Un lugar a donde ir, de María Oruña

Publicado el 02 marzo 2017 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza

Un lugar a donde ir

La teniente Valentina Redondo se enfrenta a un extraño caso: aparece muerta una joven vestida con ropas medievales en un lugar llamado Mota de Trespalacios, y en posesión de una moneda antigua. Poco después, ya son dos los cadáveres con moneda. Paralelamente, su novio Oliver realiza gestiones para encontrar a su hermano desaparecido.

La segunda novela de las aventuras de la teniente Valentina Redondo en tierras cántabras me ha parecido más floja que la primera. A todas luces, la extensión desmesurada de la novela, de más de quinientas páginas, es un hándicap para una narrativa fluida. La trama, mucho más sencilla de lo que parece, se alarga al intercalar en la narración de la investigación policial flashbacks con la vida de la víctima y las reflexiones un tanto delirantes del asesino, siguiendo por otra parte, el manido modelo de los misterios "nórdicos". Para rematar, se incluye una subtrama protagonizada por el novio de la detective, Oliver, un auténtico hombre-florero, que añade páginas y solo sirve para justificar su existencia y para liar más el caso principal de un modo forzado.

Los diálogos son también extensos y repetitivos. Habría sido necesaria una buena poda para ajustar la prosa, ya que a menudo repite informaciones ya dichas, tanto en la parte narrada como en los parlamentos de los personajes. En cuanto a estos, apenas están perfilados. En lugar de mostrarnos cómo son, la autora nos cuenta un montón de datos de ellos, pero desvinculados de lo que vemos o de la trama en sí. Así tenemos una gran cantidad de páginas dedicadas a describir la vida de la forense o de alguno de los policías, claramente sobrantes, ya que esos datos no son relevantes para la historia ni estos personajes tienen una actuación más allá de la que les otorga su rol arquetípico de informadores o ayudantes de la protagonista. El premio a la situación más rara del libro se la llevan dos ingleses hablando entre sí en español, "para practicar el idioma", viviendo ambos en España... y mostrando unos parlamentos perfectos llenos de frases complejas.

Como ya es de rigor en toda novela policíaca, los cadáveres aparecen con unas parafernalias rocambolescas. En este caso, la primera víctima ha sido vestida como una princesa medieval, y lleva una moneda antigua. Si ya de por sí resulta extravagante tal disposición, más chocantes son las explicaciones finales, tan cogidas por los pelos que no resultan nada creíbles. Más parece que todo eso forma parte de la obligación ineludible en el género de que las muertes tengan la presentación más espectacular y rara posible. Si esto ya resulta chirriante de por sí, más lo es el que algunos de los personajes consideren que pueda haber elementos mágicos o anómalos, tales como un viaje en el tiempo. Bien es verdad que la anomalía queda pronto descartada, pero resulta molesto que se baraje tal hipótesis, cuando el lector es consciente de que la obra transcurre en un ambiente realista.

Otra cosa que no me gusta, será porque este género no es de mis favoritos, es el abuso de explicaciones, por ejemplo, forenses, que los expertos dan a otros que se supone deberían conocer del tema, al menos un poco. Estos momentos wikipedia solo valen para que veamos lo mucho que se ha documentado la autora, pero a mí no me interesan. Prefiero que me digan directamente que la policía ha determinado la fecha y hora de la muerte en x y en y y no me cuenten todo el proceso para determinar eso. Pero imagino que habrá gente a quién sí le interesen esos procedimientos. Y que forma parte del género.

El afán por evitar que el lector descubra al asesino, único aliciente de este tipo de novelas, hace que la trama se retuerza y se usen recursos un poco engañosos. A pesar de ello, y casi sin pistas, uno puede hacer sus deducciones, fijándose un poco en la estructura de la novela...

En resumen, una novela policíaca muy canónica y convencional, que gustará a los fans de este género, pero que a mí me ha quedado muy corta como novela en general, al no lograr empatizar ni con los personajes ni con las situaciones. Eso sí, buen reclamo turístico para Cantabria, con abundantes postales.

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