Un mal día para nacer - Courtney Collins

Publicado el 08 septiembre 2014 por Rusta @RustaDevoradora

Edición: Lumen, 2014 (trad. Eugenia Vázquez Nacarino)Páginas: 288ISBN: 9788426401328Precio: 19,90 € (e-book: 11,99 €)Leído en versión original.En la actualidad, muchas nuevas voces notables llegan desde Oceanía. El caso más paradigmático es, seguramente, la neozelandesa Eleanor Catton, ganadora del Man Booker Prize con su segunda novela, Las luminarias (2013; Siruela, 2014), de próxima publicación en España. No obstante, su compatriota Graeme Simsion (El proyecto esposa, Salamandra, 2013) y las australianas Hannah Kent (Ritos funerarios, 2013; Alba, 2014) y Courtney Collins (Un mal día para nacer, 2012; Lumen, 2014) también han destacado con sus respectivos debuts, hasta el punto de que los dos primeros se han convertido en auténticos best-sellers en los países anglosajones. Esta irrupción no es casual: el gobierno australiano lleva años invirtiendo en la cultura literaria, con la creación de organizaciones, premios y otras actividades para promoverla (ya podrían tomar nota en otros lugares, ejem). La apuesta por un autor novel, además, se basa a menudo en los méritos obtenidos en programas de escritura creativa (algunos consiguieron reconocimiento por obras todavía inéditas que buscaban editorial, por ejemplo).De los nombres mencionados, Collins comparte con Kent algo más que la nacionalidad y la juventud: las dos se inspiran en el personaje histórico de una mujer controvertida (una bandolera intrépida en Un mal día para nacer y una criada condenada por asesinato en Ritos funerarios), sobre la que intentan ofrecer una nueva mirada; recrean una época rural del pasado, evocada con aires góticos y opresivos (las montañas de Australia a principios del siglo XX y una granja de la Islandia decimonónica, respectivamente); utilizan un lenguaje de efluvios poéticos y demuestran predilección por la narración pausada, que se entretiene con la introspección a pesar de contar con una trama potente. De todos modos, aun aceptando que ninguna de las dos merece el calificativo de obra maestra, la propuesta de Collins, a mi parecer, plantea un argumento más arriesgado y sorprendente, tanto en la forma como en el tema, y lo solventa con mejores recursos que su paisana.La protagonista es Jessie Hickman, una legendaria bandolera australiana apodada «la máquina de dar palizas», que en esta historia imaginada por Collins huye a las montañas justo después de enterrar a su hija recién nacida (un mal día para nacer, en efecto) y de matar a su esposo, un hombre maltratador y alcohólico. Este comienzo impactante da muchas pistas sobre la personalidad de Jessie que se desarrolla a continuación: una mujer valiente, sin escrúpulos, curtida por la vida a pesar de tener poco más de veinte años. Una mujer, en fin, alejada de los tópicos sobre la feminidad y la maternidad, una luchadora nata que batalla incansable por su libertad personal, aunque sea a costa de robar ganado y cometer otros delitos que mantienen a la policía alerta. Ahí está el mérito de la autora: no elude la brutalidad de la bandolera, no la «suaviza» ni la victimiza, error en el que sí cae Kent en Ritos funerarios al compadecer a su personaje desde el comienzo.Por si el carácter de Jessie no fuera lo bastante sugestivo para sostener la trama, Collins acierta aún más al elegir al bebé enterrado como narrador en primera persona, un bebé que, después de lo ocurrido con su madre, se siente orgulloso de ella y la anima a continuar su camino, un camino en el que no faltan enemigos que la quieren hundir y un amante fiel que trata de ayudarla. Aunque este punto de vista pierde originalidad conforme avanza la novela —el primer capítulo es arrebatador, pero luego se asemeja demasiado a un narrador omnisciente convencional, salvo en algunos pasajes—, sus breves aportaciones personales, los «Mi madre», dan una gran fuerza al relato, unos destellos líricos que no mitigan la crueldad de los hechos, sino que potencian el ambiente oscuro y melancólico.Las palabras del bebé están inmersas en la tierra en la que está enterrado. La autora, que creció en una zona rural y admite influencias de Cormac McCarthy y Carson McCullers, conocía retazos de la historia de Jessie Hickman desde su infancia y, cuando decidió escribirla, dio mucha importancia al entorno, a las piedras, al barro, a los arbustos —tal como cuenta en esta entrevista; por eso demuestra una enorme conciencia del entorno hostil, que acrecienta el ambiente gótico y logra que la voz parezca fluir desde el fondo mismo de la naturaleza, como una verdad que necesita ser contada (una vuelta de tuerca a la primera persona protagonista que tanto abunda en la ficción histórica). Un mal día para nacer se puede calificar como una novela «sucia», una novela que revuelve lo políticamente incorrecto y lo saca a la luz desde las entrañas de una criatura enterrada por su propia madre.

Courtney Collins

Como último apunte, en España la tradición de las historias de bandoleros está mal entendida o, mejor dicho, se ha simplificado por los westerns de segunda. En este sentido, conviene recalcar que, no obstante la violencia, la muerte, los robos y las persecuciones narrados, Un mal día para nacer es mucho más que una novela de género, porque su clave se encuentra en Jessie Hickman, una protagonista áspera, magnética, astuta, que atrae por ese lado «salvaje» tan poco visto en los personajes femeninos de la literatura contemporánea de este tipo. No es un libro de aventuras —aunque las hay—, sino una obra sensorial, insinuante, que plantea una concepción penetrante, cruda y feroz del instinto de supervivencia.