Descubrí el cine del francés Rémi Bezançon con el estreno en España de su segunda película, El primer día del resto de tu vida, una comedia agridulce sobre la familia y los problemas que apareja, y se convirtió en una de mis favoritas de los últimos años. Luego busqué su anterior filme, Mi vida en el aire, que no está mal pero no alcanza el nivel de aquella. Si en la primera se había ocupado del amor, y en la segunda de la familia, en su tercer trabajo, Un feliz acontecimiento, une ambos temas y le añade la maternidad (y la paternidad, claro). Para quienes hemos tenido hijos, esta película refleja casi punto por punto los sucesos que envuelven a la gestación, el embarazo, el alumbramiento y el primer año de vida del niño. Mientras la veía, no dejaba de pensar que parecía mi biografía en los dos últimos años.
Un feliz acontecimiento, si eres padre o madre, no te descubre nada que no sepas. Pero la película funciona por dos motivos: por la identificación (al menos en mi caso) y por la habilidad del director para darle un toque entre pop, tierno y desenfadado a sus películas, sin olvidar un humor ciertamente ácido. Porque Un feliz acontecimiento no es esa comedia edulcorada al estilo de Hollywood, tipo Nueve meses, donde todos son felices continuamente. Aquí, en cambio, se desvela lo que es un embarazo de verdad (las náuseas, la sensación de inflarse como un globo, el desequilibrio hormonal, las ganas de sexo) y lo que supone un bebé durante sus primeros meses (noches en vela, llantos inexplicables, gases infantiles, discusiones familiares, entrega total, ausencia de polvos, alejamiento de fiestas y de salidas nocturnas). Pero lo mejor es que, aún mostrando esa realidad plena de sacrificios, el director nos sugiere algo que ya sabemos: que, a pesar de los inconvenientes, traer un hijo al mundo es una de las cosas más extraordinarias de la vida. La actriz, la guapísima Louise Bourgoin, por cierto, está espléndida: como actriz y como mujer.