Peter Weir tendrá numerosas escenas en esta sección y contará con cuantiosos elogios en este blog, pues ha demostrado ser uno de los maestros incomprendidos del cine actual. Sus películas son maravillosas y nadie como el sabe contar historias. Es reconocible el poder de las imágenes en sus films, todos ellos perfectos en cuanto a este aspecto, a parte de otros elementos (como actores, guión, ritmo, etc.). Las imágenes adquieren siempre un significado especial y poderoso a la hora de relatar sus historias, y El Show de Truman no es una excepción. Aquí os traigo una de las secuencias más demoledoras y bonitas de la historia del cine. Es el momento en que Truman, huyendo de la isla donde ha vivido toda su vida, se topa con el final del decorado del enorme plató que alberga el show del cual él es el protagonista. Cuando decide salir del plato, es interrumpido por "El Creador", y tiene lugar un diálogo memorable. Los planos que usa Weir a lo largo de la mayoría de la secuencia (y del film): angulares y con una lente que parece un ojo humano, nos meten de lleno en lo que está ocurriendo en la pantalla, de tal amanera que somos partícipes de ese Show de Truman. Durante el viaje en barco y la tormenta se usan para darnos una sensación agobiante y para transmitirnos la inquietud de la situación de Truman (además de que es imposible que coloquen cámaras en mitad del mar para hacer planos más abiertos sin que los vea Truman). El momentazo de la secuencia llega cuando el barco se estrella contra el "cielo". Ese plano, con la sombra que se va dibujando en el falso decorado es buenísimo. A continuación, Truman avanza por la proa hasta tocar el decorado y comienza a golpearlo mientras llora. En ese preciso momento comienza una melodía impresionante (la cual os invito a escuchar con los ojos cerrados para observar como refleja a la perfección esa desesperación y tristeza del personaje). Jim Carrey, que hace aquí el mejor trabajo de su carrera, consigue reflejar la perplejidad y tremenda tristeza que siente su personaje, pues él ya sabía que algo raro ocurría en su vida pero no podía llegar a creer que era el protagonista de un show y que su mundo era de cartón piedra, hasta que fatídicamente se estrella contra el cielo que el había creído toda la vida verdadero (imaginaros estar en esa situación y la impotencia que sentiríais). Otro plano genial de esta secuencia es la muy daliniana subida por las escaleras, de Truman, hacia la salida (EXIT). El diálogo que tiene lugar a continuación entre Truman y su "padre", el creador del programa, es sensacional, con un Ed Harris que descarga toda la efectividad de su actuación sobre cada gesto facial y arruga de su rostro y que lo dice todo con la mirada. Magnífico enfrentamiento entre "padre" e "hijo". Por último, todo el mundo estalla de alegría con ese momento final, melodía incluida, en que Truman suelta una frase sencillamente excepcional, una frase para la historia: "Por si no nos vemos luego: Buenos días, buenas tardes y buenas noches" y efectúa una teatral reverencia shakesperiana. Se cierra el show para los espectadores. Mejor final imposible. Un final magnífico que bien se merece estar entre las mejores secuencias y escenas de La bobina. Una de mis favoritas. (Ver escena)