Él salió, caminó un instante y dudó, qué era lo que había olvidado, tenía la sensación de que algo muy importante le faltaba, se revisó los bolsillos, sintió que todo estaba en orden y comenzó nuevamente su marcha.
De repente se dio cuenta que no recordaba a dónde debía ir, reflexionó un momento y no logró recordarlo, tuvo un poco de angustia, miró alrededor y comprobó que no reconocía exactamente en qué lugar estaba, intentó tranquilizarse.
Reinició nuevamente el movimiento para dirigirse a su destino y comprendió que no sabía a dónde iba, sonrío, era un olvido pasajero, se tranquilizó y trató de actuar como una persona racional, mientras veía a la gente que le pasaba por un lado, evadiéndolo, pues estaba totalmente anclado en la acera estorbando el paso.
Entonces consideró que la mejor idea era retornar, pero no sabía a dónde, se esforzó por recordarlo y nada venía a su mente, en ese momento vio una posible solución, una cabina de teléfono que le permitiría solventar el sobrevenido problema y quizás arreglarlo.
Tomó el auricular y cuando fue a marcar supo que no sabía a quién, ahora estaba angustiado, se sintió solo y perdido, así que interceptó a la primera persona que se le aproximó para pedirle ayuda y obtuvo como respuesta la fuga inmediata del extraño, comprendió que tampoco podía hablar.
Comenzó a correr sin saber a dónde, vio un edificio de la policía y entró, se acercó a la persona que estaba en la recepción quien lo miró con recelo, sin preguntar tomó un pedazo de papel y un lápiz para escribir y pedir ayuda, pero tampoco sabía hacerlo.
Retornó rápidamente a la calle y se dejó llevar en ese cuerpo que no tenía respuestas ni a sus preguntas, ni a sus angustias, como si fuese simplemente un transporte que le permitía la movilidad. Ahora si estaba totalmente seguro que algo le faltaba.