Sábado 18 de diciembre, 20:00 horas. Teatro de
La Laboral (Gijón). Concierto Extraordinario de Navidad:
El Mesías (
Händel).
OSPA,
Coro de la Fundación Príncipe de Asturias (maestro de coro: José Esteban García Miranda);
Malin Christensson (soprano),
Madeleine Shaw (mezzo),
Nicholas Mulroy (tenor),
Timothy Mirfin (bajo). Director:
Benjamin Bayl.
Con un gripazo pillado el pasado lunes en la Catedral de Oviedo (y no por ello bendito) que me dejó en cama hasta el mismísimo sábado, rebobinando mi mente (y
el blog) un año atrás me encontraba de nuevo con tres opciones posibles:
- En Oviedo dos por uno: Melisma de mi querido Fernando M. Viejo con Adolfo G. Viejo al órgano interpretando doce corales de Adviento y Navidad de Bach en San Juan el Real (repiten domingo en la iglesia de Sabugo de Avilés y lunes en la de San Pedro, Gijón), la ópera L'elisir d'amore fuera de abono con el segundo reparto en el que además de la cordobesa Auxiliadora Toledano como Adina cantaba mi admirado Luis Cansino el Dulcamara.
- En Langreo la "Compañía Lírica de Zarzuela" de Madrid (que repetirá en Mieres este domingo).
- En Gijón con el tradicional "Mesías" de estas fechas, en Asturias siempre programa doble (viernes en la Catedral, gratis y con el miedo a continuar la gripe y sábado de pago pero calentito en La Laboral).
Siempre tengo amigos que se acuerdan de mí y además me invitan cuando tienen invitaciones, y esta vez me las consiguieron para acudir al Teatro de La Laboral, con poca entrada y
"un nuevo Mesías" que añadir a tantos conciertos, pero mereció la pena porque resultó
"un Mesías nuevo" pese a coincidir intérpretes conocidos, aunque con detalles muy interesantes que paso a comentar.La
OSPA en "formación barroca" añadía entre sus intérpretes a dos de los hermanos
Zapico:
Pablo (archilaúd) y
Aarón (clave y órgano), todo un acierto al conseguir la sonoridad más cercana al original sin entrar en criterios más o menos historicistas, pero sobremanera en los recitativos y un continuo de
ripieno perfecto acompañamiento a las voces; la disposición vienesa y la perfecta ubicación de los timbales (de bronce) y las dos trompetas (en el primer piso primero y ya en el escenario al lado de aquéllos en la segunda parte), excelentes todos y en especial
Maarten, lograron un equilibrio difícil de alcanzar seguramente en la Catedral (aunque habrá que leer las críticas).
De los solistas lamentar la indisposición del bajo (seguro que le pasó lo que a mí) que obligó a suprimir sus arias de la primera parte y mermado en la segunda (el pecho tomado evita mayores
fiatos y unos agudos opacos), pero que con todo de estar en su plenitud hubiera alcanzado cotas de excelencia. El tenor apropiado para oratorios y cantatas con un "timbre muy inglés", dicción e interpretación correctas y volumen algo pequeño pero suficiente. La soprano sueca algo desigual a lo largo de todo el oratorio (sobre todo en las agilidades) pero casi perfecta en las arias más conocidas, con una musicalidad que compensó otras carencias (que supongo puntuales). Repetía la mezzo escocesa que me impresionó el año pasado y volvió a hacerlo este, de
color vocal muy personal adecuado a estos repertorios, perfecto de proyección (estaba sentado en la fila 16), con un registro grave pequeño en volumen (insistir que es mezzo y no contralto) pero unos medios y agudos carnosos ausentes de vibrato o timbre metálico que tanto abundan hoy en día, con dinámicas realmente conseguidas desde el
pp al
ff tan necesarias en general y más en el Barroco. Destacable el dúo
He shall feed His flock de solemnidad grandiosa en las dos voces femeninas con una orquesta sutil que cantó con ellas esa melodía sobrecogedora "masticando" todas y cada una de las notas escritas por el alemán nacionalizado inglés.El Coro de la Fundación, algo mermado en número pero más equilibrado y empastado que en anteriores conciertos, resultó uno de los artífices de este "nuevo Mesías", sin caer en el tedio de repetir cada año esta joya de
Händel y con directores distintos (creo que sólo repitió
Paul Mann) que aportan siempre nuevas visiones de una obra por otra parte muy estudiada por todos ellos. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con el coro, afinación perfecta, matices ya olvidados y reencontrados en todas y cada una de sus intervenciones, ayudados por unos
tempi ágiles para los números rápidos y tremendamente reposados en los lentos, vocalizaciones que hacían totalmente inteligible un texto siempre reforzado por la música (y no al revés) así como unas agilidades que en ningún momento dieron sensación de "agobio". La dinámica volvió a ser el punto fuerte, sin gritar (ni desafinar) nunca en los
ff y unos
pp perfectos de emisión perceptibles siempre con la orquesta. Pero todo ello no hubiera sido posible sin el maestro
Benjamin Bayl (Sidney, 1978).
