanzadas del mundo, precisamente porque los mecanismos de autodefensa y control de la misma, aún instalados en las cloacas del Estado, tienen un funcionamiento tan discreto como eficaz. No falta quien considere un cáncer a las fuerzas policiales y los servicios de inteligencia, pero mi opinión es absolutamente contraria. Poco hubiese sucedido si de Juana encontrase el destino de Bin Laden, compañero de fatigas, pero sin la publicidad que acompañó siempre a éste último. Discreción hasta en el paraíso.