Un maratón para defender la libertad de movimiento en Palestina

Por La Viajera Incansable @viajoincansable

El pasado viernes 23 de marzo, se disputó la sexta edición del maratón internacional de Palestina que, este año, ha contado con 7000 participantes.

Este evento deportivo celebró su primera edición el domingo 21 de abril de 2013, cuando 650 corredores —un tercio de los cuales procedían de 28 países extranjeros diferentes— iniciaban la carrera bajo la lluvia tras haber guardado un minuto de silencio por las víctimas del reciente atentado del maratón de Boston.

Una foto que anuncia la carrera y que tomé varios días antes, cuando aun brillaba el sol

A mí la noticia de tal acontecimiento me sorprendió nada más entrar en Belén un mes antes, y alargué mi estancia en la ciudad para poder formar parte de lo que consideré un hito en la historia de Palestina. Fue emocionante presenciar la entrega de la gente, tanto de corredores como del público en general, que se esforzaron por seguir apoyando el evento a pesar del mal tiempo.

La noche anterior al maratón, se celebró una vigilia en memoria de las víctimas de Boston

Signe Fisher, una danesa que trabajó cuatro años en Palestina para una oenegé, fue el cerebro de todo. Por lo que me contó la chica polaca que trabajaba en la oficina de turismo de Belén, se le ocurrió la idea de organizar el maratón mientras esperaba para cruzar uno de los controles militares israelíes. Acababa de llegar desde Dinamarca y lo que más le afectó fue la imposibilidad de los palestinos de moverse con libertad. Para poner en marcha el proyecto contó con otra danesa y una palestina, y le pusieron por nombre «Right To Movement» (Derecho al Movimiento).

Desde su privilegiada situación junto a la Basílica de la Natividad, la plaza del Pesebre (Manger Square) se vio transformada por el ambiente festivo desde muy temprano (el maratón empieza a las 8 de la mañana). Música, banderas palestinas y globos de colores adornaron en esa ocasión las pequeñas carpas en las que se recibía a los participantes, se les hacía entrega de los dorsales y se les daba, es de suponer, los últimos consejos antes de iniciar la carrera. Y es que, además de centro neurálgico de toda la actividad, esta plaza es el punto de partida y meta del maratón.

Los corredores deben acometer un recorrido con fuertes desniveles a lo largo de 42, 21, 10 o 5 kilómetros, según decidan en el momento de inscribirse. A la opción más corta se la ha bautizado en las últimas ediciones con el nombre de «maratón familiar» porque sus participantes son, en su mayoría, mamás con niños pequeños.

Quienes optan por correr el maratón completo realizan el mismo recorrido dos veces; es decir, suman dos medios maratones de 21 kilómetros cada uno. Ello se debe a que en Belén, como en cualquier otra ciudad palestina, es imposible correr 42 kilómetros sin tropezar antes con el muro que Israel empezó a levantar en 2002 o con un control militar. En consecuencia, el recorrido discurre paralelamente al muro de separación israelí, atraviesa el campo de refugiados de Aida y pasa por emplazamientos emblemáticos de la localidad.

Una joven palestina corre al lado del muro que separa Belén de Jerusalén luciendo el tradicional hiyab Corredores pasando junto al muro de separación israelí | Pese a que ha sido declarado ilegal por la ONU y el Tribunal Internacional de Justicia, la construcción del muro de la vergüenza avanza, y más del 80% de su trazado discurre por tierra palestina

El primer ganador de la historia del maratón de Palestina fue Abdel Nasser Awajna, un joven proveniente de la vecina ciudad de Jericó, que terminó la carrera en 3 horas, 9 minutos y 47 segundos y que, por lo que he leído, en la siguiente edición (2014) terminó tercero a pesar de haber liderado la carrera prácticamente hasta el final.

Me sorprendió ver que había quien corría descalza (solo vi a mujeres haciéndolo), como esta joven, que avanza hacia la meta ante la atenta mirada de los soldados

En esa ocasión, el ejército israelí prohibió a 26 corredores residentes en la Franja de Gaza trasladarse hasta Belén para tomar parte en el maratón; en la edición de 2017 fueron 250 los que no pudieron asistir por la misma razón, dándose así la circunstancia de que, mientras cientos de corredores extranjeros compiten en un maratón internacional palestino, los propios palestinos no pueden hacerlo.

Una pareja de maratonianas internacionales cogiéndose de la mano antes de atravesar la línea de meta

Todos los participantes que no optaron al podio recibieron una medalla realizada en madera de olivo, como símbolo tradicional de la tierra anfitriona, y un diploma que les acreditaba como participantes en este maratón histórico y reivindicativo que, año tras año, consigue hacerse un hueco a nivel internacional para dar así visibilidad a un pueblo.

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