Frédéric Vitoux, de la Academia Francesa, pues así firma sus libros, es un novelista y ensayista francés nacido en 1944 no lejos de Orleans. Autor de numerosos libros y gran especialista en el escritor Céline – que compartió su vida y viajes con el célebre gato Bébert (http://nazarinasociacion.org/2014/05/20/el-gato-bebert-y-louis-ferdinand-celine/) -, publicó en 2008 el “Diccionario enamorado de los gatos”, desgraciadamente no traducido al castellano. De hecho, ninguna de las obras de Vitoux está traducida al castellano, ni siquiera la famosa “Bébert, le chat de Louis-Ferdinand Céline”. Pero volvamos al “Diccionario enamorado de los gatos” con sus 139 entradas, desde la letra a (Abisinio) hasta la zeta (Zen). Entre medias, todo tipo de anécdotas gatunas en torno a autores, pintores, músicos, políticos, filósofos, reyes, libros, en fin, de todo. No cabe duda de que el autor es un apasionado de los gatos.
Ahora bien, lo curioso es que Frédéric Vitoux no creció con un gato; más aún, no entró realmente en contacto con uno hasta conocer a Nicole, su futura esposa y dueña de Mouchette. Bueno, anteriormente hubo un contacto esporádico con Fagonette, la gata de su abuelo George Vitoux, famoso médico en la época, pero como él mismo dice en el diccionario bajo el epígrafe “Vida (Los gatos de mi vida)”, ignoraba a los gatos y ellos le ignoraban. Todo cambió con Mouchette, una gata muy peculiar que dividía su vida entre la librería de Nicole, el café de sus padres al otro lado de la calle y la pescadería de los Filleul, donde robaba una anguila si la madre de Nicole tardaba demasiado en darle de comer. Mouchette fue un primer contacto, pero nunca vivió con Vitoux. Cuando Nicole y él se casaron, la gata se quedó con los padres de la novia. Falleció a los 22 años, una edad del todo respetable.
Nicole echaba de menos tener un gato y decidieron adoptar uno que resultó ser una. Como estaban en un momento wagneriano, la llamaron Fafnie, diminutivo femenino de Fafner, el personaje que aparece en “El oro del Rin”, de la tetralogía “El anillo del nibelungo”. Fafnie era una gata intrépida que no se detenía ante nada. En esa época vivían en un primer piso en la isla Saint-Louis, en medio del Sena. Si un camión se paraba debajo del balcón, Fafnie saltaba encima y bajaba a la calle. También conseguía colarse en el jardín interior del barón de Rédé, desencadenando la furia de sus criados. A menudo debían salir a buscarla por la isla de noche. Fafnie tenía cuatro años cuando se fueron a recorrer Italia durante 15 días y la dejaron con los padres de Nicole, ya jubilados. Frédéric Vitoux dice que, volviendo por Suiza, tuvo el presentimiento de que la gata había muerto. Y así fue. Una radiografía demostró que tenía balines de plomo alojados en el hígado que la habían envenenado poco a poco; el culpable era uno de los criados del barón que se dedicaba a disparar a todo lo que se movía por el jardín.
El autor con Nessie
Después llegó la fiel Nessie, llamada así por el monstruo del lago Ness. Nessie era casi la antítesis de Fafnie, no se escapaba, el exterior le interesaba poco, prefería pasar largas horas durmiendo en el balcón. Se acostumbró a viajar en coche y se quedaba dormida en el regazo de Nicole o en el asiento trasero. Solían veranear en Saint-Maxime, un pueblecito en el Mediterráneo donde los padres de Frédéric tenían una casita. Allí murió Nessie, a los 13 años, de leucemia.
El autor con Zelda
Y llegó un gato macho, Papageno, hijo de una espléndida cartuja y de un callejero que estaba de paso. Pero Papageno empezó siendo Papagena, en honor a Mozart, ya que la pareja estaba convencida de que era una gatita. (Reconocemos que nos sorprende que todavía no supieran distinguir entre gato y gata). Nicole, al descubrir que no era una hembra, no conseguía encariñarse con Papageno hasta que este enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. Creció y se transformó en un gato de patas altas, de más de siete kilos, gris, prudente, al que no le gustaban los cambios, que aceptaba a los invitados mientras no se quedasen hasta muy tarde y que odiaba viajar. Murió a los 21 años.
Al cabo de un año llegó Zelda, el 31 de diciembre de 2007. La encontraron dando un paseo por el campo, era un gatita negra de dos meses. Y aquí acaba la historia de Vitoux y de sus gatos. No sabemos qué ha sido de Zelda desde el 2007, pero hemos encontrado una foto del autor de pie ante un sofá con una gata negra, ¿será Zelda?
En una entrevista, y ante la pregunta “¿Es el gato el compañero ideal del escritor?, contestó: “Existe una fuerte intimidad entre los escritores y los gatos, sus silenciosos compañeros. Marcel Proust dijo que ‘los libros son el producto de la soledad y los hijos del silencio’, y tenía razón. El gato respeta la soledad y el silencio. Llega, salta a la mesa, mira al escritor, ronronea y le deja escribir, aunque en ocasiones le roba la pluma, pasa por el teclado o se tumba en la hoja. Además, el escritor, ante el gato, siente el vértigo de lo desconocido y del secreto. El gato llama a la imaginación, al misterio”.
Diccionario enamorado de los gatos
Y hablando del “Diccionario enamorado de los gatos”, dice: “Escribí un diccionario enamorado, no una antología. Es probable que olvidara incluir tantos temas como los que cito. El mismo título del libro reivindica su subjetividad y sus lagunas“.
Además del “Diccionario” (Fayard, 2008) y de “Bébert, le chat de Louis-Ferdinand Céline” (Grasset, 1976), también es el autor de “Un amour de chat” (Balland, 1979).