Hoy les traigo una entrada muy especial. Y es que este 20 de abril se publica en digital (después en papel) La novela ganadora del certamen que organiza Kiwi. Este año Ester presento una novela romántica única (no por nada gano), de la cual, aquí en el blog, nos presenta su pluma y a sus personajes.
Doce años de diferencia, dos mundos distintos, un mismo destino de viaje que entrelaza sus caminos.Olivia renunció a su futuro para ocuparse de la pastelería familiar tras el fallecimiento de su padre. Tres años después, está dispuesta a afrontar nuevos retos y cumplir su sueño de ir a la universidad, pero antes pasará varias semanas en Sivard junto a su mejor amiga Ella. La inesperada llegada de Alan LeBlanc, un consagrado escritor que se recluye para finalizar su último manuscrito, lo cambia todo. Un «¿por qué no?» es lo que necesitan para arriesgarse a iniciar una historia de las que deja huella.Cuando vuelven a encontrarse en la facultad y Olivia descubre que van a verse a diario, se arrepiente de haberse marchado de Sivard sin una despedida. Él va a presentar su libro y ella busca un hueco en el ámbito académico, su relación supone un obstáculo que echaría a perder las ambiciones de ambos. Sin embargo, las emociones de meses atrás siguen palpitando, el deseo y la conexión no se disipan con facilidad.Hay instantes que nos marcan, pero ¿son suficientes dos semanas para grabar un «nosotros» en la piel? ¿Vencerán los convencionalismos y hallarán un modo en el que convertirse en ese ansiado plural?
EXTRACTO
Alan
A lo largo de mis treinta y tres años he saboreado distintos besos.
«El primero». Ese inesperado, desastroso y aterrador contacto representado en una fricciónSuperficial y efímera. Un juego de críos de diez años que se aproximan con curiosidad hasta que sus narices chocan torpemente, uno abre la boca con descaro, el otro se aparta y se limpia los labios con el dorso de la mano. Las muecas de disgusto decoran la escena antes de que ambos corramos en direcciones opuestas con la esperanza de que la velocidad diluya lo que acaba de acontecer. Mi memoria es pésima, por contra, ese pico casto estará grabado hasta la posteridad como una de esas vergonzosas anécdotas de la infancia que tus parientes diseccionan durante la sobremesa.Descubrí el «beso para toda la vida» junto a Kathleen. Se lo di con el transcurso de los años, acostumbrándome a acariciar los mismos labios, a memorizarlos y echarlos de menos en las escasas horas que pasábamos alejados el uno del otro. Lo perfeccioné hasta conseguir la dosis idónea de saliva y lengua, la presión justa de mis dientes rasgando su labio inferior. Fue un beso que evolucionó; del carmín inicial a los bálsamos de aroma frutal porque «es más práctico besarte sin dejar un reguero de pintalabios». Si hubiera un premio a la pareja que más se besaba, era para nosotros. Al despertar, al desayunar, en mitad de una película, esperando que el semáforo cambiase de ámbar a verde, añadiendo una bolsa de patatas fritas al carrito del supermercado. A cada instante. Siempre. Para toda la vida.Más tarde probé el «beso para olvidar». Uno que no tiene nombre ni futuro, solo un presente con fecha de caducidad. Lo di a tientas, con los ojos cerrados, urgencia y pasión, guiado por una lujuria que consume las vísceras. Labios ardiendo mientras me deshacía de la ropa y exploraba con necesidad un cuerpo que no era más que una vía de escape, un desvío de la realidad. Y durante ese viaje, los besos fueron la melodía que ayudó a apaciguar el desasosiego, congelando unos segundos el dolor y mitigándolo con un orgasmo explosivo.Anoche agregué otro más. El «beso de te echo de menos incluso teniéndote aquí». Ese en el que te embriaga la sensación de no alcanzar tu objetivo y, cuando al fin lo sostienes a unos centímetros, te desmoronas creyendo que esa chica es lo mejor que ha pasado por tu vida y no tienes derecho a manchar su ingenuidad con experiencias anteriores. Pero la besas de todos modos porque no hacerlo sería imperdonable, y la echas de menos como si te faltara el aire, como si rozar su boca fuese respirar las nubes y advertir su dulzura, a sabiendas de que los cielos solo se alcanzan una única vez. Y esa vez es Olivia.Yo no se ustdes, pero yo ya quiero leerlo. Se ve que es de esas historias que nos romperan un poco el corazón, de esas que se clavan en tu alma. Ya lo quiero!