Un mes una autora: LA GOTA DE AGUA

Publicado el 15 junio 2012 por Tatty
¿Qué mejor forma de descubrir a una autora que a través de sus palabras? Hoy os acerco a Mayte Esteban a través de unos de los cuentos que ha escrito: La gota de agua. Si después de leerlo os quedáis con ganas de más, tiene tres novelas publicadas: La arena del reloj, El medallón de la magia y Su chico de alquiler.
LA GOTA DEAGUA
   Esta es la historia de una gota de agua.
   El nacimiento de esta gota, como todos los nacimientos, fue algo casual: dos átomos de hidrógeno se encontraron con uno de oxígeno y se aproximaron tanto que finalmente acabaron uniéndose formando una molécula de agua. Esta se alió con otras y así se formó la gota protagonista de nuestra historia.
   La historia empieza en un manantial.
   El aire limpio de la montaña saludó a la gota recién nacida. Se estaba divirtiendo de lo lindo entre otras miles de gotas que bailaban contentas. «Acabas de nacer, gota» le dijo el aire de la mañana. «Ahora empezarás a recorrer un largo camino. Te deseo mucha suerte». Y la gota se adentró en el torrente que la llevó aguas abajo, hacia el río.
   En su camino, en el tramo alto del río, la gota tuvo mucho trabajo. Junto a sus miles de hermanas empujó los materiales de las orillas, arrancando trozos de considerable tamaño que el río fue llevando hacia adelante, en ese largo viaje hacia la desembocadura.
   En el tramo medio, el padre río les dijo a las miles de gotitas, que deberían cumplir una misión importante: tendrían que transportar dentro de ellas, hasta el tramo bajo, a unas viajeras especiales: las pequeñas partículas de sedimentos que se iban de excursión hasta el mar. El padre río les advirtió también que sobre él pesaba una grave amenaza llamada contaminación.
   Las gotitas se echaron a temblar. Algunas ya sabían de aquel horrible enemigo, pero la gota recién nacida nunca había oído hablar de él. «¿No sabes qué es?» le preguntó una gota madura que ya había recorrido muchos ríos y había estado varias veces en el mar. «Es terrible. Te obliga a cargar, no sólo a las arcillas viajeras, sino toda una serie de materiales de deshecho que te ensucian mucho y de los cuales no te puedes librar». La gota tuvo la tentación de llorar, pero no lo hizo porque las gotas no lloran. Ya están bastante mojadas.
   El resto del camino, hasta que apareció la contaminación, fue muy relajado. La gota portaba a su pasajera de barro y disfrutaba del paisaje. Saludaba a los árboles de la orilla, atravesaba las plantas acuáticas y contemplaba los peces. Poco antes de llegar a un afluente todas las gotas que ya habían vivido más ciclos empezaron a protestar. En pocos minutos las gotas sucias del cauce cercano se mezclaron con las limpias: de pronto dejó de haber peces, y los árboles parecían tristes.
   El paisaje empezaba a cambiar.
   Las gotas sucias estaban cansadas, y por eso las limpias se ofrecieron para llevar parte de su carga. La gota bebé casi no podía con todo, y sólo los ánimos del padre río le ayudaron a no desfallecer. ¡No sabía que hasta el mar quedaban más ríos contaminados!
   El viaje fue eterno para la gota. Cuando el padre río le autorizó a dejar bajar a su pasajera se sintió contenta. No sabía que sólo podía librarse de ella y no de la contaminación, que parecía que se le había quedado pegada. Por más que se sacudía no salía. Se sentía sucia, y otra vez sintió ganas de llorar, pero las gotas no lloran. Ya están bastante mojadas.
   El mar ya estaba cerca. Cuando la gota llegó le pareció inmenso. Había muchas más gotas de las que nunca hubiera podido imaginar. ¡Era tan grande! Pero esas gotas eran especiales. No estaban tan sucias, transportaban sal. Hizo un pacto con algunas y a cambio de que la descargaran de contaminantes ella les quitaría un poquito de sal. Las gotas de mar aceptaron, aunque no de buena gana. A nadie le gusta la contaminación.
   La gota se sintió mucho más limpia, ya no pesaba tanto. Se tumbó en la superficie y se quedó dormida al sol. Sólo se despertó cuando notó que se estaba deshaciendo. El sol, con su calor, estaba evaporando agua, y la gota se notó ascender. Poco después formaba parte de una nube. ¡Flotaba en el aire!
   Estuvo varios días disfrutando de la sensación de volar, viendo paisajes bellos, ciudades inmensas, campos de cultivo, carreteras, hasta que por fin llegó a unas montañas. El tiempo, que hasta ahora había estado calmado, empezó a cambiar. Un viento helado del norte sopló y sopló, y la nube se quedó pegada a la montaña. Poco después la gota, junto con las miles de gotas que formaban la nube, empezó a tiritar por el frío. ¡Estaba transformándose en nieve!
   El descenso hasta tierra fue muy placentero. La gota, convertida en un pequeño copo en forma de estrella, bajó planeando hasta caer al suelo. No fue la primera, por lo que cayó en blando, encima de otras muchas que aterrizaron antes. Allí estuvo mucho tiempo, hasta que llegó la primavera, y con ella el deshielo.
   El calor del sol derritió la nieve blanca y la gota adquirió de nuevo su estado original. Rápidamente fue discurriendo por un reguero hasta que llegó de nuevo a un río. No era el mismo, pero la gota se imaginó que el recorrido que haría sería similar. Ahora ya no era una gota inexperta como la otra vez.
   Volvía a empezar su ciclo.
 Mayte Esteban
(este texto es autoría de Mayte Esteban y está prohibida su reproducción total o parcial sin su consentimiento)