Imagen extraída de La Butaca.net
Os dejo el trailer en español de la película:
Pero, para quien es capaz de sustraerse de los prejuicios pacatos y baratos de una sociedad pueril, estas dolorosas e insatisfactorias experiencias muestran lo que supone vivir la Individuación con todas sus consecuencias. No debemos olvidar que, las debilidades del hombre muestran también, por ley de opuestos, sus grandes virtudes. Pero encaminarse por los oscuros y penosos senderos de la Individuación, colmados de penurias, dolor y sufrimiento, está reservado sólo a unos pocos. Quienes, por cierto, han comprendido que, la estancia en los trillados caminos de la consciencia, se asemeja mucho a permanecer en las labradas tierras de la Comarca, esto es, en la cándida y feliz ignorancia del pueblerino, donde es impensable cualquier “Evolución de Consciencia”.
“Sabina llegó a la (clínica de) Burghölzli en un estado lamentable. Ni siquiera podía mirar a la cara a nadie. Posiblemente se tratara de una esquizofrenia, pero hay quien no concede a sus síndromes, al menos desde el material que se conoce, otro diagnóstico que el de una histeria grave. En cualquier caso, su estado mental estaba seriamente deteriorado. Sin embargo, pudo abandonar la clínica en un año, y pasó a ser colaboradora de Jung, que la alentó a estudiar psiquiatría. Inteligente, avispada, dicen que con una gran carga erótica, menuda y morena. Llegó a realizar trabajos señeros en el campo de la psicología, bajo la supervisión de Jung, como por ejemplo La destrucción como causa del nacimiento, o la tesis doctoral que le sirvió para ingresar en la Sociedad Psicoanalítica de Viena: Un caso de Esquizofrenia. Siempre fue prolífica en el escrito de ensayos y artículos al margen e independientemente de los grandes, hasta su muerte.
El romance se concretó en 1908, con una Sabina de veintidós años. Envueltos en la magia de numerosos sucesos sincronísticos y otros milagros sobrenaturales que hacían aparecer la relación a ojos de los dos como de almas gemelas por fin encontradas, llegaron a la pasión y al sexo, al margen del matrimonio, claro está. Este momento queda registrado en una carta que Spielrein escribió, probablemente a Freud (según nos cuenta Richard Noll ), donde decía:
“Quedé sumida en una profunda depresión, esperando. Ahora llega pletórico (...); ya no quiere reprimir su sentimiento por mí, reconoció que yo era la primera, su mejor amiga (...), y que quería contarme todos sus secretos.”
Sabina tenía una capacidad mediúmnica enorme y un fino intelecto para analizar los trasfondos psíquicos; no en vano atravesó su enfermedad psíquica. Jung la apreciaba mucho en todos sus talentos:
“Usted no se imagina cuánto significa para mí la esperanza de poder amar a una persona a la cual no tengo que maldecir y que no se condena a sí misma a asfixiarse en la trivialidad de lo cotidiano”
Entrelazado en esta escandalosa relación con Sabina, que costó, como es imposible que no, indecibles problemas al matrimonio y entre ellos mismos, empezó Jung su descensus ad inferus, su viaje nocturno por el mar del Inconsciente del que acabaría trayendo a la luz el tesoro de su obra. Con esta relación, donde Jung por primera vez se implicaba a fondo con la Hebrea, se abrieron las primeras puertas del Inconsciente Colectivo. De la mano del Eros para con su prima, había nacido el Logos de su vocación médica y los primeros trabajos serios en lo que sería su futura psicología analítica, que se separa abismalmente del psicoanálisis en su profundización esotérica y en su relación con el vivísimo “mundo de los muertos”. De la mano de Sabina aparecieron sus primeras y febriles incursiones en la investigación de los mitos, y la comparación del material clínico con los símbolos legendarios. La primera parte de Transformaciones y símbolos de la libido se destiló del período donde, entre los dos, comenzaba el alejamiento y se recuperaban las proyecciones.
La presión de las exigencias sentimentales de Sabina, que quería tener, cuando menos, un hijo con él (ni qué dudar de que, seguramente, aspiraba a tenerle para ella sola), expectativas que Jung no estaba dispuesto a cumplir, acabaron minando la relación. Luego, más abajo iremos viendo como, este tema era la punta del iceberg de un enfrentamiento más profundo entre los dos.
