En el verano de 2009, dos jóvenes emprendedores residentes en la ciudad de Berlín supieron ver el potencial de cultivar frutas y hortalizas en un solar abandonado de 6.000 m2 en la plaza Moritzplatz, en el centro de la ciudad.
Ninguno de los dos tenía gran experiencia en jardinería, pero juntos quisieron comenzar la aventura de una agricultura urbana ecológica y social y se pusieron manos a la obra en el cultivo de alimentos ecológicos y en la creación de un espacio urbano para la comunidad.
El solar donde ahora se asienta Prinzessinnengärten (Jardines de Princesas) era un lugar abandonado y lleno de escombros en el corazón del Berlín. Ahora, gracias a la iniciativa de dos emprendedores que quisieron alquilárselo al ayuntamiento durante un año, el lugar se ha convertido en un provisional vergel en el que se cultivan hierbas aromáticas, flores y hortalizas, que no solamente tiene un importante valor estético, sino que también ayuda a sus visitantes a recordar de dónde provienen los alimentos que consumen.
Prinzessinnengärten es un espacio abierto donde se interactúa, en el que todos pueden participar con su trabajo y en el que tienen lugar encuentros sorprendentes: todo tipo de gente va a visitarlo y a disfrutar de él no solamente porque es un rincón donde gozar de la naturaleza, tomarte algo a la sombra de unos árboles o encontrarte en tranquilidad con los amigos.
En él también se trabaja, se crea, se ponen en práctica los conocimientos de cada uno y se comparten experiencias. "Para muchos inmigrantes", explica Robert Shaw, uno de los creadores de Prinzessinnengärten, "el jardín supone una oportunidad para aplicar las prácticas agrícolas que aprendieron en su país de origen pero que aquí, en la gran ciudad, nunca tuvieron la posibilidad de ejercer".
La organización que crearon estos dos emprendedores, Nomadisch Grün (Verde Nómada), trabaja en la transformación de superficies abandonadas en espacios verdes productivos en los que aprender unos de otros y poner en práctica las ideas y ocurrencias de cada uno.
Las actividades que ofrece van desde la siembra, plantación y cosecha de alimentos a la conservación de semillas, la elaboración de conservas de frutas y verduras, la apicultura y la creación de compostadores de lombrices. "Partimos de un desconocimiento casi absoluto de la mayoría de los temas y no nos cuesta reconocerlo", afirma Marco Clausen, uno de los fundadores, riendo. "Dependemos de la ayuda del vecindario y queremos establecer este tipo de relaciones de colaboración". Así, toda iniciativa es bienvenida en los jardines de las princesas.
De esta forma, mediante las colaboraciones y el aprendizaje conjunto, la organización Nomandisch Grün ha puesto en marcha un "café-jardín" en el que se venden los productos ecológicos que se cultivan en el jardín y otros alimentos ecológicos y locales. Además, el visitante también podrá adquirir las frutas y hortalizas que en él se cultivan.
Todos los beneficios se vuelven a invertir en el proyecto. "La vida urbana crea demasiadas distancias entre sus habitantes porque resalta mucho sus diferencias", continúa Marco Clausen. "El hecho de pertenecer a una u otra generación, la proveniencia de una determinada clase social o etnia... Aquí se olvida todo, porque los alimentos son algo que todos necesitamos, algo de lo que podemos hablar y en lo que a todo el mundo le gusta involucrarse. Este es un lugar donde aprender los unos de los otros".
Para los creadores del proyecto el hecho de trabajar de forma sostenible es tan importante como que la actividad sea económicamente viable: "Un proyecto social debe poder mantenerse económicamente, debe ser capaz de generar beneficios y por eso vendemos las verduras que producimos", afirma Robert Shaw.
Para Nomadisch Grün es importante que la gente aprenda que también se pueden cultivar los alimentos de forma local, que no hace falta traerlos de lejos. "Este es un lugar estratégico donde la gente puede aunar conceptos, donde entender las relaciones entre la producción y el consumo. En las tiendas, aunque sean ecológicas, no se aprecia esta relación directa. Tenemos que ser muy conscientes del coste ecológico que, por ejemplo, conlleva el consumir carne. No estoy diciendo que todos tengamos que ser vegetarianos, pero sí que comprendamos el coste implícito de lo que consumimos. Lo mismo ocurre con los productos ecológicos que ofrecemos: no se trata de un dogma, sino de que los productos cuentan con una calidad extra, una frescura que no se va a encontrar en ningún otro sitio".
El jardín es completamente móvil, de forma que cuando el solar deje de estar a disposición de Nomadisch Grün, todas las plantas podrán ser transportadas a otro espacio.
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