Un jueves, un relato: "Ucronía"

Por Gadirroja

En esta ocasión me ha resultado de nuevo muy inspirador participar en este reto.Mi apreciada blogger Mag nos ha propuesto elegir una pintura de varias que compartió en su blog e inspirarnos en ella para narrar la historia.

¡Vamos al lío!


Adieu.

Adieu - Alfred Guillou (1892)


Naya creció en aquel pueblo de pescadores siendo el ojito derecho de su padre, y de su abuelo. La madre murió en el parto y la niña se crio en una casa humilde, a orillas de la playa, protegida por el cariño de Martín y Sauro, el viejo marinero y su hijo, que pese a su carácter callado y gestos hoscos, eran puro mimo cuando se trataba de cuidar a la niña.

“Cuando sea mayor, seré también marinera” – decía a los cinco años. Sauro negaba con la cabeza y la besaba en la frente. “Qué va, mi niña. Las niñas no salen al mar, eso es cosa de hombres. Tú serás maestra o costurera, como Marga”.

“En cuanto termine la obligatoria, quiero que papá me enseñe a navegar” – repitió a los quince. Martín la miró como si estuviera loca. “¡Pero qué fantasía de juventud es esa!” Bramó con su voz cascada. “Al mar, ni te acerques. El mar es traicionero y tú no estás hecha para él”.

Al cabo de unos años, Naya se enamoró del hijo de Gabriel, otro pescador vecino. Todas las tardes salía a la playa a esperar que volviera de faenar para sentirlo entre los brazos, ya de vuelta, con besos que sabían a salitre.

Martín y Sauro la observaban llegar, con las mejillas arreboladas y la ilusión en los ojos, y asentían más tranquilos.

Una fatídica tarde de intensa tormenta, la barca de Gabriel no volvía. Los hombres no podían prever lo que estaba sucediendo. Naya, nerviosa de esperar, no se lo pensó dos veces y cogió una de las barquichuelas del abuelo. Se hizo a la mar, y la marea, enseguida la llevó mar adentro.

Horas más tarde, su propio padre rescataría su cuerpo cerca de la orilla. Despidió a su hija con un último beso en el rostro, estaba ya gélida y sin vida. Lágrimas de horror y arrepentimiento surcaban su rostro mientras, mirando a Martín, le decía “Quizá, si le hubiéramos enseñado…el mar no nos la habría arrebatado”.


Te dejo por aquí el enlace a la entrada donde puedes leer muchas otras participaciones.

Gracias por seguir en este viaje. 

 ¡A vivir!