La película nos muestra el paso de los años de Barney Panofsky, productor televisivo, bebedor y fumador compulsivo, de malos modales, y aficionado a los deportes y a las mujeres. Ya a su avanzada edad comienza a recordar lo que ha sido su vida, las alegrías que ha vivido y los momentos amargos por los que ha pasado, destacando sus fracasos matrimoniales y la "escasa" relación con sus hijos, ya adultos.
Hasta este punto podríamos decir que estamos ante una película con una historia muy vista en mil titulos de categoría inferior y telefilms de fin de semana, y no sabemos si ayudándose de las descripciones mostradas en la novela que adapta, de Mordecai Richler, o del saber hacer del actor protagonista, Giamatti, que logró con esta película el Globo de Oro, logra que el espectador se meta en la piel del personaje principal, sufriendo con él todas sus desventuras y disfrutando de los buenos momentos que ha experimentado. Puede que El mundo según Barney se haga larga como consecuencia de su extensa duración, y puede que nos saturen, en ocasiones, con excesivos detalles innecesarios que no nos permiten indagar para conocer algo mejor a los protagonistas, pero sí que consigue tocarnos la fibra sensible con un giro argumental inesperado y sobresaliente. Quizás muy directo y manido, pero giro argumental, al fin y al cabo, que ayuda a ver la película con otros ojos tras su finalización.
Posiblemente, que el peso argumental recaiga sobre el protagonista, Giamatti, ayude al actor a mostrar todo su repertorio, como actor cómico y como actor dramático, generando una especie de "tragicomedia romántica" difícil de catalogar, que nos llena de ternura a pesar de ser un personaje al que no nos gustaría parecernos, o eso espero. Todo, desde sus borracheras hasta sus dilemas, sus dudas, sus enamoramientos y su lucha por conseguir sus objetivos, consiguen ser transmitidos sin que en ningún momento pensemos que está actuando, simplemente es él en uno de sus mejores papeles.
Pero no habría película sin tener un gran protagonista con unos secundarios que lo apoyen y mantengan cierta química con él, y ahí es donde entra Dustin Hoffman, con un espectacular papel de padre del protagonista, que consigue recordarnos lo gran actor que es, y lo que nos estamos perdiendo cada vez que entra en una secuela de Los padres de ella. En un mismo personaje nos muestra al típico judio de mil comedias de Woody Allen a la vez que se distancia y nos ofrece un perosnaje canalla que aprovecha su religión y su edad para salirse con la suya, sin ningún pudor ni escrúpulos.
Además, no podemos olvidarnos de Minnie Driver, que parecía alejada de las pantallas, y aquí se luce como una de las exmujeres de Barney, a quien hace sombra la joven (que tiene mi edad) Rosamund Pike, otra de las mujeres de Barney que demuestra como, además de su gran belleza, es una gran actriz. Curiosos también son los cameos de lujo de directores de la talla de Atom Egoyan, David Cronenberg y Denys Arcand, entre otros, que homenajean así la amistad que les unía al autor de la novela en la que se basa esta película, y al cual está dedicada.
Estamos ante una comedia romántica que gira en drama y nos emociona, poniéndonos el corazón en un puño, y vaciendo nuestros bolsillos de pañuelos de papel, haciéndonos reflexionar sobre la familia y la importancia de actuar bien siempre, pues el pasado no se puede cambiar pero sí olvidar.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.