Un giro profesional

Por Paula Castro @PaulaCupcakes
El mundo (aka las redes sociales) está tan lleno de imágenes que nos hacen creer en la perfección que a veces necesitamos un poquito de realidad para sentirnos humanos. Es por eso que hoy necesito hablar un poco sobre mi vida y los caminos que me han llevado hasta donde estoy ahora. 
Que no os engañen las fotos sonrientes ni las frases positivas, TODOS vivimos malos momentos y no siempre estamos radiantes de felicidad.
El giro profesional del que os voy a hablar hoy nació de uno de esos malos momentos. Long story short: he decidido dejar a un lado el trabajo en los medios de comunicación, por mucho que me guste, y reconducir mi carrera para formarme como profesora de Procesos y Medios de comunicación, una de las ramas de la Formación Profesional.
Foto hecha por Manuel Laya
Por alguna razón, en mi adolescencia decidí que quería ser periodista. En su lugar, mi madre me animó a estudiar Comunicación Audiovisual porque entendía que tenía más salidas. Y eso es cierto, vaya por delante. Así que, al acabar el instituto, me decidí a entrar en esta carrera. ¡Y, oye, me gustó! No voy a negarlo.
Sin embargo, al terminarla, comencé a darme cuenta de que, por mucho que me gustara, quizá no era lo que yo necesitaba. La disfruté, es cierto, y admito que es una carrera muy bonita, pero reconozco que no me llevó al lugar que yo me esperaba que me llevase. Tras una profunda crisis personal, decidí que lo mejor era centrarme en el periodismo porque, quizá, ese había sido mi error.
Después de hacer un máster de guion -la escritura es mi pasión, esto es un hecho-, comencé mis prácticas en un diario digital local. ¡Y vaya si fue una buena idea! Descubrí que la prensa me encanta y que me lo paso fenomenal. Mis compañeros son un encanto, cada día es una aventura y he aprendido muchísimo sobre muchas cosas. Además, he descubierto aspectos de mí misma que pensé que jamás vería.
No obstante, todo tiene un pero. Y es que el mundo del periodismo, por mucho que nos pese a los que vivimos de él, no es especialmente rentable. Por decirlo finamente.
Pero quiero volver a ese tema luego porque prefiero contar esto cronológicamente. Después del máster, pasé una crisis personal tan fuerte que acordé con mis padres dedicarme un año "sabático" por mi propia salud (mental) y meditar profundamente las cosas. La idea era simplemente estudiar inglés y sacarme el título Advanced.
La cosa cambió cuando desde el periódico me ofrecieron quedarme después de las prácticas. Me pareció una idea genial porque, al fin y al cabo, ya había decidido que iba a quedarme en Salamanca para un año de reflexión sobre lo que quería en el futuro. Lo cierto es que ese año "sabático" se convirtió en mi primer año de experiencia laboral real. Vamos, algo que estaba LEJOS de mis expectativas.
Sin embargo, yo seguía con esa cosa del "año", por lo que tenía en mente que solo sería ese tiempo, en lo que me sacaba el título de inglés. Y, de nuevo, no fue así. Principalmente porque mis estudios de inglés se alargaron más de lo que yo pensaba y terminé examinándome en diciembre de 2016. Me había prometido a mí misma que no me metería en más cosas hasta que lo sacara, así que eso hice.
Entonces llegó 2017, yo ya tenía el título, y regresó la gran pregunta "¿y ahora qué?". Como seguía trabajando y estaba a gusto, no me metí demasiada presión a la hora de decidir y barajé distintas opciones en los primeros meses de ese año. ¿Estudio otra carrera? ¿Estudio un grado superior? ¿Hago oposiciones? ¿Me mudo y busco trabajo en otra ciudad?
Después de muuuucho pensarlo, opté por estudiar un doctorado. Problema: el máster que yo había estudiado era título propio y necesitaba un máster oficial. ¡Qué marrón! Pues nada, a por el segundo máster.
En ese momento tuve claras dos cosas: a) que quería hacerlo online para compaginarlo con mi trabajo en el periódico y aliviar la carga económica para mis padres y b) que quería cambiar de sector y redirigirme hacia la comunicación corporativa e institucional y la organización de eventos. Así pues, en octubre de 2017 comencé mi segundo máster. Era la primera vez que estudiaba y trabajaba a la vez, por lo que fue un verdadero reto.
Retomo lo que dejé anteriormente porque aquí llegó el gran cambio.
Después de una gran crisis económica, el Estado empezó a lanzar plazas de función pública a saco. Entonces vi que habían vuelto a sacar plazas para dar clase a los alumnos de las FP relacionadas con mi carrera (después de muchos años) y pensé que podría ser una gran oportunidad. A mis padres también se lo pareció, por lo que me animaron a cursar el Máster del profesorado.
Así que en este punto me encuentro. A punto de empezar mi tercer máster (sonido de suspiro), de cursar dos másters al mismo tiempo (porque del otro no me cogí todas las asignaturas) y de intentar compatibilizar todo eso con mi actual trabajo. ¿Que si estoy loca? Pues puede que sí.
¿Y todo esto por qué lo cuento y por qué ahora?
Porque esta semana es cuando empiezo las clases y sentía que tenía que compartir esta historia con el mundo. Sé que no soy la única que ha tomado esta decisión o una similar y sé que habrá otros que se lo estén planteando y dudando de si dar un giro profesional es una buena opción.
En cuanto a esto, si hay alguien leyendo esto que se sienta así, hazte esta pregunta: ¿lo que haces te hace feliz? Si la respuesta es sí, ¿lo que haces puede mantenerte a largo plazo? Si las respuestas a la primera y la segunda pregunta son negativas, sí, es el momento de dar ese paso. Nadie va a juzgarte por hacerlo.
El mundo evoluciona constantemente y nosotros debemos evolucionar al mismo tiempo. Si sientes que hay una pieza que no encaja en tu vida y esa pieza tiene que ver con tu trabajo, siempre hay una solución. Date a ti mismo una oportunidad de investigar qué es lo que quieres y piensa que cada persona tiene sus propios tiempos.