El doctor, atrapado en un conflicto insoluble, se convirtió a veces en un mentiroso, frente a Freud, a su mujer, a Sabina... Ella se fue llenando de resentimiento, y todos los desentendimientos entre ambos acabaron por abortar la conjunción antes de que él se internara en sus incursiones “científicas” más elevadas, o más profundas, en pos del símbolo y el sentido trascendental, religioso. El mejor Jung, ya estuvo muy lejos de Sabina. Quizás también podríamos decir lo mismo para ella, pues sus trabajos en solitario como profesional fueron de tal talla que influenciaron a maestros como Piaget y Saussure. Pero desde luego aquella avezada y pionera mujer analista, que escribió aquel ensayo sobre las tendencias de muerte de la Psique, que acabó por trastocar los conceptos centrales de Freud (una influencia que él jamás, ingratamente, reseñó), la echamos en falta en su vida posterior.
Discutieron mucho sobre el significado del trabajo que estaban acometiendo, y su fin último. No hay lugar a dudas de que Jung extrajo mucho de lo que después adscribió a la amarga lucha entre anima y animus de estos enfrentamientos, que no sólo fueron dialécticos, llegaron a veces a lo físico.
En efecto, en una carta de 1908 la dinámica anima-animus entre ambos queda suficiente clara:
(...) La complejidad de la situación me fuerza a tomar la iniciativa. Ahora soy yo la que tengo que expresar lo que te está vedado a ti. Me toca a mí adoptar la posición antinatural de hombre y a ti, el rol femenino (...)
Sabina quería llamarle al deseado hijo con Jung, Sigfrido. Su instinto materno se confabulaba con el impulso de su animus para querer parir a su propia masculinidad como héroe hijo, inseminado desde el héroe que ella tenía proyectado en Jung. En efecto, Jung había comenzado una travesía heroica por mérito propio y Sabina con acertada intuición sabía de quién se había enamorado, pero en aquel momento los periplos de los dos estaban cruzados: la aspiración oculta de Sabina era la de elevarse ella misma como Sol victorioso, integrando en sí toda su resuelta masculinidad. Un escrito en su diario de 1911 la delata abiertamente en ésto:
Desafío, porque en la vida he de realizar algo noble y grande. Yo no estoy hecha para lo cotidiano. Para mí se trata de una lucha a vida o muerte (...) Ningún dolor me es demasiado insufrible y ningún sacrificio demasiado grande como para impedirme cumplir con mi destino sagrado.
Y a Jung le tocaba, como ya sabemos, decapitar a Sigfrido y declinar su Sol hasta introducirlo en la matriz primordial de la Gran Madre: el Inconsciente Colectivo. El desentendimiento intelectual y profesional, a nivel de Logos, entre ambos, estaba a priori garantizado. Tanto como el conflicto entre Sabina y Jung como hombre y mujer, en el nivel del Eros.
Uno de los puntos cruciales de esta confrontación, en ese plano intelectual, se dio entre las valoraciones que cada uno le atribuía a lo “artístico” y a lo “científico” como meta individuatoria. Muy seguramente, aquella historia que cuenta Jung en Recuerdos, Sueños, Pensamientos, sobre la voz del anima que pretendía convencerlo de que lo que hacía con su trabajo interior era arte, y no ciencia, proviene de estas discusiones con Sabina, ya a nivel epistolar. La Hebrea se atrincheró detrás de su arte, su amada música, posiblemente para proteger el tesoro de sentimiento de su corazón, dolorido por el fracaso con Carl.
A medias como buen mentor y para desembarazarse de un problema que por momentos se le hacía demasiado grande, Jung alentó la proximidad de Sabina a Freud y al círculo psicoanalítico oficial. Tras la ruptura de éste con Freud, prefirió la ya prometedora analista quedarse del lado de este último, muy probablemente no sólo por razones intelectuales, sino por auxilio en un padre protector...y quizás también como venganza.
La función inferior, que ya empezaba a dar cuenta de qué significaba en su desarrollo y su futura identidad, que ya empezaba a tener rasgos de personalidad y vocación bastante definidos, aún enfrentaba a las funciones superiores con odio y saña, reclamando la primacía ahora para ella. Superar el aspecto negativo del anima, que exige para sí toda la atención de la conciencia como compensación a su anterior olvido, es uno de los pasos más difíciles y cruciales en el camino de Individuación.
A partir de 1909, el romance va apagándose, quedando sólo la controvertida amistad.
Sabina se casó en 1912 con el también judío ruso Dr. Pawel Scheftel, aunque la comunicación con Jung continuó hasta 1919. Acabó regresando a Rusia y centrando su vocación en la psicología infantil. Escribió muchos artículos, fue prolífica aún bajo las prohibiciones de Stalin. Murió fusilada por los nazis en Rostov en 1942.”