Un lunes de gloria para las abejas

Publicado el 31 mayo 2013 por Elodie Brans @Elo_Brans

Tras varios años de debates entre la comunidad científica y las grandes empresas químicas,  el pasado lunes 29 de abril la Comisión Europea estableció una suspensión de dos años sobre el uso de pesticidas que contienen neonicotinoides en toda la UE. El volumen económico del sector apícola en la UE asciende a unos 15.000 millones de euros anuales y España posee el mayor número de colmenas (en 2010, se registran 2.459.373 colmenas) y ocupa el 28% del mercado de la UE.

Estos insecticidas neonicotinoides, de uso común en la agricultura, contienen un ingrediente activo parecido a la nicotina de los cigarrillos y se utilizan para proteger las cosechas de plagas, como la de los áfidos o pulgón. Esta clase de pesticidas actúan en el sistema nervioso central de los insectos: la sustancia se une a los receptores neuronales y neurotransmisores alterando irreversiblemente su funcionamiento. Y para ello, una dosis muy baja es suficiente, tan solo unos 30 a 70 gramos de ingrediente activo por hectárea. En los últimos años, numerosos estudios científicos han demostrado que estos pesticidas no son estrictamente selectivos y también pueden afectar a diversos insectos beneficiosos para los cultivos, como las abejas.

Ya me dijo mi padre hace varios años “mis abejas están enfermas”. Apicultor amateur, con unas veintenas de colmenas, mi padre me enseño desde muy pequeña a no molestar las abejas tomando el néctar de las flores. Me encantaba observarlas caminar por los pétalos de las flores, contemplar como cargaban sus delgadas patas con un pesado fardo de polen y seguir los incansables viajes de idas y venidas de estas obreras que tienen como único objetivo alimentar a la colonia. En mi jardín, y aunque mi padre no utilizaba insecticidas químicos para tratar las plagas, las colonias de abejas disminuían y las mariposas desaparecían año tras año.

Pero ¿por qué las abejas mueren de una manera anormal en todo el mundo en estos ultimo seis años?

Desde hace varios años, se observa en Europa, Estados Unidos, América Latina e incluso en partes remotas de Asia, una despoblación de las colonias de abejas domesticas Apis mellifera. Un informe del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (United States Department of Agriculture  - USDA), estima que entre 2007 y 2011, un 30% de las abejas en los Estados Unidos han desaparecido. Esto es alrededor de un 50% más que la tasa esperada. Los hechos no son más tranquilizadores en España ya que datos recientes indican una pérdida de las colmenas cercana al 80%. Lejos de ser un mero epifenómeno, el famosoColony Collapse Disorder” (CCD) o “trastorno de colapso de colonias” de abejas, es una realidad inquietante. Las abejas se enferman y mueren. La producción de miel ha disminuido considerablemente en todo el mundo y el panorama es aún más preocupante porque lejos de ser sólo un productor de miel, Apis mellifera es sobre todo un polinizador fantástico.

Evolución de la producción de miel en Estados Unidos: 1945 a 2007 (USDA).

Entonces, ¿la polinización está amenazada?

El desafío económico y ambiental relacionado con la salud de los polinizadores salvajes es enorme. En Europa, el 80% de los cultivos agrícolas están relacionados con el “servicio de polinización” proporcionado por el ecosistema. Según un informe del Instituto Nacional francés de Investigaciones Agrícolas (Institut National de la Recherche Agronomique – INRA) la polinización de las plantas con flores (de ahí, casi todos los cultivos de frutas, verduras, oleaginosos) representan la friolera de 153 mil millones de euros, casi el 10% del valor total de la producción de alimentos mundial.

Evidentemente, el hombre no va a morir de hambre si desaparecieran los polinizadores porque por suerte los principales cultivos de granos (trigo, maíz, arroz) y también la caña de azúcar no dependen de este mecanismo para su reproducción. Pero si se diera el caso, habría una increíble escasez de frutas y verduras, con una posible desaparición de algunos, y una alteración drástica de la diversidad de la dieta alimentaria. De hecho, varios científicos sostienen que un declive pronunciado de los polinizadores podría tener consecuencias muy problemáticas para la biodiversidad en su conjunto, tanto para los cultivos industriales como para las especies silvestres.

La voz de alarma se dio en 2007 y por lo tanto la resolución de la UE el pasado mes de abril 2013 ha dado un pequeño respiro a las compatriotas de la abeja Maya después de varios años de debates entre los estados miembros, las empresas multinacionales que comercializan estos insecticidas y los activistas del sector apícola.

Un pequeño respiro, sí! Pero no solamente la exposición de las abejas a los pesticidas tiene la culpa. Hay que considerar otros factores para poder analizar las causas del “trastorno de colapso de colonias” (CDD) como pueden ser los ataques de parásitos, las enfermedades, los cambios de genética y la mala nutrición.

Algunos expertos citan más de una docena de factores que podrían explicar estas ondas letales. Entre los principales sospechosos, uno de los más temidos es el ácaro Varroa (Varroa destructor). Este ácaro de unos 1,5 milímetros originario de Asia se alimenta de la hemolinfa, la “sangre” de las abejas. Este “vampiro” de las abejas envejece de forma prematuro los polinizadores y disminuye la capacidad reproductiva de la colonia. Además, el ácaro Varroa es responsable de la transmisión de múltiples patógenos (bacterias y virus) y ayuda a deprimir el sistema inmunológico de las abejas debilitando aún más su sistema de defensa frente a otros patógenos como por ejemplo el hongo Nosema Apis que afecta el aparato digestivo de las abejas. Este decaimiento puede verse agravado por la falta de recursos alimenticios disponibles para la abeja. En efecto, si el polen es de mala calidad o aporta pocas proteínas, las abejas se vuelven menos capaces de defenderse frente a los ataques de parásitos. Este empobrecimiento de la dieta se relaciona también con la disminución de ciertas plantas herbáceas silvestres de nuestras praderas (amapola, campanilla blanca, cardo borriquero o otras crucíferas …).

La polémica nacida en torno a la muerte masiva de las abejas quiere contentar a todos los afectados y se declina finalmente por una tesis “multifactorial”. No hay una sola causa de mortalidad de las abejas, sino una combinación de varios factores que actúan de forma sinérgica, donde se combinan la toxicidad de los plaguicidas, los ataques cada vez mayores de los patógenos, la falta de recursos alimenticios y los cambios estacionales.

Indudablemente la ciencia encontrará una solución para cuidar de estos pequeños polinizadores. Seguro que la próxima vez que veas una abeja en tu jardín pensarás en todo el trabajo que está haciendo por ti.

Elodie Brans.



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