En el imaginario que forjaron los libros de aventuras en los que viajé en mi infancia, hay animales diversos. Además de los insólitos dragones, están “Buck”, el inolvidable perrazo mezcla de San Bernardo y Ovejero que protagoniza “La Llamada de la Selva” de Jack London, y la imponente ballena blanca “Moby Dick”, de Herman Melville.
Desde entonces siempre quise ver personalmente osos grises y bisontes. Seguí encontrándolos en el cine y la televisión; ¿cómo olvidar la descorazonadora escena de la matanza de bisontes en la hermosa película “Danza con Lobos”, o las extraordinarias imágenes en distintos documentales, de osos grises cazando salmones que nadan contra la corriente de algunos ríos? Pero la pantalla es lo que es y no un reemplazo de la experiencia directa.
Bien, resulta que hay varias iniciativas de cría de bisonte en Europa y algunas de ellas se encuentran precisamente en la región conocida como “Pays de Gex”, en donde ahora vivo. Cuando nos enteramos que a aproximadamente media hora a pie de nuestro hogar había un grupo de esos mamíferos, mi esposa y yo fuimos a visitarlos el sábado pasado.
No me importa mucho no haberlos observado tan de cerca como hubiese querido, porque puedo volver a visitarlos en cualquier momento y porque durante el extraordinario rato que los vi, las imágenes forjadas en juvenil lectura de aventuras volvieron a cobrar vida en mi mente. De hecho, podría jurar que por un instante, transportados desde los libros de Karl May hasta una protegida pradera de otoño en la frontera franco-suiza, “Winnetou” y “Old Shatterhand” se pasearon –conmigo al lado– entre los serenos e inconmovibles rumiantes.
A manera de epílogo, este poema de Jorge Luis Borges, titulado “El Bisonte”, de cuyo verso final he adaptado el título de este artículo.
El Bisonte.
El armado testuz levanta. En este
antiguo toro de durmiente ira,
veo a los hombres rojos del Oeste
y a los perdidos hombres de Altamira.
Luego pienso que ignora el tiempo humano,
cuyo espejo espectral es la memoria.
El tiempo no lo toca ni la historia
de su decurso, tan variable y vano.
Intemporal, innumerable, cero,
es el postrer bisonte y el primero.
¿Le gustó este artículo? Entonces tal vez también le guste:
CARNAVAL EN PARÍS
MUSICA, SEDUCCION Y DIENTES
ANIMALADAS
PAGAR EN VACAS