Después de un tiempo ya observando el mundo, me he dado cuenta de que cada día de la semana posee una característica especial. De esta manera, el jueves es el día de las grandes esperanzas. No importa el cansancio acumulado ni que haya aún que cumplir con las obligaciones del viernes. Los jueves son grandes y huelen a anhelo porque mucha gente vive ya en la promesa del fin de semana. Como esta dimensión exige excepciones que confirmen sus reglas, hace un tiempo tuve un jueves que en nada se parecía a lo descrito anteriormente. Aquel día no había lugar ni para anhelos ni para pensar más allá de la medianoche. Lo cual provocaba que, aunque fuera un jueves diminuto, sus horas se alargaran hasta la eternidad. En una noche así mi medicina fue La pequeña Venecia.Siguiendo la tónica de aquel día, La pequeña Venecia presenta una ciudad que, de tan diminuta, apenas se ve. En este hábitat de extrarradio y gris otoñal vive Shun Li, una emigrante china cuya vida está gestionada en su totalidad por la mafia. Encerrada en un bar del que solo sale para refugiarse en su habitación compartida, Shun Li traba amistad con un pescador eslavo apodado "El Poeta". Amistad de la que nace un amor que, con un solo abrazo, los unirá hasta el infinito. El remedio ideal para un jueves diminuto.