Loki: ¡Arrodillaos ante mi. ¡He dicho, arrodillaos!. ¿Esto no os parece más sencillo, no es este vuestro estado natural?. Es la verdad tácita de la humanidad, que ansiáis la subyugación. El brillante señuelo de la libertad reduce vuestra alegría de vivir a una loca búsqueda de poder, de identidad. Fuisteis creados para ser gobernados. Al final siempre os arrodillaréis.Anciano: No ante hombre como tu.Loki: No hay hombres como yo.Anciano: Si, siempre hay hombres como tu.
Es un momento que nos resulta familiar y que, probablemente, haya sido ya utilizado en otras ocasiones para mostrar valor y determinación en momentos de opresión. Una figura recurrente, que simboliza a la perfección el inconformismo y la reivindicación del individuo frente a la masa mimética. Todo esto me ha hecho recordar a un hombre, August Landmesser, y una foto, que a continuación reproduzco.
En 1936, Adolf Hitler visitaba los astilleros de Hamburgo, con motivo de la botadura del velero Horst Wessel, cuando todos los allí presentes levantaron el brazo como era habitual en la parafernalia nazi. Todos menos uno, alguien con el suficiente coraje para permanecer impasible ante aquel saludo fruto de la devoción y seguramente del miedo más evidente. Su determinación es perceptible a simple vista, le hace ser único en un momento de difícil calibre. El miedo es libre, es fácilmente justificable dentro de un contexto concreto, y a nadie se le podría ocurrir censurar lo que, en determinadas circunstancias, el deseo de supervivencia nos puede obligar a realizar. Por eso, el gesto de aquel hombre, August Landmesser, es tan significativo y representa el coraje expresado en el momento justo.