Por todo lo anterior dejo para el final al gran artífice del ¿milagro? de este "Mesías nuevo". El australiano
Bayl conoce y domina los
ensembles y el repertorio
barroco (aunque también el contemporáneo y la ópera) además de haber estudiado órgano nada menos que en el
King's College de Cambridge. Desprovisto de batuta y sin necesidad de podio, dio una auténtica lección interpretativa y de visión ágil, clara, alegre sin perder la solemnidad, consiguiendo todos los contrastes escritos en la partitura pero no siempre escuchados, y sin los
ritardandi tan exagerados en los finales que desgraciadamente acaban siendo caricaturas y no subrayados del discurso musical. Llevó a los intérpretes por texturas diría que desconocidas en nuestra OSPA, desde la disposición ya comentada hasta los matices, cuidando posibles excesos nunca alcanzados (qué bien sonaron las
trompetas en Re) y con los violines a izquierda y derecha que resaltaban los pasajes fugados mejor que nunca, amén del ya apuntado añadido de los
hermanos Zapico (en el centro junto a los cellos), pues despojarse de ellos no hubiera resultado igual (el trabajo de
Aarón pasando del clave al órgano es para nota).Los
tempi elegidos ya me sorprendieron en el primer número coral (
And the glory of the Lord), mucho más ligero de lo habitualmente escuchado y que evitó la pesadez a veces contagiosa cuando se tiende a "machacar" el texto, y corroborado en el siguiente (
And He shall purify the sons) que permitieron escuchar las agilidades con una precisión y limpieza algo olvidadas, las notas tanto cantadas como tocadas perfectamente acompañadas por la orquesta. El precioso
For Unto Us a Child is born supuso nuevamente la prueba de fuego para el coro, los
"Wonderful" y
"Counsellor" plenos y distintos (clave de la interpretación barroca), con ataques claros y precisos, las partes fugadas perfectamente diferenciadas, matizadas, empastadas en las homofónicas, con fuerza pero sin tensiones y acomplamiento con orquesta para lograr sonoridades plenas y redondas. La articulación alcanzada por el coro y ese "dejar correr las frases" sin perder pulsación creo que fue el éxito de la noche, incluso un
Aleluya sin manierismos ni efectismos (digno heredero de Gardiner, Pinnock y toda la escuela inglesa) sin olvidarme de un
Amen realmente único que me ha devuelto la confianza en nuestro "coro insignia" de Asturias. La buena mano y complicidad alcanzada entre director y coro se notó a lo largo de todo el concierto, y los resultados fueron magníficos.Con los solistas la maestría funcionó igual, sin necesidad de mirarles (todos cantaron a sus espaldas) y resultando un auténtico concertador, finalizando cada
acompagnato y frases de las arias como si estuviese él mismo tocando el "órgano orquestal" y mimando volúmenes y tiempos para una interpretación cómoda donde la música siempre ha estado al servicio del texto. Lo dicho, un maestro al que tendremos que recordar.
P. D. 1: Crítica del concierto del viernes en Oviedo por
Diana Díaz en
LNE del domingo 19.