Cobertura de Espectadores.
La proyección de Un importante preestreno de Santiago Calori figura entre las más placenteras de nuestro recorte del programa del 17º BAFICI. El documental del co-fundador de la revista La Cosa recurrió a material de archivo (como la foto en blanco y negro que ilustra este post) y al testimonio de investigadores, coleccionistas, distribuidores, exhibidores, cinéfilos que se destacan en otros rubros (Daniel Melero, Bobby Flores, el periodista Guillermo Hernández) para contar con sensibilidad y sentido del humor una porción de historia reciente de la distribución, exhibición y censura cinematográficas en Buenos Aires. Emocionan particularmente las intervenciones del entrañable Fabio Manes, que falleció en enero pasado, y de Pascual Condito, que en abril de 2013 comunicó su decisión de dejar de distribuir cine nacional pero meses después anunció su regreso a la actividad (por suerte).
Calori explota al máximo el conocimiento de los entrevistados mencionados y de otros como Fernando Martín Peña, Axel Kuschevatzky, Alejandro Sammaritano (hijo del gran Salvador), Hernán Gaffet, Raúl Manrupe, Bernardo Zupnik, Cristian Sema, el titulero (además de niño prodigio y conductor de programas de televisión) Claudio María Domínguez. El realizador supo combinar datos duros y anécdotas de tal manera que el raconto resulta tan enriquecedor como entretenido y emotivo. Dicho sea de paso, la ausencia de solemnidad aparece anunciada en el subtítulo del film: Una historia oral e improbable de la cinefilia porteña: del arthouse al grindhouse.
Anuncio de estreno en el cine Paramount, en los albores de la democracia alfonsinista. Imagen extraída del sitio RaroVHS.com.ar
El documental le dedica un espacio central al ejercicio de la censura estatal. Son desopilantes algunas de las historias en torno a la figura del higiénico Miguel Paulino Tato y sobre las estrategias que distribuidores y exhibidores implementaban para luchar contra prohibiciones y tijeretazos. El montaje del documental, a cargo de Wenchi Bonelli y Laureano Rizzo, juega un poco con las consecuencias de aquellas mutilaciones en teoría destinadas a preservar el buen gusto, la moral y la salud mental de los argentinos.