Cuando la semana pasada escuché a dos compañeros de mi peque contar sus cuentos me quedé loca. Sin un ápice de vergüenza expusieron delante de compañeros, padres y monitora su cuento con una soltura inimaginable. Es cierto que a uno pudimos entenderle mejor que al otro. Pero lo importante aquí es que se suelten a hablar delante de todos, que aprendan sus cuentos, que los compartan con sus compañeros y en definitiva, que se sientan importantes.
El pasado martes fue el turno de mi peque. Para la ocasión eligió "Caillou en el metro". Un cuento corto y muy ilustrado donde se nos cuenta la historia de cómo Caillou monta por primera vez en el metro con su papá.
Por si no lo he comentado hasta ahora mi hijo tiene la manía de aprenderse los cuentos de memoria, los dibujos animados y cualquier cosa aprendible. De los dibujos animados adora recitar los diálogos un poco antes de que le toque al personaje en cuestión. Y en los cuentos, papá y mamá no pueden saltarse ni una coma o conjugar un verbo en otro tiempo sin ser corregidos.
El día en cuestión mi pequeño delante de sus compis cogió su cuento, muy dispuesto, y se puso a abrirlo para que todos pudieran ver las ilustraciones a medida que él iba contándolo. Yo estaba allí para poder apuntarle si fuera necesario pero no hizo falta. Solo le ayudé a pasar las páginas. Y cuando acabó, tras el sonoro aplauso mi hijo estaba feliz, orgulloso, la sonrisa no le cabía en la cara. Su monitora me dijo que ya que los cuenta tan bien, el jueves podía llevar otro cuento. Y ya lo tiene preparado. Esta vez será "Caillou en la biblioteca".
Ayer pasamos el día en familia (mis padres y hermana) y por dos veces quiso contarles el cuento. Todos quedaron encantados con él claro y él dichoso de ser el centro de atención y recibir tantos halagos.