" Una de las grandes adivinaciones de la crítica literaria de este tiempo es la de que no hay que explicarse una obra por la biografía o epopeya del autor, por la sencilla razón de que un autor es más que la persona individual y porque, a la hora de escribir, hay lo que puede llamarse talento, genio, o condición de escritor en todo caso, que transfigura la realidad o fabula, hace literatura en suma. Así que no seré yo el que insista en los clichés habituales en los que el escritor Miguel Delibes y su escritura han venido plasmándose y casi siendo encerrados durante bastante tiempo.
El hecho de que Delibes haya narrado historias campesinas, pintado vida y personajes campesinos y descrito la naturaleza con minuciosidad topográfica y un lirismo ahogado en su mismo brote, unido al otro hecho de que Delibes -hombre sustancialmente urbano- cace, pasee, monte en bicicleta y sea alguien que se encuentra a gusto al aire libre han oscurecido o engañado el ojo de muchos lectores y aun de bastantes críticos; y de ahí han nacido glosas sociológicas, imaginaciones camperas o campesinas, y complacencias o extrañezas sobre castellanismos. Precisamente ahí donde, como en el resto de la obra delibiana, sólo hay y sólo importa el bisturí del novelista aplicándose a la carne y al alma misma de los seres humanos, desmontando y dejando en cueros vivos la trama del poder. U ofreciéndonos parábolas éticas allí donde sólo la narración y no el discurso puede enseñarmos donde estamos o hacia donde nos encaminamos. Y todo ello en un lenguaje que es agua clara de montaña.
José Jiménez Lozano poeta, narrador y ensayista español. Premio Cervantes en 2002
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