Anoche le envié un mail a Rosa Díez, que ella, como ya hizo en otra ocasión, me ha contestado en un tono muy educado.
En su respuesta reconoce, entre otras cosas, haber cometido mil errores, pero no considera haber perdido el buen humor, los sueños ni las ganas de luchar. Al principio y al final me ha dado las gracias por la reflexión.
No me parece esta la actitud de una persona soberbia y autoritaria como la que nos dibujan los medios.
Por poner un poner, que dicen en mi pueblo, no me imagino a un Pablo Iglesias en horas bajas contestando inmediata y personalmente a un afiliado de provincias que le da estopa. De Susana o de Mariano ni me lo planteo.
No entiendo que tanta gente celebre la virtual desaparición del partido que puso en el mapa político español una serie de conceptos y actitudes que hoy todo el mundo considera innegociables ni la inquina hacia una señora que ha procurado, con su trabajo incansable, mejorar la calidad de nuestra democracia. Sobre todo, cuando al mismo tiempo, le hacemos panegíricos a la jefa de Sabalete, a la de Granados y al que le pedía a Luis que aguantara.
Aquí os dejo, queridos lectores, el contenido del mail que le envié a Rosa. Pasad buena Semana Santa.
“Querida Rosa:
El verano pasado me atreví a mandarte un correo, que tuviste la amabilidad de contestar, en relación con el famoso asunto de Sosa Wagner y la respuesta pública y airada de Irene Lozano, a la que defendiste. Fue la mía una carta dura y descarnada: la lealtad, como habrás podido comprobar estos días, es exactamente lo contrario del servilismo.
Creo que de aquellos polvos han venido estos lodos electorales y de haber hecho del núcleo duro del partido un bunker cerrado, jaleado incluso en sus errores por un grupo considerable de acólitos, los males que ahora nos amenazan de muerte.
Cuando el panorama político cambió, con la irrupción repentina de Podemos, alguien cercano debió advertirte de que el tercerismo moderado no tenía más remedio que unir sus fuerzas, alguien leal e inteligente tenía que haberte recordado el viejo aforismo que asegura que lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Pero seguramente estaban demasiado ocupados colgando en las redes el selfieque se habían hecho contigo.
Algunos de los que hasta el pasado domingo besaban por donde pisabas han empezado a hacer propósito de la enmienda, en un ejercicio que se parece mucho al oportunismo.
Me recuerdan a aquel estudiante universitario del postfranquismo, que en una asamblea pidió la palabra y le dijo a quien acababa de intervenir desde la mesa presidencial: “Perdona, te voy a hacer una autocrítica”.
Me asquean los rebotados, los renegados, los buesas y demás ralea que sale echando pestes de los sitios donde no ha podido medrar.
La mía es la carta de un afiliado crítico pero leal, querida Rosa. Si algún día me doy de baja, lo que no descarto, no será desde luego para ingresar en Ciudadanos. Mi aventura política (que nunca aspiró más que a acompañar una idea noble) habrá terminado ahí.
Por eso te pido que me aceptes un consejo: sal de la cueva de asesores, de los patos magentas, las conspiranoias y las intrigas, de la endogamia del aparato.
Recupera el buen humor que me sedujo en una charla tuya en Granada hace unos años; retoma el espíritu camp que animó este proyecto y transmíteselo de nuevo a tus compañeros.
UPyD no puede mirarse en el espejo de los tuits de Gorriarán, otrora valiente luchador por la democracia y hoy convertido en una sombra hosca y faltona de sí mismo.
Los de abajo, los del subsuelo, los que aún nos lo creemos, pensamos que el plan moderado y reformista de UPyD es hoy más necesario que nunca, para hacer frente al inmovilismo de los grandes y al populismo rupturista de Podemos.
Pero si no se recuperan el tono, las formas y la altura de miras el proyecto político más ilusionante de las últimas décadas irá camino del despeñadero. Puede que incluso ya sea demasiado tarde.
Como ya le dije a Irene Lozano aquel infausto verano, sería triste comprobar que no erraba Federica Montseny cuando intuía que al final de todos los sueños humanos no hay más que polvo.
Mi respeto y un abrazo afectuoso
Martín Domingo”.